Capítulo 34

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Una vez hechas las compras de sus vecinos y las suyas propias, Taylor fue directamente a casa de Blake, pues sabía que estaría impaciente, pero parecía que su amiga había salido. Cargada de bolsas, Taylor se subió en el ascensor para llegar al tercer piso y sonrió como una tonta al ver que Karlie la esperaba junto a su puerta.

—Karlie: Hola, vecina —la saludó después de quitarle las bolsas y de darle un beso—. ¿Qué llevas aquí, ladrillos?
—Tay: No, uvas para el señor Puebles, un millón de cosas para la señora Julia, unas manzanas para que tú comas algo sano mientras trabajas... ¡Ah! Y amoniaco para limpiar la suciedad que estás dejando que se acumule en tus ventanas —explicó detalladamente mientras buscaba su esquiva llave.
—Kar: Mm… manzanas y amoniaco, ¿qué más puedo pedir?
—Tay: Tarta de queso de la mejor tienda del barrio. Es irresistible.
—Karlie: Tendrá que esperar —la rodeó con sus brazos—. He terminado la obra.
—Tay: ¿De verdad? Kar es maravilloso. Enhorabuena.
—Karlie: Nunca había trabajado tan rápido. Aunque quedan cosas por repasar, pero está todo ahí y en gran parte es gracias a ti.
—Tay: ¿A mí?
—Kar: Hay mucho de ti en esa obra. Una vez dejé de luchar contra ello, comenzó a salir de manera imparable.
—Tay: Estoy sin habla. ¿Qué has escrito sobre mí? ¿Cómo es mi personaje? ¿Qué hace? ¿Puedo leerlo?
—Kar: Vaya, y eso que estabas sin habla —dijo riéndose—. Podrás leerlo en cuanto le dé unos últimos toques. Ahora vamos a cenar a la cafetería para celebrarlo.
—Tay: ¿Quieres celebrar que has acabado la obra con unos espagueti con carne?
—Kar: Exacto —y no le importaba parecer un sentimental—. Al lugar al que llevaste a una pobre músico en paro.
—Tay: ¿Has puesto eso en la obra?
—Kar: No te preocupes, te gustará.
—Tay: Dios, me encanta verte tan feliz.
—Kar: Así es como me siento últimamente. Ven, vámonos.
—Taylor: Espera, tengo que colocar la compra y arreglarme un poco.
—Kar: Tú arregla lo que creas que necesita arreglo y yo mientras colocaré la compra.
—Tay: Muy bien. Pero pon cada cosa en su lugar, no te limites a tirarlo todo en un armario.
—Kar: Date prisa —dijo comenzando a sacar las cosas de las bolsas.

Había estado una hora esperando a que llegara, impaciente por contárselo, por encontrar el modo de decirle que durante las últimas semanas, todo había cambiado. Por mucho que hubiera luchado contra ello y lo hubiera negado, no había podido evitar que cambiara. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, demasiado, era feliz.

Y no era sólo por la obra, era por Taylor.

Ella le hacía feliz.

Esa felicidad se había reflejado en su trabajo. En la obra había un poso de esperanza que ella no había previsto en un principio. Algo irresistible que había aparecido en su vida al mismo tiempo que lo había hecho Taylor con sus galletas y su risa.

Lo que sentía por ella, lo que ella le había hecho sentir con su alegría y su generosidad, hacía que se sintiera completo. Taylor lo había rescatado. Las últimas palabras de la obra lo decían todo.
«El amor lo cura todo».

Con un poco de tiempo y de esfuerzo, tendría la oportunidad de vivir con ella algo que había dejado de creer que fuera posible.

Metió la mano en la segunda bolsa y sacó una caja que hizo que todo ese mundo de felicidad se derrumbara de golpe.

—Tay: Antes de irnos tengo que llamar a Mery para ver si ha vuelto ya —anunció mientras bajaba corriendo. Se había puesto los graciosos pendientes que él le había regalado.
—Kar: ¿Qué demonios es esto, Taylor? —Tiró la prueba de embarazo sobre la encimera de la cocina con furia—. ¿Estás embarazada?
—Tay: Yo...
—Kar: Crees que estás embarazada y no me lo has dicho. ¿A qué esperabas para decírmelo? ¿Pensabas elegir el momento y el lugar perfecto para dármelo ya consumado?

El rubor de felicidad de sus mejillas desapareció en sólo un instante.
—Tay: ¿Es eso lo que crees, Karlie?
—Karlie: ¿Qué debo creer? Llegas aquí con toda la tranquilidad del mundo y ahora encuentro esto — dio un golpecito con la caja en la encimera—. Y tú eres la que jamás miente ni engaña, pues ya me dirás qué es esto.
—Tay: Ahora ya soy como Toni, ¿verdad? —Toda la alegría de su corazón se convirtió en ceniza, fría y seca ceniza—. Un ser calculador y timado.
—Kar: Estoy hablando de ti y de mí, de nadie más —tenía que calmarse, pero aquella traición estaba destrozándolo por dentro cuando por fin había decidido volver a confiar—. Exijo una explicación.
—Taylor: Pues aquí la tienes. He comprado manzanas para ti, uvas para el IB y una prueba de embarazo para Blake. Ryan y ella tienen la esperanza de estar esperando un hermanito para James.
—Kar: ¿Blake?
—Tay: Exacto —cada palabra que salía de su boca le quemaba la garganta—. No estoy embarazada, así que ya puedes relajarte.
—Kar: Lo siento.
—Tay: Yo también. No sabes cuánto —agarró la cajita y la observó con tristeza—. Blake estaba tan emocionada cuando me pidió que se lo comprara... Para alguna gente el hecho de ir a tener un hijo supone una enorme alegría, para ti sin embargo es una amenaza, un mal recuerdo de otro tiempo.
—Kar: Siento haber reaccionado así, Tay. He sido una estúpida.
—Tay: ¿Qué habrías hecho si hubiera sido mío, Karlie? ¿Si te hubiera dicho que estaba embarazada? ¿Habrías creído que lo había hecho adrede para atraparte, para destrozarte la vida? ¿O que era de otro hombre y que me estaba riendo de ti?
—Karlie: No, no habría pensado eso —la simple idea le horrorizaba—. No seas ridícula. Jamás habría pensado eso.
—Tay: ¿Qué tiene de ridículo? Toni lo hizo, ¿por qué no iba a hacerlo yo? Eres tú la que espera que me comporte como ella, la que no acaba de cerrarle la puerta a su recuerdo.
—Kar: Tienes razón, Tay...
Dio un paso atrás cuando karlie fue a agarrarla.
—Taylor: Siempre he sido sincera contigo. No tenías derecho a tratarme así y yo no debería habértelo permitido. Pero esto se ha acabado. Quiero que te vayas.
—Kar: No, antes tenemos que solucionar esto.
—Taylor: Ya está solucionado. No te culpo de nada; yo soy tan responsable como tú. Te he dado demasiado sin esperar nada a cambio. Tú me dijiste que no podías darme más y yo cometí el error de aceptarlo, pero ya no. Quiero alguien que se me respete, que confíes en mí y no pienso conformarme con menos. Márchate por favor —fue hacia la puerta y la abrió de par en par.
En sus ojos había furia, pero también lágrimas de dolor.
—Kar: Me he equivocado, Taylor. Lo siento mucho.
—Kar: Yo también —iba a cerrar ya, pero entonces respiró hondo y dijo algo más—: Hay algo en lo que no he sido sincera contigo, pero voy a serlo ahora mismo. Estoy enamorada de ti, Karlie. Eso es lo peor de todo.
Karlie dijo su nombre e intentó acercarse, pero ella cerró la puerta y echó todos los cerrojos. Por mucho que la llamó y golpeó la puerta con los puños, Taylor no abrió. La llamó por teléfono desde su apartamento y volvió a la puerta, pero no hubo respuesta.

Le suplicó que abriera mientras sentía cómo se le escapaba de las manos todo lo que había llegado a amar desde que la conocía. Pero ella estaba en el dormitorio y no podía oírla mientras lloraba desconsoladamente

Una Vecina PerfectaWhere stories live. Discover now