cap6: PLANES

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El desayuno se dio por finalizado, con la satisfacción de uno y el enfado de dos al descubrir que sus peticiones habían sido ignoradas, y, tras lavar los platos y vasos que habían usado, fueron hacia sus respectivos dormitorios para vestirse con ropa de calle, quedando en verse en el salón en cuanto terminaran para comenzar a discutir sobre lo que iban a hacer.

Se ajustó el cinturón, sujetando así su pantalón y estando más cómodo, y se miró en el espejo de pie que había colgado justo al lado del armario. Aquel día había decidido ponerse una camiseta lisa blanca de manga corta y unos vaqueros negros, del mismo color que sus deportivas y que el coletero con el que se había hecho la improvisada coleta que recogía gran parte de su cabellera, excepto el flequillo, el cual se peinó para atrás para que no le quitara visibilidad.

Salió de la habitación, yendo directamente a la estancia principal de la casa donde se reuniría con su familia, sin embargo, allí no parecía haber nadie, extrañándose al comprobar, con el reloj de su móvil, que ya había pasado más de media hora desde que se separaron.

—¡Pero no seas egoísta, déjamelas! -exclamó una voz masculina, retumbando por todos lados.

—¡Que no, que te las cargas! -le contestó la otra.

Siguiendo el sonido de sus gritos e insultos, recorrió el pasillo hasta quedar enfrente de la puerta donde estaba el cuarto de su hermana pequeña, ingresando en este sin avisar en cuanto confirmó que las voces venían de ahí.

—¿Qué está pasando ahora...? -ambos se quedaron inmóviles ante la inesperada intrusión, siendo pillados justo en el momento en el que forcejeaban con una bota de cuero negra mientras que su par descansaba tirada en el suelo- ¿qué hacéis? -alzó una ceja, descubriendo con cansancio que solo era una pela más de las que tenían constantemente.

—Que me quiere quitar mis zapatos -el mayor bajó su vista hasta los pies de la chica, observando unas pulcras zapatillas de deporte blancas.

—Pero si ya llevas zapatos puestos...

—¡Exacto, es lo que yo le he dicho, dámela! -tiró del calzado con intención de arrebatárselo, sin embargo, la fuerza contraria era notablemente superior a la suya y no lo logró.

—¡Que no, que te compres tú unas!

—¡Pero qué más te da, si solo es un momento!

—Venga Cassandra... dáselas, por favor... -intentaba acabar con aquella situación con pocos ánimos

—¿¡Y por qué no le robas unas a él!? -siguió gritando, ignorando al mayor que no había pasado del marco de la puerta.

—¡Porque me quedan grandes!

—¡Pues a lo mejor estas te quedan pequeñas!

—¡Que no, que tenemos el mismo pie!

—¡Me da igual! -cada uno tiraba insistentemente hacia un lado diferente, estirando la bota mucho más de lo que se debería.

—Al final la vais a romper... -comentaba, poniendo los ojos en blanco durante varios segundos.

—¡Dámela!

—¡Es mía!

—¡CASSANDRA DALE EL PUTO ZAPATITO DE UNA VEZ, POR FAVOR! -gritó, harto y autoritario, dejándoles sin palabras al instante. Sin atreverse a continuar con su riña, la joven, que al fin había logrado la posesión del calzado, bajó la cabeza y obedeció, tirándoselo al contrario con rabia, casi golpeándole en el pecho- muy bien... -sonrió, aliviado del silencio que ahora reinaba en la casa- venga, vamos al salón -se marchó satisfecho, siendo seguido unos segundos después por sus hermanos.

ArrastradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora