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14. Los colonos deciden construir una embarcación grande

Tres años habían transcurrido desde que los prisioneros de Richmond habían huido de aquella ciudad y ¡cuántas veces durante aquellos tres años habían hablado de la patria, siempre presente en sus pensamientos!

No dudaban que la guerra civil había terminado ya y les parecía imposible que no hubiese triunfado la justa causa del Norte. Pero ¿cuáles habían sido los incidentes de aquella guerra terrible? ¿Cuánta sangre había causado? ¿Qué amigos habían sucumbido en la lucha? Este era el tema frecuente de sus conversaciones, sin entrever el día que podrían volver a su país. Regresar a él, aunque no fuese más que por algunos

días, reanudar el lazo social con el mundo habitado, establecer una comunicación entre su patria y su isla y pasar después la mayor parte y la mejor quizá de su existencia en aquella colonia fundada por ellos y que pasaría a depender de la metrópoli, ¿era quizá un sueño irrealizable?

No había más que dos medios de realizarlo: o vendría algún día un buque a las aguas de la isla Lincoln o los colonos construirían otro bastante fuerte para mantenerse en el mar y hacer la travesía hasta la tierra más próxima.

-A no ser -decía Pencroff-que nuestro genio nos dé los medios de volver a la patria.

Y si hubiesen ido a decir a Pencroff y a Nab que un buque de trescientas toneladas los esperaba en el golfo del Tiburón o en el puerto del Globo, no hubieran hecho el menor gesto de sorpresa. En este orden de ideas lo admitían y lo esperaban todo.

Pero Ciro Smith, menos confiado, les aconsejó que se atuviesen a la realidad, por lo que se habló de la construcción de un buque, tarea verdaderamente urgente, puesto que se trataba de ir lo más pronto posible a la isla Tabor para dejar un documento que indicase la nueva residencia de Ayrton.

No existiendo el Buenaventura, se necesitarían seis meses más, por lo menos, para la construcción de un nuevo buque y, copio llegaba el invierno, no podría efectuarse el viaje antes de la primavera próxima.

-Tenemos tiempo de prepararnos para cuando llegue la nueva estación --dijo el ingeniero, que hablaba de estas cosas con Pencroff . Creo, amigo mío, que, debiendo rehacer nuestra embarcación, será preferible darle mayores dimensiones. La llegada del yate escocés a la isla Tabor es muy problemática y hasta puede suceder que haya venido hace algunos meses y haya vuelto a marchar después de haber buscado en vano las huellas de Ayrton. ¿No convendría construir un buque que en caso necesario pudiera trasladarnos a los archipiélagos polinesios o a Nueva Zelanda? ¿Qué le parece?

-Pienso, señor Ciro -respondió el marino-, que puede construir tanto un buque grande como uno pequeño. No nos falta ni madera ni útiles, no es más que cuestión de tiempo.

La isla MisteriosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora