6. La jugada de los orangutanes
Ciro Smith se había detenido sin decir una palabra. Sus compañeros buscaron en la oscuridad, por el suelo y por las paredes de granito, por si la escalera se había desprendido o el viento la había sacado de su lugar..., pero la escalera había desaparecido. Reconocer si una ráfaga de aire la había levantado hasta la cornisa, era imposible en aquella profunda oscuridad.
-Si es broma -exclamó Pencroff-, me parece de muy mal género. Llegar uno a su casa y no encontrar escalera para subir a su cuarto no es cosa de risa para quien está cansado.
Nab también se quejaba.
-Sin embargo, no hace viento -observó Harbert.
-Comienzo a convencerme de que pasan cosas singulares en la isla
Lincoln -dijo Pencroff.
-¡Singulares! -repitió Gedeón Spilett-. No, Pencroff, nada más natural: alguien ha venido durante nuestra ausencia, ha tomado posesión de la casa y ha retirado la escalera.
-¡Alguien! -exclamó el marino-. ¿Quién?
-El cazador del grano de plomo -contestó el corresponsal-. ¿De qué nos servirá si no pudiera explicar nuestra desdichada aventura?
-Pues bien -dijo Pencroff, soltando un temo, pues la impaciencia se iba apoderando de él-, si hay alguien allí arriba, voy a hablarle y será mejor que conteste.
Y con voz de trueno, el marino lanzó un ¡Ah! "prolongado que fue repetido con fuerza
por el eco.
Los colonos escucharon con atención y creyeron oír a la altura del Palacio de granito una especie de risa mal contenida, cuyo origen no era posible conocer. Pero ninguna voz respondió al marino, el cual volvió a llamar tan vigorosa como inútilmente.
Realmente lo que sucedía era más que suficiente para dejar estupefactos a los hombres más indiferentes del mundo, y los colonos no podían ser indiferentes en aquella ocasión. En la situación en que se hallaban, todo incidente era grave, y en verdad que desde que habían llegado a la isla, hacía siete meses, ninguno se había presentado con carácter tan sorprendente.

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La isla Misteriosa
ClassicsLa isla misteriosa de Julio Verne DERECHOS RESERVADOS AL AUTOR JULIO VERNE YO SOLO SUBI LA HISTORIA