cap11: ATAQUE

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—Buenos días -sonrió falsamente, cambiando el tono de voz para evitar ser reconocida.

—Hola, ¿sabes si anda por aquí Cilen?

—¿Cilen?, Cilen, Cilen... -pensó- creo que no, estará en una misión.

—Pero si le acaban de amputar una pierna... -respondió con extrañeza.

—¡Ah, ese Cilen!, creí que te referías al... al otro... -reculó, tratando de arreglar las cosas sin que su nerviosismo fuera muy notorio- estará en la enfermería.

—Vale, muchas gracias -finalizó, yéndose hacia el lugar señalado velozmente y dejándola sola de nuevo.

Al ver que, de momento, nadie más le interrumpiría, la mujer regresó a su anterior tarea, leyendo todos y cada uno de los papelitos para ir descartando llaves hasta que, al fin, tras varios minutos, encontró la que necesitaba, "sala de reuniones de servicios de inteligencia y estrategas", ponía.

Sin esperar más, se guardó el objeto en su bolsillo, asegurándose de que no pudiera caerse en un despiste, y fue con rapidez hacia su siguiente destino, montándose en el ascensor central de la sede y pulsando el botón "56" para llegar a él.

La tranquilidad con la que el elevador subía le resultaba estresante debido a la situación en la que se encontraba, sabía que no tenía mucho tiempo y le frustraba el hecho de no poder hacer nada para aumentar la velocidad del sistema, solo pudiendo limitarse a escuchar con desagrado la tenue música que inundaba todo el cubículo y que se repetía en bucle una y otra vez. Un fino pitido retumbó en el lugar, indicando que ya habían llegado a la planta deseada, y, acto seguido, las puertas metálicas se abrieron hacia los lados, mostrándole un largo e iluminado pasillo recto, otro a su izquierda y un último a su derecha.

—Vaya, vaya... -un grupo de varios hombres se posicionó delante suya, cortándole el paso cuando apenas había salido del ascensor- mira quién ha vuelto, la "novia a la fuga" -rieron.

—Déjame en paz -intentó ignorarlos y seguir hacia delante, pero lo único que consiguió fue que estos cerraran más el círculo y la empujaran hasta que su espalda chocó con una pared- ¿sabías que es ilegal usar tus poderes contra tus compañeros?

—No los he usado -mostró un gesto de picardía.

—Te conozco, sé que, con tu fuerza terrenal, eres como un perrito que reconoce los olores de tu alrededor -acusó.

—A mí no me insultes, preciosa -se acercó peligrosamente.

—¿Qué queréis?

—Nada realmente, solo teníamos curiosidad por ver cómo estaría la traidora que al final no se Cassó -jugó vagamente con las palabras, viéndose ridículo a ojos de la caperuza pero resultando extremadamente gracioso para sus acompañantes, que no paraban de carcajear, disfrutando de la incomodidad de la chica.

—Vete a la mierda, tengo cosas que hacer -hizo presión sobre sus cuerpos para separarles y liberar su camino, pero, de nuevo, no hubo ningún resultado.

—Te he dicho -sostuvo su barbilla con brusquedad, levantando sus rostro- que no me insultes -su humor cambió a uno mucho más molesto y agresivo.

—Pensé que erais sus amigos.

—¿Y eso qué importa?, el viejo está desaparecido y, ahora, tú estás libre -posó su mano sobrante en la cintura contraria, acortando aún más la distancia- y no me vas a dejar tirado en el altar, ¿verdad? -murmuró, a apenas 5 centímetros de la cara femenina.

—¡Que no me toques joder! -logró zafarse al fin, propinándole un fuerte codazo en la mandíbula y tirándole al suelo, gruñendo por el dolor.

—¿Pero tú de qué vas? -otro de ellos fue hacia ella, llenando la palma de su mano de pequeños pinchos para, justo después, abofetearla, creando varios cortes superficiales, pero sangrantes, en su mejilla.

La morena se defendió como pudo ante los numerosos ataques de sus compañeros, recibiendo puñetazos, tirones de pelo y ropa, golpes contra la pared, patadas en su estómago, pisotones en sus extremidades, y más arañazos de aquel sujeto que emergía agujas de su propia piel. Sentía cómo su cuerpo quemaba insoportablemente a causa de las múltiples heridas y cómo las lágrimas comenzaban a salir descontroladamente de sus ojos mientras que sus músculos se contraían y se dañaban con cada golpe recibido y su voz, completamente rota, suplicaba piedad, siendo totalmente ignorada, y perdiendo la noción del tiempo, quedándose, poco a poco, con la mente en blanco y sin poder evitar que su vista empezara a nublarse.

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—¡Asqueroso! -exclamó desde el interior del vehículo, observando con furia cómo un desconocido volvía a acabar con él en el juego que tenía instalado en su teléfono desde hace días- ahí se te rompan los dedos, viciado... -maldijo.

Su mirada, mientras esperaba a que una nueva partida cargase, hizo otro reconocimiento de la zona para asegurarse de que todo seguía en orden, siendo en ese preciso instante en el que se percató de la presencia de dos personas vestidas con los mismo atuendos que sus hermanos que se acercaban a su posición. Cerró un poco los párpados, tratando de enfocarles mejor y afirmar si realmente eran ellos o no, sin embargo, un fino mechón de pelo pelirrojo sobresaliendo de la capucha les delató.

—Mierda, mierda... -murmuró para sí mismo, viendo cómo estos estaban a apenas unos metros de él.

Giró su cabeza en distintas direcciones, con la respiración agitada, buscando un lugar para esconderse, pero fue en el momento en el que comenzó a oír sus pisadas en el que, desesperado, decidió tirarse al suelo del coche y taparse con la manta que su hermano llevaba en el maletero, quedándose inmóvil y rezando para no ser descubierto.

Tan solo unos segundos después, ambos caperuzas se colocaron a los dos lados del coche, apoyando sus rostros sobre el frío cristal de las ventanillas para ver el interior con más claridad.

—¿Ves algo? -interrogó el de la izquierda.

—Que va -apretó un poco más su cara, deformándola por la presión- me da a mí que es un coche abandonado.

—¿Quién abandonaría un coche en un polígono?

—¿Dónde lo harías tú si no? -el contrario calló, pensando en una buena respuesta.

—Pues también es verdad -dijo finalmente, separándose- vámonos, que tenemos muchas cosas que hacer.

—Ya te lo avisé, pero no, tú querías ir a ver el cochecito -se alejaban a paso tranquilo de la zona, discutiendo en un tono bastante amigable.

—Sentí que era nuestro deber, sabes que a los jefes no les gustaría tener más problemas de espías.

—Que sí, que sí -sus voces apenas se escuchaban- que eres un gran superhéroe, pero si mañana sigue ahí, me lo quedo.

—Mira que eres rata... cómprate uno nuevo.

El ruido cesó, permitiendo que el joven pudiera apartarse la tela de encima y dejar que el "aire fresco" llegara de nuevo a sus pulmones y a su sudado cuerpo, sin embargo, temeroso a que otra situación parecida volviera a pasar, se mantuvo allí tumbado, esperando a que aparecieran sus familiares, no sin antes enviarles un mensaje, "Os queda mucho???", escribió, aún cos sus dedos temblorosos, recibiendo una tranquilizadora contestación casi al instante, "le preguntaré a Cass, pero creo que todo sigue como lo hemos planeado, no te preocupes".

ArrastradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora