Capítulo 23

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Los dedos de karlie volaban sobre el teclado. No había dormido más de tres horas y sin embargo tenía la mente clara y rebosante de energía. Escribir su obra más famosa había sido una verdadera tortura; cada palabra que la componía había salido de ella con un profundo dolor.

Sin embargo, aquélla manaba de su interior como salía el champán de una botella al que se le quitaba el corcho.


Estaba llena de vida y, por primera vez desde hacía más tiempo del que podía recordar, ella también lo estaba.

Podía verlo todo con absoluta claridad; el escenario, los personajes y lo que había dentro de ellos.

Un mundo en tres actos.

Los seres que se iban dibujando con cada palabra que escribía estaban ya llenos de energía. Ella los conocía, sabía cómo funcionaban sus corazones y cómo acabarían rompiéndose.

El hilo de esperanza que iluminaba sus vidas había sido algo inesperado, algo que no había planeado, pero que estaba allí con tal certeza, con tal fuerza que también ella podía sentirlo.

Escribió hasta quedar exhausta, después miró a su alrededor con gesto desorientado. Todo estaba oscuro a excepción de la luz de una lámpara que había encendido hacía horas y la que desprendía la pantalla del ordenador.

No tenía la menor idea de la hora que era, ni siquiera sabía bien en qué día estaba. Tenía el cuello y los hombros rígidos y el estómago vacío. Se puso en pie y, después de estirar un poco los músculos entumecidos, fue hacia la ventana y abrió las cortinas.

Estaba lloviendo a cántaros. Ni siquiera lo había notado mientras escribía.

Se preguntó si Taylor estaría también observando la tormenta, cómo los peatones corrían a refugiarse en los soportales de las tiendas. Se preguntó qué pensaría de la escena; seguro que convertiría al hombre que vendía paraguas en la acera en uno de sus cómicos personajes; le daría un nombre y lo convertiría en parte de su mundo con ese magnífico don que poseía.

Ahora también ella estaba en ese mundo, pensó Karlie . Desde que la conocía, no había podido resistir la tentación de abrir esa puerta y adentrarse en esa deliciosa y colorida confusión.

Pero ella parecía no comprender que ése no era su sitio.

Cuando estaba allí, con ella, Karlie llegaba a tener la sensación de poder encajar en aquel mundo, de que realmente la vida podía llegar a ser así de sencilla y de extraordinaria. Como una tormenta que caía sobre la ciudad. Pero las tormentas siempre acababan.

Esa mañana había estado a punto de dejarse sumergir en ese mundo. Le había faltado muy poco para caer en la tentación de quedarse a su lado, abrazado a ese cuerpo cálido que se había acurrucado a ella durante el sueño.

Taylor le había parecido tan... dulce, tan acogedora. Lo que había sentido mientras la veía dormir había sido otro tipo de deseo, el deseo de aferrarse a aquella fantasía y olvidarse de sus problemas.

Lo más sabio había sido dejarla dormir.

Bajó a hacer más café y consideró la idea de echarse una siesta. Pero entonces pensó en ella y supo que no podría conciliar el sueño mientras siguiera recordando la noche que habían pasado juntas.

¿Qué estaría haciendo?

No debía ir a verla, no tenía derecho a interrumpir su trabajo sólo porque ella hubiese decidido tomarse un descanso. Sólo porque la lluvia le hubiese hecho sentirse sola y tensa. Tuvo que recordarse que a ella le gustaba estar sola y necesitaba esa tensión para trabajar. Pero lo cierto era que en aquel momento habría deseado poder sentarse a ver la tormenta con ella y hacerle el amor lentamente mientras la lluvia golpeaba los cristales y los alejaba de todo excepto de ellas mismas.

Deseaba estar con ella más de lo que le convenía.

El deseo estaba bien, pero la necesidad era algo muy peligroso y tenía la sensación de estar muy cerca de cruzar esa fina línea.

Cuando a un ser humano se le metía en la cabeza de ese modo una persona como taylor, lo cambiaba; lo transformaba en un ser vulnerable, dejando al descubierto partes de sí misma que debía proteger.

Taylor no era Toni. No estaba tan ciega como para pensar que todas las mujeres eran tan mentirosas y frías como su ex. Si alguna vez había conocido a alguien en las antípodas de la crueldad y el engaño, era sin duda Taylor swift.

Pero eso no cambiaba nada.

De la necesidad al amor había un espacio muy pequeño y una mujer como ella, a la que ya le habían roto el corazón una vez, debía tener mucho cuidado con no aventurarse a entrar en tan peligroso terreno. La experiencia le había enseñado a mantener el control en todo momento y de hecho, no se creía capaz de volver a sentir ese tipo de cosas.

Así que no tenía de qué preocuparse, se dijo a sí misma mientras se bebía el café recién hecho con la mirada clavada en la puerta como si pudiese ver a través de ella y de la que había al otro lado del descansillo.

Taylor no le había pedido nada más que pasión, compañía y diversión.

Lo mismo que buscaba ella.

Ambas eran perfectamente conscientes de que aquello era algo temporal. Karlie se marcharía de la ciudad en pocas semanas y cada uno seguiría con su vida. Ella con sus innumerables amigos y ella con su soledad.

Dejó la taza sobre la mesa con un golpe antes siquiera de darse cuenta de que no le gustaba nada la idea.

Quizá pudieran seguir viéndose de vez en cuando. Su casa de Connecticut no estaba demasiado lejos de Nueva York, se podía ir y volver en el mismo día.

Karlie iba a la ciudad a menudo y no había ningún motivo por el que no pudiera ir aún con más frecuencia.

Hasta que ella conociera a otro, pensó de pronto. ¿Por qué iba una mujer como taylor a esperar mientras ella entraba y salía de su vida intermitentemente?

Pero, ¿quién le estaba pidiendo que esperara? Por lo que a ella se refería, Taylor podía enamorarse de cualquier idiota que le eligiera alguno de sus amigos.

Sólo esperaba que no sucediera mientras ella estuviese allí.

Fue directo a la puerta con la intención de aclarar un par de cosas y la abrió a tiempo de ver cómo Taylor se lanzaba a los brazos de un hombre rubio.

—Sigues siendo la chica más guapa de Nueva York —le dijo él—. Dame un beso.

Al oír eso, Karlie se preguntó qué tortura sería la más adecuada para aquel tipo.

Una Vecina PerfectaWhere stories live. Discover now