Capítulo 19

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--Blake: ¿Puedo entrar? —preguntó.

— Tay: Dios mío, Blake, ¿qué voy a hacer? Pensé que lo tenía todo controlado; estaba segura de que no había nada de malo en tener un romance con una tipa increíblemente guapa e interesante.

—Blake: A ver, déjame pensar —se sentó junto a ella y la miró—. No, no hay absolutamente nada de malo. Todo lo contrario.

—Tay: Y si estoy un poco enamorada de ella, será aún mejor, ¿verdad?

—Blake: Claro. Sin amor también es divertido, pero es como comerse toda una tableta de chocolate de una sola vez; se disfruta en el momento, pero luego no te sientes del todo bien.

—Tay: Pero, ¿y si en lugar de estar un poco enamorada, estoy muy, muy enamorada?

—Blake: ¿Es eso lo que ha pasado? —le preguntó dejando a un lado el café que se había servido.

—Tay: Sí.

—Bla: Ay, cariño —abrazó a su amiga con toda la comprensión del mundo—. No te preocupes. Tenía que ocurrir tarde o temprano.

—Tay: Lo sé, pero yo esperaba que fuera más tarde que temprano.

—Bla: Eso nos pasa a todos.

—Tay: Pero ella no querrá que me enamore de ella, no le va a gustar nada —apoyó el rostro en el hombro de blake y respiró hondo—. A mí tampoco me hace mucha gracia, pero me acostumbraré.

—Blake: Claro que sí. Pobre Frank —murmuró acariciándole la cabeza—. Nunca tuvo mucho que hacer contigo, ¿verdad?

—Tay: Lo siento.

—Blake: Qué le vamos a hacer.

—Tay: Supongo que no puedo esconderme de ella, ¿no?

—Blake: Eso es para cobardes.

—Tay: ¿Y si finjo que tengo que salir de viaje?

—Bla: Eso es de tontos.

Taylor respiró hondo de nuevo.

—Tay: ¿Y qué hay de salir de compras?

—BLake: Ahora sí estás hablando con sensatez —enseguida se puso en pie y fue hacia la puerta—. Voy a ver si la señora Julia puede quedarse un rato con James.

Taylor se compró un sugerente vestido negro, tan ceñido, que hizo que Blake cerrara los ojos y afirmara:

—Blake: Esa pobre mujer está perdida.

También se compró unos zapatos de tacón de aguja y lencería de la que se ponen las mujeres cuando esperan que alguna persona la vea y acabe quitándosela apasionadamente.

Además de la ropa, se hizo con todo un arsenal de velas, flores y vino para acompañar a la cena con la que pretendía despertar los sentidos y el apetito más primitivo de Karlie.

Cuando llegó a casa estaba tranquila y decidida a crear el ambiente perfecto, así que le pasó una nota a Karlie por debajo de la puerta y se encerró en su apartamento a prepararlo todo.

Repartió las velas y las flores por la casa y comenzó a preparar la cena para que sólo quedara darle el toque final después de darse un buen baño. Sacó dos copas y puso el vino a enfriar, eligió la música perfecta y finalmente subió a su habitación y observó el vestido y la ropa interior de encaje. ¿Cómo se sentiría con aquel provocador conjunto de encaje negro?

Poderosa, se respondió enseguida con un escalofrío.

Se preparó la bañera y, mientras encendía un par de velas y tomaba un sorbo de vino, pensaba que pronto comenzaría a escuchar la música del saxo, el acompañamiento perfecto para el baño. Sumergida en el agua, se imaginó que eran las manos de karlie y no la espuma lo que la acariciaba.

Casi una hora después el apartamento de Karlie seguía en silencio, pero Taylor siguió con los preparativos. Se cubrió el cuerpo de crema para asegurarse de que sus hábiles manos encontraran una piel suave y ligeramente perfumada. Sólo quedaba esperar a que Peter leyera la nota y acudiera.

¿Planes? ¿Había hecho planes después de tenerla hecho un manojo de nervios durante todo el día? Karlie leyó la nota una y otra vez, cada vez más furiosa con ella y consigo misma por no haber podido dejar de pensar en la velada que iban a pasar juntos.

Por el amor de Dios, hasta había salido a comprarle flores, algo que no había hecho por ninguna mujer. Estrujó la nota con una mano y se maldijo a sí misma. ¿Qué otra cosa podía esperar? Las mujeres sólo se preocupaban por sus propios planes, era algo que sabía desde hacía mucho tiempo, pero que había cometido el error de olvidar desde que conocía a Taylor . Ella era la única culpable.

¿Qué quería decir eso de que lo vería más tarde? Estaba claro que quería jugar, pero ella no estaba dispuesta a participar.

Así pues, entró en el apartamento, agarró el saxo y se fue a Delta’s a deshacerse de la rabia y la frustración.

A las siete y media en punto, Taylor sacó los champiñones rellenos del horno y observó de nuevo la mesa. Todo estaba perfecto. Después de la ensalada de aguacate y tomate y de los champiñones, tenía intención de volverlo loco con unos deliciosos creps de marisco.

Si todo salía según lo previsto, terminarían la cena con una botella de champán bien frío... En la cama.

Por fin se quitó el delantal y se miró al espejo.

—Tay: Muy bien, Tay, vamos a buscarlo.

Salió a la escalera y apretó el timbre de su casa. Esperó con el corazón en un puño. Nada. Volvió a llamar.

—Tay: ¿Cómo es posible que no estés en casa? —se preguntó en voz alta—. ¿Es que no has visto la nota? Tienes que haberla visto. Decía claramente que te vería más tarde.

Volvió a llamar, esa vez con impaciencia.

—Tay: Decía que tenía planes... Ay, Dios mío, no lo has comprendido, Karlie. Los planes que tengo son contigo. Maldita sea.

Volvió a su apartamento a buscar la llave que se había metido en el sujetador para no perder tiempo en buscar el bolso y, unos segundos después, estaba bajando las escaleras tan rápido como le permitían los tacones.

Una Vecina PerfectaWhere stories live. Discover now