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4. La nave pirata, destruida, y los colonos se aprovechan de los restos

-¡Volaron! -exclamó Harbert.

-Sí, han volado, como si Ayrton hubiese dado fuego a la pólvora -dijo

Pencroff, precipitándose al ascensor al mismo tiempo que Nab y el joven.

-¿Pero qué ha pasado? -preguntó Gedeón Spilett, estupefacto de aquel inesperado desenlace.

-Esta vez lo sabremos -contestó vivamente el ingeniero.

-¿Qué sabremos?

-Después, después... Venga, Spilett. Lo importante es que esos piratas hayan sido exterminados.

Y Ciro Smith, llevando consigo al periodista y a Ayrton, bajó a la playa, donde estaban

Pencroff, Nab y Harbert.

No se veía nada del brick, ni siquiera su arboladura. Después de haber sido levantado por la tromba, se había tendido de costado, hundiéndose en esta posición, a consecuencia de alguna enorme vía de agua. Pero, como el canal en aquel paraje no

medía más que veinte pies de profundidad, el costado del buque sumergido reaparecería en la marea baja.

Algunos pecios flotaban en la superficie del mar. Se veía todo un conjunto de piezas de repuesto, mástiles y vergas, y, además, jaulas de gallinas con sus volátiles vivos, cajas y barriles, que poco a poco subían a la superficie después de haber salido por las escotillas; pero no salía ningún resto, ni de tablas del puente ni del forro del casco, lo que hacía todavía más inexplicable el hundimiento del Speedy.

Sin embargo, los dos mástiles, que habían sido rotos a pocos pies por encima de la fogonadura, después de haber roto a su vez estayes y obenques, subieron a la superficie con sus velas, unas desplegadas y otras ceñidas. No había que dejar al reflujo llevarse todas aquellas riquezas. Ayrton y Pencroff se arrojaron en la piragua con la intención de atraer todos aquellos pecios al litoral de la isla o al del islote.

La isla MisteriosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora