—Te encanta esto ¿no? —preguntó con una sonrisa maliciosa incrustada en su cara y su boca en mi coño.
Las palabras no salieron de mi boca, solté un jadeo cuando chupó un punto sensible en mi intimidad y sus manos apretaron con fuerza mis muslos.
—Vamos, Enid, responde, sé que quieres que llene tu coño con mi semen.
Mi cabeza se hecho hacia atrás cuando sustituyó su boca por sus muy expertos dedos. Índice y medio.
Comenzó suave, abriendo los pliegues de mi vagina y ganando lubricacion por el líquido que yacía abundante en ella.
—¿Los meto?
Con un respiro hondo de deseo, agarré su cara entre mis manos y comencé a besarlo con ganas, metiendo mi lengua en su garganta y buscando la suya que no tardé en encontrar. Esa era más que una respuesta. Reprimí un jadeo cuando introdujo dos dedos en mi interior.
Aumentó el ritmo, lo único que se escuchaba en la habitación eran nuestras respiraciones aceleradas. De un momento a otro, pasé de estar sentada a que mi espalda chocará con el colchón y él encima de mí.
Su mano libre viajo a uno de mis pechos desnudo, apretujandólo sin dejar de besarme y pellizcando mis erectos pezones.
Me sentí en el mismísimo cielo por estar sintiendo estimulación en todos los sentidos.
Metía y sacaba. Metía y sacaba.
Por inercia abrí más las piernas y fue señal clave para que se separara un momento y ir a coger un preservativo.
Se lo puso y volvió a estar encima de mí.
—¿Lento?
—No digas estupideces.
Y acto seguido, agarré su palpitante erección y la conduje a mi entrada, lubricando la punta.
—Mierda, Enid, como sigas haciendo eso, no duraré mucho —soltó con voz grave.
Sin titubear, entro de una sola estocada. Y en tiempo récord encontró el ritmo que nos hacía jadear a ambos. Rápido, violento, ¿dolía? Un poco, sí, pero no importaba en lo absoluto en ese momento.
—Dios... más... por favor... —jadeé torpemente sujetándome de sus hombros y mis piernas enredadas en su cintura.
No se hizo esperar, entraba y salía con una rapidez sorprendente. Lamió mi cuello hasta saciarse y yo contenía mis estúpidos gemidos.
—No te contengas, me encanta escucharte —susurro con voz ronca en mi oído.
—Ah... Dios... mhm...
No aguanté más cuando su mano viajo a mi clítoris, relajé mi cuerpo hasta que las últimas estocadas llegaron haciendo que sintiera su líquido dentro de mí; luego dejó caer su cuerpo sobre el mío acariciándome el cabello. Ambos con las respiraciones entrecortadas por los espasmos del orgasmo.
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Secreto: Oscuro Y Perverso
De TodoUn psicópata y una chica normal, ¿qué podría salir mal?