Capítulo 28

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Mucho más tarde, cuando la lluvia había pasado y Karlie llevaba ya más de una hora en el dormitorio de Taylor, aprovechando una magnífica cama con dosel, ella suspiró con satisfacción.

Había sido un día casi perfecto, tanto que se permitió el lujo de acurrucarse junto la mujer que amaba y fingir que ella sentía lo mismo por ella.

—Kar: Dime una cosa —murmuró, que estaba demasiado relajada como para preocuparse por lo agradable que le resultaba estar allí, abrazado a Taylor y disfrutar de la calidez de su desnudez—. ¿A qué venía todo eso que me ha dicho tu abuelo durante el té?

Taylor levantó la cabeza para mirarla.

—Tay: No te avisé porque tenía la estúpida esperanza de que no fuera necesario. La culpa es mía —se incorporó del todo para poder hablarle de frente—. ¿Sabes que tienes unos ojos increíbles, Kloo? Son casi aguamarina.

—Kar: ¿Lo dices en serio o sólo intentas cambiar de tema?

—Taylor: Las dos cosas —era evidente que iba a tener que hablar de ello, así que se levantó de la cama y se puso la bata a pesar del gesto de desaprobación de Karlie.

—Tay: Espero que comprendas que mi abuelo lo hace con buena intención. — continuó sin atreverse a mirarlo— Me quiere mucho y no te habría elegido si no le gustarás realmente.

Karlie sintió que se le cerraba la boca del estómago.

—Kar: ¿Elegirme para qué?

—Tay: No me di cuenta hasta que me dijiste que había sido él el que te había ofrecido el apartamento.

—Kar: ¿De qué, Tay?

Respiró hondo para tomar fuerzas y se dispuso a hablar con claridad.

—Tay: Karlie, mi abuelo te ha elegido para mí —dijo rápidamente—. Sólo lo hace porque me quiere mucho y piensa que lo mejor que podría pasarme es encontrar una buen persona con la que pueda casarme y formar una familia. Y parece que ha decidido que tú eres ese persona.

—Kar: ¿Y cómo demonios ha llegado a esa conclusión?

—Tay: No te ofendas, Karlie—le dijo con voz más fría— Más bien deberías tomártelo como un cumplido. Es evidente que debe de tener muy buena opinión de ti si te considera adecuada para ser mi esposa y el madre de los muchos nietos que espera que le dé algún día.

—Kar: Pensé que no querías casarte.

—Tay: No he dicho que quiera hacerlo, lo que he dicho es que es lo que él quiere para mí —lo miró con la cabeza bien alta—. Es insultante que estés tan horrorizada.

—Kar: Supongo que a ti te resulta divertido que tu abuelo te escoja pareja.

—Tay: Creo que es encantador —replicó, absurdamente herida por su actitud—. Tranquila, Kloss, no estoy eligiendo el vestido de boda ni buscando damas de honor. Soy perfectamente capaz de buscar pareja yo sola, si es que algún día decido que es eso lo que quiero. Pero por el momento ya te he dicho que no es así.

Meneó la cabeza con desesperación y a falta de otra cosa que hacer con las manos, abrió un bote de crema y comenzó a ponérsela en las manos.

—Taylor: Ahora estoy cansada y me gustaría acostarme. Como tú no te dignas a dormir conmigo después del sexo, creo que deberías marcharte.

¿Estaba simplemente enfadada o había algo más en el brillo de sus ojos?

—Karlie: ¿Por qué estás tan furiosa?

—Tay: ¿Que por qué estoy furiosa? —repitió, sin saber si gritar o llorar—. ¿Cómo es posible que me haga esa pregunta una mujer que describe tan bien las emociones de sus personajes?... Estoy furiosa porque estés ahí sentada, en la cama en la que acabamos de hacer el amor, y te ofenda que alguien que me quiere piense que entre nosotras pueda haber algo más que sexo.

—Kar: Ya hay algo más que sexo —sintió que también ella empezaba a perder los nervios, así que se puso en pie y se enfundó los vaqueros.

—Tay: ¿De verdad?

La frialdad de su voz hizo que se sintiera culpable.

—Kar: Tay, tú me importas y lo sabes.

—Tay: Te resulto divertida. Que no es lo mismo.

Estaba claro que había algo más que el enfado. Había vuelto a hacerle daño sin siquiera darse cuenta.

—Kar: Taylor, me importas mucho —insistió, agarrándola del brazo.

—Tay: Está bien —respondió con más calma—. Olvídalo.

Karlie deseaba olvidarlo y no complicar las cosas, pero la sonrisa que vio en su rostro antes de que se volviera a mirar por la ventana no se parecía en nada a las sonrisas que solían iluminar los ojos de Taylor, unos ojos que ahora estaban llenos de dolor.

—Kar: Tay, no puedo darte más que eso.

—Kar: No te he pedido nada más. Empieza a hacer frío, deberíamos poner otro tronco en la chimenea.

—Kar: Yo lo haré.

Durante varios minutos no se oyó nada más en la habitación que el crepitar del fuego.

Quizá fue por el hecho de que ella no se lo hubiera pedido, pero el caso fue que Karlie sintió la necesidad de contárselo.

—Kar: Tay, ven a sentarte.

—Tay: Prefiero quedarme aquí y ver las estrellas. En Nueva York siempre las echo de menos.

Se acercó a ella y sintió su tensión al ponerle las manos en los hombros.

—Karlie: Me gustaría que te sentaras y me escucharas.

—Tay: Está bien —dijo antes de acomodarse en una de las butacas que había frente a la chimenea—. Te escucho.

Una Vecina PerfectaWhere stories live. Discover now