Capítulo 7

56 7 0
                                    

Cuando las escenas se le agolpaban en la cabeza, Taylor podía trabajar sin parar hasta que se le agarrotaban los dedos y ya no podía sujetar el lápiz o el pincel.

Al día siguiente se alimentó de galletas y de refrescos sin azúcar con los que fingía compensar la ingestión de calorías. Sobre el papel, Alison y su amiga Ellender, que en los últimos dos años había ido adquiriendo muchas de las cualidades de Blake, ideaban el plan perfecto para desvelar los secretos de doña Misteriosa.

Su nombre iba a ser «Elizabeth», pero eso sería después de unas cuantas entregas de misterio.

Durante tres días apenas se levantó de la mesa de dibujo. Blake tenía llave, por lo que no tenía que levantarse a abrirle la puerta cada vez que iba a visitarla. Y era ella la que bajaba a abrir también cuando la señora Julia o cualquier otro vecino pasaban a verla.

La tercera tarde había gente suficiente en su apartamento como para celebrar una fiesta, pero Taylor seguía coloreando la tira especial del domingo.

Alguien había puesto música y el ruido de las risas y de la conversación subía por la escalera hasta el estudio acompañado de un agradable olor a palomitas. Mientras se preguntaba si alguien se dignaría a llevarle algo de comer, Taylor observó su trabajo.

Era cierto que no tenía la agudeza de su padre, reconoció, ni el genio de su madre. Pero también era cierto que tenía «cierto talento». Dibujaba con mano rápida y firme y también pintaba bastante bien si estaba de humor. El cómic le proporcionaba el espacio perfecto en el que plasmar la sociedad tal y como ella la veía.

Quizá no profundizara en los asuntos más delicados, ni analizara la política con visión sarcástica, pero su trabajo hacía reír a la gente, les hacía compañía mientras se tomaban el café a toda prisa antes de ir al trabajo o mientras desayunaban plácidamente el domingo por la mañana.

Pero lo más importante, pensó mientras ponía su nombre bajo la última viñeta, lo más importante era que la hacía feliz a ella.

Si Karlie pensaba que su comentario la había ofendido, estaba muy equivocado. Estaba más que satisfecha con su «cierto talento».

Cuando sonó el teléfono, Taylor respondió con voz alegre, pues estaba satisfecha con el intenso trabajo que había llevado a cabo en los últimos tres días.

—Eso es lo que yo llamo una muchacha jovial.

—Taylor: ¡Abuelo! Es que estoy contenta y ahora que estoy hablando contigo, mucho más.

Técnicamente, Jasper Miller no era su abuelo, pero eso nunca había impedido que ambos se consideraran abuelo y nieta respectivamente. El amor no entendía de ese tipo de tecnicidades.

—Jasper: ¿Entonces por qué no nos has llamado a tu abuela o a mí? Ya sabes cuánto le preocupa que vivas sola en esa enorme ciudad.

—Taylor: ¿Sola? —Levantó el auricular para que pudiera oír los sonidos de la fiesta que se desarrollaba a sólo unos peldaños de distancia— La verdad es que nunca me siento sola.

—Jasper: ¿Otra vez tienes la casa llena de gente?

—Taylor: Eso parece. ¿Qué tal estás? ¿Qué tal está todo el mundo? Cuéntame.

Tay se recostó en el respaldo de la silla y escuchó cómodamente el relato de su abuelo sobre la familia y se alegró enormemente cuando le dijo que estaban preparando una pequeña reunión para el verano.

—Tay: Qué bien. Estoy deseando ver a todo el mundo. Los echo de menos.

—Jasper: No tienes por qué esperar hasta el verano. Estamos aquí siempre que quieras.

Una Vecina PerfectaWhere stories live. Discover now