Capítulo 22

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—Tay: ¿Aún respiramos? —le preguntó ella unos minutos después.

—Kar: Desde luego tu corazón sigue latiendo —podía sentirlo.

—Tay : Bien. ¿Y el tuyo?

—Kar: Creo que sí.

—Tay: Bien. Voy a necesitar unas horas, quizá unos días, para poder volver a moverme.

Aunque tenía los ojos cerrados, Taylor sabía que ella la observaba y por eso sonrió.

—Tay: Gracias por devolverme el favor, Kloss.

—Kar: Era lo menos que podía hacer.

—Tay: Nunca nadie me había hecho sentir nada semejante —abrió los ojos—. Nadie me había tocado así.

Nada más decirlo se dio cuenta del error que había cometido, lo leyó en sus ojos, en el modo en que se apartó de la intimidad que acababan de compartir. Estaría con ella sólo si se trataba de algo sencillo, sexy y sin ternura alguna.

Pero ella deseaba algo más. Deseaba el sentimiento y la emoción.

—Tay : Tienes unas manos magníficas —dijo volviendo al tono seductor.

—Kar: Las tuyas tampoco están nada mal —respondió al tiempo que se tumbaba de espaldas a su lado. Se odiaba a sí misma por haberse estremecido al ver esa emoción en sus ojos. No iba a permitir que las cosas fueran por esos derroteros porque sabía que entonces estaría perdido. Hacía ya mucho tiempo que había dejado de esperar, de sentir.

Taylor deseaba acurrucarse junto a ella, pero suponía que eso también era terreno prohibido. Debía contentarse con algo sencillo y sin complicaciones, si no quería que se marchase de su lado.

—Tay: Me parece que nos vendría muy bien una copita de vino, ¿no te parece? —le preguntó incorporándose en la cama.

—Kar: Desde luego —le pasó la mano por la cadera porque sentía la necesidad de tocarla, de no perder la conexión con ella—. Habías dicho algo de una cena.

—Taylor: Kloss, te tengo preparado algo delicioso —anunció levantándose de la cama después de darle un rápido beso—. Sólo me queda hacer los creps.

—Kar: ¿Vas a cocinar?

—Tay: Sí.

Sólo con verla salir de la cama sintió que volvía a arderle la sangre.

—Kar: ¿Qué haces?

Taylor se echó a reír con la bata en la mano.

—Taylor: Poniéndome una bata. Suele utilizarse para cubrir la desnudez.

Karlie fue hacia ella y le soltó el cinturón que acababa de atarse.

—kar: No te la pongas.

—Tay: Pensé que querías cenar —dijo mientras un escalofrío le recorría la espalda.

—Kar: Así es y quiero verte cocinar.

—Tay: Ah —volvió a echarse a reír— No voy a cocinar desnuda, esa fantasía tuya no se va a hacer realidad.

—Kar: En realidad me preguntaba si no tendrías otro conjunto como ése —dijo señalando a lo que quedaba del liguero de encaje que le había arrancado con sus propias manos.

Taylor enarcó una ceja con sorpresa y curiosidad.

—Tay: Ninguna mujer precavida compraría sólo uno. Tengo otro rojo pasión que te cortará la respiración.

En su rostro apareció una sonrisa arrebatadora.

—Kar: ¿Por qué no te lo pones? Tengo muchísima hambre.

Hacer creps en ropa interior tenía sus riesgos, pero además de eso, Taylor descubrió lo que era hacer el amor sobre la mesa de la cocina.

Increíble.

Y en la alfombra del salón.

Increíble.

La experiencia de hacerlo bajo la ducha era algo que sin duda deseaba repetir.

Totalmente increíble.

Pasaron la noche entera la una en brazos de la otra, como si no pudieran saciarse de estar juntas.

Alcanzaron tal conexión sexual, tal armonía, que en cierto momento Taylor llegó a creer que era el corazón de Karlie lo que latía en su pecho.

Las velas ya se habían apagado y la luz del amanecer se colaba por las ventanas cuando se quedó dormida en sus brazos, completamente exhausta.

Después despertó sola.

Sabía que no debía molestarle que no se hubiese quedado a dormir con ella, que no hubiera despertado a su lado. Sabía que las cosas nunca serían así entre ellas.

Lo sabía y lo aceptaba.

Nunca habría palabras de amor, ni desnudarían su alma el uno con el otro. Su intimidad sería sólo física.

¿Cómo iba a saber Karlie que Taylor jamás se había entregado de ese modo a ningún humano? ¿Por qué habría de saber que su pasión estaba motivada por el amor tanto como por el sexo? Se frotó los ojos con cansancio y se levantó de la cama. Había comenzado aquella relación sabiendo muy bien en lo que se metía, consciente de las limitaciones de Karlie. Podrían estar juntas y pasarlo bien siempre y cuando no cruzaran cierta línea.

No pensaba lamentarse por ello.

Era una mujer adulta, dueña de sus propias emociones y responsable de sus acciones. No iba a quejarse por estar viviendo algo tremendamente emocionante con una mujer increíble.

—Taylor: ¡Maldita sea! —protestó con todas sus fuerzas—. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea!

Volvió a tumbarse en la cama y descolgó el teléfono. Tenía que hablar con alguien y, en asuntos tan importantes, siempre era el mismo alguien.

—Taylor: ¿Mamá? Mamá, estoy enamorada —dijo antes de romper a llorar.

Una Vecina PerfectaWhere stories live. Discover now