Capítulo 27

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La casa de los Miller se alzaba con arrogancia junto a un magnífico acantilado sobre el mar. Sus torres y la piedra gris de sus muros eran un símbolo del orgullo del clan; un edificio fuerte y sólido construido para perdurar en el tiempo.

A Taylor le gustó que la casa ejerciera el mismo efecto sobre Karlie que siempre le había causado a ella. Por eso detuvo el coche cuando ella se lo pidió.

—Karlie: Parece sacada de un cuento, ¿verdad? —le preguntó mientras la observaba a través de la densa cortina de lluvia.

—Kar: La había visto en fotos, pero es mucho más impresionante en la realidad.

—Tay: En días como éste tengo la sensación de estar en Escocia.

—Kar: ¿Conoces Escocia?

—Tay: Sí, he ido un par de veces. ¿Tú no? —Karlie negó con la cabeza—. Puede deberías ir. Te sorprenderá ver cuánto tiran de ti cuando respires el aire de las tierras altas o veas los lagos de las tierras bajas.

—karlie: Puede que me vengan bien unas vacaciones después de terminar la obra —comentó mientras ella volvía a poner el coche en marcha.

Unos segundos después llegaron frente a la casa y Taylor le dio las llaves del coche y salió corriendo a refugiarse en el porche, donde meneó la cabeza como un perro mojado y se echó a reír. Durante varios segundos Karlie se quedó inmóvil. No podía hacer otra cosa que mirarla, disfrutar de la visión de ese rostro lleno de alegría. Quiso pensar que era deseo lo que sentía dentro de sí, pero el deseo rara vez hacía que se le formara un nudo de miedo en el estómago.

Si no podía dejar de sentirlo, lo negaría. Salió del coche, dejó que la lluvia le golpeara las mejillas mientras caminaba hacia ella. Al llegar a su lado, la estrechó en sus brazos y la besó con violenta pasión.

Taylor sintió la desesperación en su boca y la furia con la que su cuerpo se apretaba contra ella.

—Tay: Karlie—susurró.

El suave sonido de su voz le hizo volver a la realidad.

—Karlie: Ahora que vamos a estar rodeados de familia —comenzó a decirle mientras le apartaba el pelo de la cara de manera inconsciente—, puede que no pueda hacer esto tanto como me gustaría.

—Karlie: Bueno —consiguió decir ella, casi sin aliento—. Con ese beso tendrás para un rato.

La agarró de la mano y la llevó al interior de la casa.

Anna Miller no tardó en acudir a recibirlos y lo hizo con la misma calidez que se respiraba nada más entrar a la casa. Los escudos y espadas que adornaban las paredes recordaban que aquél había sido el hogar de un guerrero, pero también había flores cuyo olor se mezclaba con el agradable aroma de la madera.

Después de fundirse en un abrazo con Taylor, Anna le tendió una mano a Karlie.

—Anna: Supongo que no te acordarás de mí porque no creo que hubieras cumplido aún los dieciséis años la última vez que te vi.

—Karlie: Claro que me acuerdo de usted, señora Miller —dijo estrechándole la mano—. Fue en el baile de primavera de Newport y fue usted muy amable con un adolescente que estaba deseando marcharse de allí.

—Anna: Vaya, me siento muy halagada. Pero pasen y entran en calor.

—Tay: ¿Dónde están Austin y el abuelo?

Anna se echó a reír.

—Ana: El pobre Austin está arreglándole a tu abuelo el motor de la depuradora de la piscina. Ya sabes que cuando se le mete algo en la cabeza, es inútil tratar de convencerlo de lo contrario —les explicó mientras los conducía a la que denominó como habitación del trono, un nombre que hacía justicia al lugar—. Voy a preparar un té y a avisarlos de que están aquí para que no crean que pretendo acapararos.

Una Vecina PerfectaWhere stories live. Discover now