Vio a su hermano alejarse, intentó agarrarse a él de nuevo, pero no le fue posible, ya estaban demasiado separados y el fuerte viento y la penumbra la arrastraban hacia el fondo del agujero hasta que les perdió completamente de vista para que, justo después, todo se fundiera a negro, sintiendo un duro y certero choque que golpeó directamente su cabeza, dejándola inconsciente.
Sus ojos se abrieron con lentitud sin saber cuánto tiempo habían estado cerrados, "¿dónde estoy?", se preguntó mientras se incorporaba un poco y sobaba la zona, aún dolorida, en la que había recibido el golpe. En cuanto sus sentidos comenzaron a reaccionar, hizo un breve recorrido del lugar en el que se hallaba, descubriéndose sentada sobre césped, enfrente de un alto edificio que estaba a unos cuantos metros de ella, en la distancia, visualizó a una persona acercarse hacia ella a gran velocidad en cuanto salió de la construcción, este era un chico joven, preadolescente, de pelo castaño, ojos marrones, y algún que otro lunar repartido por toda su piel, era su hermano.
—¡Cassandra, corre! -le gritaba, huyendo de algo mientras portaba una gran mochila de deporte y sostenía la mano de otra persona, mucho más pequeña, que trataba de seguirle el paso- ¡vamos, Cassandra, corre! -exigía, pero su cuerpo no parecía responder, opacando las voces de su familiar con el intenso y desagradable pitido que sufrían sus oídos.
—¿... Teo...? -cuestionó aún aturdida, entrecerrando los ojos en un intento por enfocarle mejor.
—¡Cassandra, no te quedes ahí quieta, vamos! -exclamaba, llegando a su posición y tirando de ella para levantarla- mierda -masculló con frustración al ver el temblor en las piernas contrarias que le dificultaban mantenerse en pie- Len -miró hacia abajo, soltándole la mano a su acompañante- ¿crees que podrás correr tú solo? -asintió con una sonrisa infantil, orgulloso y decidido por la confianza que había depositado el mayor en él- genial, pero tienes que ir lo más rápido que puedas, ¿eh? -dejó la mochila en el suelo durante unos segundos para coger a la mediana correcta y cuidadosamente y ponerla a caballito sobre su espalda.
—¡Quietos ahí, niñatos, no os mováis, criminales! -otro hombre más salió del edificio, yendo tras ellos muy enfadado.
—Venga, venga, rápido -se colocó también la bolsa, de la forma más cómoda posible, y retomaron la huida.
A pesar de sus agitadas respiraciones, del cansancio de sus extremidades, y del peso extra con el que Teo tenía que cargar, no frenaron hasta que el persecutor desapareció de su vista, usando los recovecos y callejones de la ciudad que ya conocían como ventaja, y viéndose libres al fin de regresar a casa.
Entraron en completo silencio, comprobando que no hubiera nadie más, y fueron directos hacia la habitación del castaño, una vez allí, bajó a la morena y la posó suavemente sobre su propia cama.
—¿Qué le ha pasado? -el infante se asomó de puntillas para poder ver a su hermana, la cual descansaba recostada en el colchón.
—Nada, solo está un poco aturdida -tranquilizó, acariciando su corta cabellera negra para que no se preocupara de más- al salir corriendo se debió tropezar y a lo mejor se golpeó la cabeza, pero ya parece estar mejor.
—¿Teo...? -repitió, notando cómo su consciencia se volvía cada vez más clara.
—¿Cómo estás, Cass? -le sonrió, siendo una de las primeras cosas que pudo ver cuando todo dejó de darle vueltas.
—¿Qué ha pasado? -trató de levantarse, pero una mano en su pecho se lo impidió.
—Ahora te lo cuento, primero duerme un poco -se giró hacia el tercero, doblando la cintura para estar a su altura y poder hablar en un tono más bajo- ¿podrías traerme un poco de hielo?
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Arrastrados
Science FictionTras la repentina y sospechosa muerte de su hermano, 3 jóvenes vagan por un mundo lleno de mentiras, misterios y una guerra oculta entre las sombras.