Capítulo 20

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—¿Problemas con las mujeres, Karlie?


Karlie levantó la mirada hacia Gigi y negó con la cabeza mientras se tomaba un descanso para humedecerse la garganta.

—Gi: Vamos, soy yo. Todos los días de la última semana has venido muy tarde y has tocado pensando en alguna mujer, pero con calma. De repente hoy llegas temprano y tocas como si tuvieras un serio problema. ¿Es que te has peleado con esa preciosidad?

—Kar: No. Es que los dos teníamos cosas que hacer.

—Gi: Sigue manteniéndote a raya, ¿verdad? —dijo riéndose—. Algunas mujeres preparan el romance con más ahínco que otras.

—Kar: No es ningún romance.

—Gi: Quizá sea ése tu problema. ¿Alguna vez le compras flores o le dices que tiene los ojos muy bonitos?

—Karlie: No —le había comprado flores y ella no había estado ahí para recibirlas—. Es sólo sexo, no un romance.

—Gi: Ay, cariño. Con una mujer como ésa, no tendrás lo uno sin lo otro.

—Karlie: Por eso es mejor que me aleje de una mujer como ésa. Quiero algo más sencillo —se llevó el saxo a los labios—. ¿Ahora vas a dejarme tocar o quieres seguir opinando de mi vida amorosa?

Gigi se dio media vuelta, pero antes de alejarse le dijo:

—Gi: Querido, cuando tengas vida amorosa, te daré todos los consejos que necesites.

Karlie comenzó a tocar, pero ni siquiera la música consiguió apartar su mente de ella. Aun así siguió arrancando notas de dolor y de frustración del instrumento...

Hasta que la vio aparecer por la puerta.

Sus ojos llenos de secretos se clavaron en ella a través del humo del local y la sonrisa que le dedicó mientras se sentaba hizo que a Karlie comenzaran a sudarle las manos. La vio humedecerse los labios y acariciarse el borde del escote con un dedo. Se cruzó de piernas muy lentamente.

Karlie no podía dejar de mirarla. Estaba claro que lo estaba haciendo deliberadamente; aquellos movimientos sin duda pretendían volverla loca.

Y lo estaban consiguiendo.

Escuchó la canción atentamente y, cuando las últimas notas empezaban a desvanecerse en el aire, se levantó, se pasó la mano por la cadera y se dio media vuelta sobre esos tacones imposiblemente altos. Antes de llegar a la puerta, se volvió a mirarlo y lo invitó a seguirlo con una sonrisa.

Al apartarse la boquilla de los labios, Karlie lanzó una maldición.

—¿Vas a ir o no?

Se agachó a guardar el saxo y miró a su amigo.

—Karlie: ¿Te parece que soy tonta, Zayn?

—Zayn: No —respondió el pianista con una carcajada y siguió tocando—. Desde luego que no.


Taylor lo esperaba en la acera cuando Peter salió del local. Bajo la luz blanca de la farola, con una mano en la cadera, la cabeza ladeada y una tenue sonrisa en los labios, parecía una elegante fotografía artística.

Sexo en blanco y negro.

Fue hacia ella, observándola detenidamente. El cabello corto del color del sol, el vestido negro enfundando su cuerpo. Ninguna joya que distrajera la atención. Altos tacones de aguja sobre los que se alzaban unas piernas esbeltas y perfectas.

Las únicas notas de color eran sus ojos azules y esa boca roja de sirena. Una boca que sonreía ahora con satisfacción femenina.

Estaba aún a tres pasos de distancia cuando sintió su aroma y ya no pudo seguir caminando lentamente.

—Tay: Hola, vecina —le dijo con una voz ronroneante que le hizo estremecerse de deseo.

Karlie enarcó una ceja.

—karlie: ¿Cambio de planes, vecina?

—Tay: Espero que no —fue ella la que dio el último paso.

Deslizó las manos por su espalda y luego volvió a subirlas hasta sus hombros para echarle los brazos alrededor del cuello. Su cuerpo encajaba con el de karlie.

—Tay: Tú eras mi único plan, cabeza de chorlito — le dijo con una risilla malévola.

—Karlie: ¿De verdad?

—tay: Karlie —le susurró rozándole la boca con los labios y mirándolo fijamente a los ojos—. ¿No te dije que serías el primero en saberlo?

Karlie le puso la mano en la nuca sin apartar la boca de sus tentadores labios rojos.

—karlie: ¿Puedes correr con esos tacones?

Ella se rió de nuevo, pero ahora se le notaba la respiración entrecortada.

—Tay: No, pero tenemos toda la noche, ¿no?

—Kar: Puede que necesitemos aún más tiempo — dio un paso atrás y le tendió una mano para que lo acompañara—. ¿De dónde has sacado esa arma letal?... El vestido —añadió al ver su gesto de incomprensión.

—Lali: Ah, este trapo… —dijo riéndose—. Me lo he comprado hoy, pensando en ti. Y cuando me lo he puesto, pensaba en qué sentiría cuando tú me lo quitases.

—karlie: Has debido de estar practicando —dijo ella cuando consiguió reunir fuerzas para volver a hablar—. Porque esto se te da muy bien.

—Tay: Voy improvisando sobre la marcha.

—Karlie: Pues por mí no pares.

Una Vecina PerfectaWhere stories live. Discover now