—No seas tan dura con él —dijo bebiendo de su taza de café —. Es solo un niño.
Vale. Talvez tenía razón.
—Tienes razón —admití, terminando mi cereal.
De malvaviscos. Que delicia.
Papá y yo habíamos hablado de lo sucedido con Richard y la llamada telefónica. Me gustaba nuestra relación, podía contarle todo, aunque fuera una tontería él me escuchaba como si le contara la cosa más interesante del mundo.
—Pero eso no cambia que se haya equivocado. Y en grande. —añadí después.
—No lo estoy justificando Enid —terminó su café —. Pero ¿no crees que ya es tiempo de que dejes que eso te afecte? Además...
—No sigas —le corté.
Se acomodó más en la silla.
—Como tu padre, debo de decirte las cosas con claridad, aunque no te gusten —dijo serio —. Y voy a pasar por alto que me hayas interrumpido.
Lo miré con mala cara.
—¿Es enserió lo que me estás diciendo? —me levanté de un salto —. Tú sabes muy bien lo que ese gilipollas me hizo y... ¿te atreves a ponerte de su parte? Vale papá, sabía que te caía bien, pero... ¡joder soy tu hija!
—Modales —también se levantó y de inmediato me sentí pequeña —. Y no me estoy poniendo de su parte, sé lo que te hizo, sé como eso te afectó, sé que actúas sin una pizca de madurez cuando el tema vuelve a surgir. Pero también sé que eres mi hija, y te conozco. Estoy seguro que no fué lo que él te hizo lo que te afectó tanto. Pero, Enid, eres una adolescente, y una muy linda, por supuesto, eres mi hija —sonrió un poco —, habrá otros chicos, habrá otras amigas. No dejes que eso te agobie la vida. Aún eres joven, y... sé que me arrepentiré de decirte esto... conoce más chicos, sal con tus amigos, sal de fiesta, emborra... vale, eso no —suspiró —. No sé si esto ayuda pero... estoy seguro que tu madre querría que disfrutarás cada segundo de tu vida.
Me sujetó de los hombros suavemente y me sentó, luego lo hizo él.
Me sentía como en una cita con un puñetero psicológico.
Pero no era un psicólogo. Era mi padre, y siempre sabía que decir para hacerme sentir mejor. Aunque fuera por un rato.
Me sorprendió que mencionara a mamá, casi nunca hablaba de ella, eso significaba que había llegado al límite, es decir que, se había quedado sin argumentos, algo muy raro en él.
Pasó también cuando tenía trece años. Me encontró llorando en el cuarto de baño que había en mi habitación, sentada en el retrete, teniendo mi primer período.
—¿Qué pasa, Enid?
No supe qué responderle, porque ni yo misma sabía qué estaba pasando.
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Secreto: Oscuro Y Perverso
RandomUn psicópata y una chica normal, ¿qué podría salir mal?