—Y bueno, a parte de vivir aventuras con tus superpoderes, ¿a qué te dedicas?
—Soy cajera de supermercado -confesó, dejándole boquiabierto- ¿qué pasa?
—¿En serio?
—Es que tampoco me hace falta más -subió y bajó sus hombros, sin ningún rastro de broma en su voz- cobro bastante de caperuza, así que ese trabajo es más bien... ¿una tapadera?, para que no sospechen sobre de dónde saco el dinero y todo eso.
—Pues sí que pagan bien en el supermercado...
—¿Y tú qué tal con tu sueldazo de profesor de educación física? -cuestionó, irónica.
—Pues bastante bien, estoy consiguiendo acabar con el estereotipo de que los profesores de gimnasia no hacen deporte -una carcajada salió de la boca de la mujer.
—¿Deporte?, ¿tú? -le señaló, riéndose cada vez más.
—¿No me crees?
—No -continuó carcajeando, picando al contrario.
—Un día echamos una carrera y verás.
—Me parece bien, y cuando te gane y te humille me quedaré con tu puesto de trabajo.
—Pues entonces yo me quedaré con tus botas.
—Y una mierda -se abalanzó sobre el menor, haciéndole cosquillas en donde sabía que eran sus puntos débiles.
—Para, para -lágrimas salían de sus ojos.
—Retíralo.
—Jamás -consiguió tirarla al suelo, siendo ahora él el que se posicionó encima suya, usando la misma táctica que la joven, sin embargo, esta no se inmutó, manteniendo un semblante pícaro en la cara mientras veía los inútiles esfuerzos de su hermano por hacerla reír- no vale -se rindió frustrado, cruzando sus de brazos y haciendo un puchero- tú no tienes cosquillas en ningún lado...
—Claro que tengo.
—¿Dónde?
—A ti te lo voy a decir.
—¡Cassandra! -se quejó, meneando a su hermana- ¡eres una tramposa! -lloriqueaba, fingiendo molestia.
—No seas un niño pequeño -regañó- simplemente admite que aún te queda mucho por aprender -se siguió mofando, orgullosa al considerarse ganadora de la pequeña batalla.
—Oye, oye, ¿me estáis marginando o qué pasa aquí? -una voz mucho más grave sonó a sus espaldas, haciendo que ambos se giraran al reconocerle.
—Que me gana en una carrera dice -señaló al menor con un gesto de cabeza, explicándole la situación al de pelo largo.
—Venga ya.
—¿Pero por qué os resulta tan surrealista? -trató de defenderse.
—Porque siempre has sido el más lento de los cuatro.
—Claro, pero porque sois mucho más mayores.
—Exagerado, si tú y yo sólo nos llevamos tres años.
—¿Y te parece poco?
—Pues sí, Aslan y yo nos llevamos cuatro y aún así soy más rápida que él.
—¿Que tú eres más rápida? -irrumpió el mencionado.
—Por supuesto, ni lo dudes.
—En tus sueños.
—¿Quieres probarlo?, ¿quieres que lo probemos? -le picó, incorporándose para enfrentarle.
—Venga, Len, haces de árbitro -ambos se prepararon en una línea de salida improvisada, que hicieron en la arena en apenas unos segundos- te voy a humillar.
—Luego no vale que vengas llorando.
—¡Y la carrera empieza en tres, dos, un...! -un cercano aullido de lobo resonó por los alrededores del descampado, haciéndoles frenar en seco todo lo que estaban haciendo y diciendo, temerosos del animal- creo... creo que será mejor que nos volvamos a casa... -propuso, levantándose también y retirándose a pasa ligero, junto a sus hermanos, hacia el vehículo.
El mayor metió la llave para encender el motor, sin embargo, tras un vago rugido, este volvió a apagarse.
—Venga Aslan, arranca -exigió la chica, mirando con paranoia hacia el exterior.
—Lo estoy intentando -giraba la llave una y otra vez, pero el automóvil no parecía responder- mierda -se echó para atrás, apoyando la espalda contra el asiento- se ha estropeado.
—¿Cómo?
—Dios, vamos a morir.
—Len, no digas tonterías.
—¡Vamos a morir, Cassandra, va a venir el lobo y nos va a comer, no van a quedar ni nuestros huesos!
—¡Aslan, enciende ya el motor, no tiene gracia!
—Pon, pon una de tus barreras alrededor del coche -se asomó a la parte delantera, agarrando la mano contraria y comenzando a agitarla sin sentido- para que así no pueda acercarse.
—Eso no funciona así -trataba de zafarse, pero su agarre era demasiado fuerte- ¡Aslan, por Dios!
—¡Estoy en ello! -encendió las luces superiores y abrió una tapa de donde salieron numerosos cables, mirándolos atentamente- en las películas esto es más fácil... -sacó su lengua, concentrándose todo lo posible a pesar de los agobiantes gritos del joven de atrás- creo que si hago esto y meto esto por aquí... -murmuró, juntando dos cables y creando una chispa que le dio un ligero calambre en los dedos, haciendo que, por acto reflejo, alejara sus manos, y que todo el coche perdiera la poca electricidad e iluminación que tenía- joder.
—Me cago en tu puta vida -le miró la morena, enfadada y harta del exagerado comportamiento de su hermano.
—¡Vamos a morir! -lloraba desesperado, aferrándose a la extremidad de la mediana.
—¡Un lobo no nos va hacer nada, Len!
—¡No te lo hará a ti, que sabrás a azufre, pero yo soy un caramelito!
—¿¡Perdona!?
—¿Os podéis callar?
—No, no, si nos vamos a callar, ¡cuando ese animal carnívoro, despiadado y feroz nos coma vivos!
El conductor posó sus manos sobre su rostro, suspirando e intentando ignorar la intensa discusión de sus familiares, sin embargo, agradecía el hecho de que sus peleas volvieran a ser por cosas sin sentido, y que volvieran a comportarse como dos niños pequeños, que volvieran a ser ellos, confiando en que, después de ese momento tan íntimo por el que acababan de pasar, con los sentimientos a flor de piel, su relación mejoraría considerablemente.
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Arrastrados
Ciencia FicciónTras la repentina y sospechosa muerte de su hermano, 3 jóvenes vagan por un mundo lleno de mentiras, misterios y una guerra oculta entre las sombras.