Capítulo 32

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Karlie comenzó a dar vueltas por la habitación.

 Era cierto que se encerraba para trabajar, pero eso no tenía nada de malo, no tenía que justificar sus costumbres ante nadie.

Pero tampoco tenía por qué hacerle daño a ella.

Maldita sea. Taylor había irrumpido en su casa en el peor momento posible, cuando las palabras estaban fluyendo de su mente como un manantial. Pero no la había ignorado, ni la había tratado como una molestia. ¿Cómo podría hacer algo así si no conseguía dejar de pensar en ella ni un instante?

Aunque lo cierto era que había intentado deliberadamente no hacerle caso, llevaba haciéndolo desde aquella conversación que había mantenido con Jasper Miller.

Porque ese maldito anciano tenía razón.

Se había enamorado de ella.

Tenía la esperanza de que si no pensaba en ello y se esforzaba en arrinconar sus sentimientos, acabarían por desaparecer.

En cuanto a su comportamiento de los últimos días, tendría que hacer algo para compensar a Taylor porque ella no había hecho nada para merecerlo, nada excepto existir, excepto darle todo lo que estaba en su mano. Y karlie lo había aceptado.

Sabía que no podría seguir trabajando, así que bajó al salón. Consideró la idea de llamar a su puerta y pedirle disculpas, pero enseguida pensó que ahora querría estar sola. Lo mejor era salir a dar un paseo.

No había pensado comprarle flores hasta que vio el quiosco y, en el momento en que tuvo el ramo de tulipanes amarillos en la mano, se sintió mejor.

Siguió caminando sin poder quitarse sus palabras de la cabeza. ¿Cuántas veces la habría dejado de lado, preocupándose tan sólo por sus propios deseos y sin pensar en los de ella? Miller también había estado en lo cierto en eso; Taylor siempre ponía los sentimientos de los demás por delante de los suyos propios. Jamás había conocido a una persona más generosa y más alegre, dos cosas que ella había dejado de ser hacía tiempo... excepto cuando estaba con Taylor.

Tenía que cambiar su modo de actuar con ella. Podía hacerlo. A partir de ese momento le daría todo lo que ella le había dado a ellq. Quizá así, cuando llegase el momento de separarse, pudieran hacerlo como amigas.

Al pensar aquello se dio cuenta de que ya no podía imaginar su vida sin ella.

Pasó caminando el resto de la tarde y cuando volvió a casa y llamó a su puerta, el sol ya estaba ocultándose entre los edificios. Se sentía más tranquila.

—Karlie: ¿Has podido descansar? —le preguntó en cuanto abrió la puerta.

—Tay: Sí —se había refugiado en el sueño como un conejo que se escondía en su madriguera para huir del enemigo— Gracias

—Karlie: ¿Te apetece compañía? —le dio el ramo de flores y vio la sorpresa reflejada en su rostro.

—Tay: Claro... pasa. Son preciosos.

Algo había estado haciendo muy mal si el mero hecho de que le regalara flores lograba sorprenderla tanto.

—Kar: Siento mucho lo de antes.

Eso quería decir que le había comprado las flores para disculparse, pensó Taylor, decepcionada de que no lo hubiera hecho simplemente porque sí. Pero se volvió a mirarlo con una sonrisa.

—Tay: No importa. Supongo que es lo que pasa por meterse en la cueva del oso.

—Karlie: Claro que importa y lo siento mucho.

—Taylor : Está bien.

—Kar: ¿Está bien? La mayoría de las mujeres me harían ponerme de rodillas.

—Tay: Yo no ganaría nada con que te pusieras de rodillas. ¿Has visto qué suerte tienes?

Karlie le agarró la mano cuando se disponía a colocar los tulipanes en un jarrón y se la llevó a los labios.

—kar: Sí que tengo suerte, sí —por segunda vez, vio la sorpresa reflejada en sus ojos.

De pronto se dio cuenta de que nunca había mostrado la menor ternura hacia Taylor. ¿Cómo había podido ser tan estúpida?

—Kar: Estaba pensando que, si te encuentras mejor, quizá te apetezca salir a cenar.

—Taylor: ¿A un restaurante?

—Kar: Si quieres. Pero si no estás de ánimo, podemos cenar aquí tranquilamente. Lo que prefieras —añadió agarrándole la cara con ambas manos para darle un beso en la frente.

—Tay: ¿Quién eres y qué haces en el cuerpo de Karlie?

Se echó a reír y siguió besándola, en las mejillas, una y otra vez.

—Karlie: Dime qué quieres, Taylor.

Quería que la acariciara y la mirara como estaba haciéndolo.

—Tay: Yo... puedo preparar algo sencillo.

—Kar: Si no te apetece salir, yo me encargo de la cena.

—Kar: ¿¡Tú!?... Está bien, voy a llamar a la policía.

Karlie la estrechó en sus brazos con fuerza.

—Kloss: No pretendo cocinar, no sobreviviríamos — le acarició el pelo—. Pediré algo por teléfono.

—Taylor: Ah, está bien —estaba abrazándola, pensó, anonadada. La abrazaba sin ánimo de nada más, como si eso le bastara.

—karlie: Estás muy tensa —le dijo pasándole las manos por los hombros—. ¿Por qué no subes a darte un baño bien caliente que te relaje? Después puedes ponerte una de esas batas que tanto te gustan y cenaremos tranquilamente.

—Taylor: Estoy bien. Puedo... —dejó de hablar cuando sintió sus labios rozándole la boca con una suavidad que le aflojó las rodillas.

—kar: Sube —le dijo con una sonrisa cuando ella lo miró, confusa—. Yo me encargo de todo.

—Tay: Está bien... El número de la pizzería está junto al teléfono.

—Kar: No te preocupes por nada. Sube y relájate. Y tómate todo el tiempo que necesites.

Karlie también iba a necesitarlo para asegurarse de que todo estaba perfecto cuando ella bajara. Si las flores la habían dejado boquiabierta, no podría articular palabra cuando viera lo que estaba planeando.

Fue al teléfono y marcó el número que figuraba en la memoria junto al nombre de Blake. Después de presentarse le preguntó a la vecina cuál era el restaurante preferido de Taylor.

—kar: No, me refiero a algo más elegante —le dijo cuando Blake le dio el nombre de la cafetería de la esquina—. Algo francés y sofisticado.

Tuvo que sonreír al oír la exclamación de sorpresa al otro lado de la línea. Escribió el nombre del local.

—Kar: Supongo que no tendrás el número de teléfono... ¿Sí? Perfecto. A ver si también puedes con esto, ¿cuál es el postre al que Taylor no podría resistirse jamás? Muchas gracias... No, no es nada especial, sólo una cena tranquila. Gracias por tu ayuda.

Volvió a reírse al ver que Blake no dejaba de hacerle preguntas.

—Kar: Escucha, las dos sabemos que te lo contará todo mañana por la mañana cuando bajes a tomar café.

Colgó para llamar al restaurante y encargar la cena. Después de eso se puso manos a la obra con los demás preparativos.

Una Vecina PerfectaWhere stories live. Discover now