Durante las siguientes 2 horas, la familia se dedicó a terminar su comida con tranquilidad y descansar durante un rato con la excusa de la digestión, cogiendo así todas las fuerzas posibles, y preparándose física y mentalmente para todo aquello que encontrarían en su nuevo destino, aquel al que se dirigían en este preciso instante, tensos, temerosos y concentrados, rodeados de un silencio que, aunque seguía siendo extraño, cada vez se hacía más común entre ellos.
Avanzaban por la carretera de nuevo, esperanzados de que aquel fuera el último viaje en una temporada, alejándose cada vez más de la ciudad hasta que fueron los únicos que rondaban por la zona, no habiendo más que un denso y enorme descampado, completamente desierto, a sus alrededores.
—Sí que tienen bien escondidas sus bases... -murmuró el menor, observando atentamente el exterior a través de su ventanilla pero no encontrando ni rastro de esta.
—Claro, si no les pillaríamos enseguida -respondió la mediana.
—¿Es fácil atraparles?
—Para nada, siempre que hacemos una intervención se nos escapan unos cuantos y algunos de los nuestros mueren, siempre -recalcó- por eso se recomienda no tener muchos lazos entre compañeros...
—No sabía que era tan difícil... -tragó saliva, tensándose aún más al escuchar su negativa declaración.
—Sus "poderes" son mucho más fuertes que los nuestros, es como si le pegases a alguien un puñetazo con tu mano y él te lo devolviera con un puño robótico, ¿cuál te haría más daño? -explicó.
—El róbotico.
—Pues eso, la única ventaja que tenemos es que, por el momento, contamos con más experiencia y habilidad para manejar las fuerzas.
—Aunque en realidad sí que ha habido misiones que no han salido tan mal -irrumpió el mayor, saliéndose de la carretera principal para adentrarse en la pesada arena del descampado.
—Pocas.
—Pero las ha habido.
—Además que... vosotros, los Caperuza, vais a lo loco, a matarles a todos, nosotros iremos con sigilo... a lo mejor ni se enteran de que hemos estado allí, ¿no? -trataba de autoconvencerse para calmar sus nervios.
—Se intentará... -masculló, frenando el coche a unos cuantos metros de la ubicación señalada- bien -se giró para verles una vez salió del vehículo- haremos lo mismo que la otra vez, pero ahora ya tenemos las túnicas, así que podremos pasar los tres juntos e ir más rápido.
—Un segundo, ¿cómo vamos a entrar a la zona? -interrogó Len- después del tiempo que ha pasado, el pelo que nos coló Cassandra en la bebida ya no hará efecto, ¿no?
—Claro que no, hay que renovar el ADN de vez en cuando -sonrió pícara, provocando una mirada horrorizada en el más joven.
—¿Qué me he bebido esta vez? -le temblaba la voz, imaginándose lo peor.
—Nada, nada, no te he echado nada en el vaso, no me dio tiempo -aclaró su garganta, tratando de contener la risa- solo te puse algunas gotas de saliva en tu hamburguesa.
—¿¡Qué!? -exclamó asqueado, sacando la lengua como gesto de disgusto.
—¡No seas exagerado, si ni siquiera lo has notado!
—¿Vais a seguir discutiendo o nos podemos ir de una vez? -interrumpió el de pelo largo.
—¿Pero a ti no te da asco haberte comido las babas de un Arrastrado? -cuestionó, atónito por su indiferencia.
—Uno se acostumbra con el tiempo, supongo -subió y bajó sus hombros, comenzando a andar.
Ambos hermanos le siguieron hasta ponerse a su altura, caminando con cautela y atentos, como siempre, a cualquier ruido o movimiento que pudiera suponerles una amenaza. El ambiente, al igual que la otra vez, cambió radicalmente sin previo aviso, volviéndose mucho más caluroso y húmedo, con un suelo bastante pegajoso, un cielo morado rojizo, y un ovalado agujero negro que tiraba de ellos para llevarles al interior de la guarida.
—Ya estamos aquí... -murmuró la mujer a tan solo unos pasos.
—Vamos allá -respiró hondo, echando una última mirada a sus familiares- ¿listos? -asintieron, notablemente nerviosos- de acuerdo, dadme las manos, agarraos fuerte y no os soltéis -ordenó y, tras una tímida afirmación por parte de los menores, avanzaron lo poco que les faltaba para introducirse en el portal, unidos y apretando sus agarres todo lo que sus cuerpos les permitían.
Todo se volvió negro, su cuerpo comenzó a sudar de forma exagerada y la visión no llegaba más allá de las personas que tenían a su lado, el sentido del oído se limitó a un desagradable pitido que retumbaba por sus cabezas, y el del olfato estaba completamente nublado. Sentían cómo giraban sobre sí mismos, mareándose y provocándoles algunas náuseas, que intentaron ser evitadas con éxito, mientras que una dolorosa presión se instauró en su pecho provocando que la respiración se les empezase a entrecortar. No permanecieron así mucho tiempo, solo algunos segundos, sin embargo, para aquellos tres jóvenes, esto se les hizo eterno, viéndose libres de suspirar aliviados al fin cuando estas desagradables sensaciones desaparecieron, pensado que ya todo había acabado, sin embargo, al abrir sus párpados con pesadez, se descubrieron dentro de esa oscuridad, aún no habían salido y, de repente, fueron goleados por un violento aire que les empujó hacia todos lados.
Las manos húmedas por el sudor que aún se mantenía en su piel y el salvaje viento, comparable a un huracán, fue la combinación perfecta y, al mismo tiempo, desastrosa, que provocó que los dedos de ambos hermanos mayores comenzaran a resbalarse irremediablemente.
Aslan miró a la chica, encontrando en ella una mirada aterrada y de impotencia al verse cada vez más separada de él, desesperado, intentó con todas sus fuerzas agarrarla más fuerte y acercarla de nuevo, pero, en tan solo unas milésimas, la morena ya había perdido cualquier tipo de contacto con él y había caído al vacío, desapareciendo entre la penumbra.
—¡CASSANDRA! -gritó, pero ninguna voz retumbó en el lugar, pues las palabras ni siquiera habían salido de su garganta- ¡CASSANDRA! -lo sabía, sabía que no era escuchado, pero no le importaba, chillaba con angustia y rogaba, con lágrimas en los ojos que caían en todas direcciones, que volviera, de alguna forma, a él- ¡NOOOO! -un golpe en su espalda le hizo reaccionar, mirando a su alrededor y viéndose en un pasillo de piedra junto a su hermano, que aún mantenía sus manos unidas- ¡No! -soltó su agarre para acercarse al agujero, sacudiéndolo con movimientos exagerados que alarmaron al contrario- ¡no, no, no!
—¿Dónde está Cassandra? -preguntó al no encontrarla por ningún lado.
—¡No puede ser! -se echó las manos a la cabeza, sollozando mientras caía de rodillas.
—¿Aslan? -insistió, acercándose miedoso.
—No lo sé...
—¿Cómo que no lo sabes? -su corazón comenzó a acelerarse peligrosamente- As...
—¡Que no lo sé, no lo sé! -las lágrimas recorrían su morena piel sin descanso- cuando vino el viento ese tan fuerte nos separamos sin querer y la perdí de vista...
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que podría haber salido en cualquier lado -confesó- literalmente en cualquier lado, fuera de esta guarida, en mitad de un grupo de Arrastrados o incluso en otro país...
—Pero, pero... -agarró su teléfono con la intención de contactar con su hermana de alguna forma, sin embargo, y como era de esperarse, en aquel sucio lugar no había cobertura- ... no, Cass... no... -continuó intentando llamarla con sus temblorosos dedos a pesar de las negativas que le daba el aparato- por favor... -una mano se posó en su hombro.
—... Es una chica fuerte, va a estar bien, seguro que ya está buscando una forma de volver con nosotros -le sonrió estando incluso más aterrado que el menor, pero sintiendo que su deber en aquel momento era mantener la calma- hasta entonces será mejor que empecemos a buscar, ¿de acuerdo? -asintió, logrando calmarle ligeramente con sus palabras, y emprendiendo su marcha por el largo y destruido pasillo, sin poder evitar pensar en la mediana y cruzar todos su dedos, rezando por su bienestar.
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Arrastrados
خيال علميTras la repentina y sospechosa muerte de su hermano, 3 jóvenes vagan por un mundo lleno de mentiras, misterios y una guerra oculta entre las sombras.