cap23: PERSEGUIDOS

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La noche había pasado y la tranquilidad reinaba en las dos habitaciones, pudiendo observar a ambas chicas dormir con calma, sin ninguna preocupación rodando sus mente en aquel momento, mientras se mantenían abrazadas con cariño. En el otro cuarto, sin embargo, solo el menor de la familia quedaba sobre la cama, descansando plácidamente y ocupando casi todo el colchón, mientras que su acompañante se había levantado con los primeros rayos del día para ducharse y asearse.

—Len -fue hacia él, rodeando su cintura con una toalla limpia para cubrir su desnudez- venga Len, a despertar -agitó con suavidad su hombro.

—¿Pero qué hora es? -se quejó con voz ronca, desganado y sin siquiera abrir los ojos.

—Las 8:30 -informó, mirando su teléfono- me voy a vestir y voy a ir a despertar a Cass y Esmeralda -agarró la ropa que había llevado durante todo el viaje para ponérsela una vez más- para cuando vuelva, quiero que estés levantado -ordenó, terminando de atarse los cordones de sus zapatos y no cogiendo nada más que una cajetilla de cigarros para salir del dormitorio, no sin antes echarle un último vistazo a su hermano que, ignorando sus palabras, se había dado media vuelta y había continuado durmiendo, haciéndole bufar frustrado y buscar una nueva forma más efectiva de hacerle despertar, acercándose sigilosamente hacia él, como si fuera un león a punto de cazar a su presa, tomando la toalla con la que se había secado, y dándole un veloz pero doloroso latigazo en la espalda.

—¡AY! -su cuerpo se sobresaltó ante el inesperado escozor, frotándose la zona varias veces con algo de dificultad.

—Venga, espabila -finalizó, con un tono mucho más autoritario que el anterior, consiguiendo al fin que este se incorporara y fuera hacia la parte reservada para el baño, tras el biombo.

Sin esperar más, y viendo que aquello ya estaba más que solucionado, salió de la habitación y sacó uno cigarrillo para, acto seguido, guardarse la caja en el bolsillo trasero de su pantalón. La tenue brisa, la ligera humedad y el silencio de la mañana creaba un relajante ambiente que lo acompañó y rodeó cuando apoyó sus manos sobre la larga barandilla, la cual, otorgaba seguridad al pasillo que conectaba todos los cuartos, y ofrecía unas privilegiadas vistas a un descampado y una, aparentemente, interminable carretera.

—Buenos días -una voz femenina habló a su espalda, cerrando la puerta detrás de sí y colocándose junto al contrario, en la misma posición.

—Justo iba a ir a despertaros -la miró, descubriendo que ya estaba casi preparada para marchar- ¿qué tal habéis pasado la noche?

—Bien -respondió, extendiendo su mano para agarra el cigarro, ya encendido, de su familiar y darle una larga calada, soltando el humo por la boca y los agujeros de la nariz- estuvimos hablando un rato y... nos acostamos, sin más.

—No fumes esta mierda -se lo arrebató, alejándolo de ella para ponerlo fuera de su alcance.

—Creo que ya es tarde para que me des esa clase de lecciones.

—Me da igual, no lo hagas en mi presencia.

—Okey, okey -cedió, elevando sus brazos como gesto de inocencia- ¿y vosotros qué tal?

—Todo normal, aunque... -hizo memoria- ¿a vosotras no os ha molestado el silbido como de un pájaro o algo así? -interrogó, aplastando la colilla con su pie, apagándola- cada vez que abría un poco el ojo lo escuchaba.

—Ah, sí, sé a lo que te refieres -sonrió, recordando el regalo de la pequeña- mira -empujó la puerta de su habitación lentamente, parando cuando ya había una rendija lo suficientemente grande, y levantó su dedo índice, haciendo con sus rojizos labios un sonido parecido al de un ave para llamar a su nueva mascota, la cual, apareció con rapidez desde el interior y se posó sobre su falange, mirando a su dueña con curiosidad- se llama Esmendra -presentó.

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