| Capítulo 27 |

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Los rayos del sol hicieron que abriera los ojos

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Los rayos del sol hicieron que abriera los ojos.

Esperen... ¿rayos de sol?

Traté de recordar... sí, estábamos en Brilthor, alejados, pero en Brilthor.  Edward me llevó a un restaurante un poco largo del pueblo, a una media hora, pero seguíamos en él. Pero... ¿sol?

Traté de levantarme pero un fuerte brazo rodeaba mi cintura.

Derrotada y sin la fuerza necesaria para apartarlo, me acosté de nuevo.

Aún estaba dormido. Me puse de lado para observar más a detalle su precioso rostro que parecía esculpido por los mismos dioses.

La recta línea de su mandíbula, lo recta que era su nariz, sus largas pestañas parecían un abanico, sus mejillas estaban un poco sonrojadas, por instinto pasé mi mano suavemente por ella.

Su respiración era suave, pausada, y casi imperceptible.

Si no lo estuviera viendo demasiado de cerca, habría jurado que está muerto.

Duerme de lado, con la sábana cubriéndonos a los dos.

Sus labios carnosos y carmesís, como si hubiera bebido un zumo de fresa y el color se inyectó en sus labios, los tenía ligeramente entreabiertos.

Su cabello, había crecido un poco más, le caían mechones oscuros sobre su pálida frente, los aparté con mis dedos pasándolos suavemente por el tobogán de su perfecta nariz.

Se lo eché hacia atrás, dejando al descubierto sus pobladas cejas oscuras y tan atractivas que siempre me parecieron sexys.

—Deja de verme como una maldita psicópata mientras duermo. Es extraño.

Quité mis manos enseguida dando un pequeño salto al verme descubierta.

De nuevo traté de levantarme, pero el agarre de su mano en mi cintura se hizo más fuerte.

—¿Cuánto llevas despierto? —pregunté mirándolo de frente.

Sus ojos oscuros me recibieron con una sonrisa ladeada, su voz ronca y de recién levantado hicieron que reprimiera un suspiro.

Me jaló fuerte de la cintura y me pegó a su cuerpo mientras me abrazaba y escondía su rostro en mi cuello con nuestras piernas entrelazadas bajo la manta.

Aspiró mi aroma acariciando mi cabello.

—Desde que sentí tu mirada sobre mí —susurró.

Fruncí el ceño pasando mi mano sobre sus hebras negras.

—¿Sentiste? —pregunté extrañada.

—Es algo que he ganado con el tiempo, siento cuando me miran sin siquiera voltearme a ver quién es.

—¿Y eso es bueno?

—Depende de la perspectiva —repartió besos suaves por mi cuello.

Pasamos un tiempo así, abrazados.

Secreto: Oscuro Y PerversoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora