| Capítulo 33 |

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"La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco"                                                                         —Platón

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"La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco"
                     
                                                   —Platón.


—Vale, tengo miedo.

—No más que yo a morir, eso es seguro.

Rodé los ojos y lo seguí.

El día había llegado, y el Tesla estaba aparcado al final de un enorme estacionamiento vacío, donde "ni siquiera las palomas se atrevían a acercarse" había dicho Henry.

Me senté en el asiento del conductor, con las manos sudorosas apoyadas en el volante.

Él lo hizo a mi lado.

El coche era aún más precioso por dentro, el olor a nuevo me encantaba y los asientos blancos eran muy lindos.

Henry, a mi lado, parecía disfrutar demasiado de la situación, con una sonrisa que era mitad burla y mitad “esto será divertido”.

—Bienvenida a tu primera clase de manejo con el maestro Henry. Hoy aprenderemos a no estrellar el coche contra una pared. —aplaudió lentamente, mientras lo fulminaba con la mirada.

—Por favor, no me pongas más nerviosa —murmuré, ajustando el asiento y los espejos como él me había indicado antes.

—¡Nerviosa! —exclamó Henry, llevándose una mano al pecho en un gesto exagerado—. Yo soy el que debería estar nervioso. Mi vida está en tus manos, y sinceramente, no me inspiras confianza.

Suspiré y le lancé una mirada de advertencia.

—Si sigues así, te bajas del coche.

—Relájate, relájate. Ahora, pisa el freno con fuerza. No queremos que el auto salga disparado como un caballo desbocado —exclamó —. Que aquí ninguno de los dos es corredor de fórmula uno, ¿no?

Asentí y obedecí, aunque el movimiento fue tan brusco que Henry se tambaleó hacia adelante.

—¡Mierda, Enid! ¿Te criaste en un circo? Es el freno, no un pedal de catapulta.

Bufé y me ajusté de nuevo en el asiento.

—¿Vas a seguir con eso o me vas a enseñar?

—Está bien, pequeña Hulk. Ahora, pon la llave en el encendido y gírala hasta que escuches el motor rugir como una fiera. Pero solo gírala, no la rompas.

Con un poco de duda, giré la llave.

El motor tosió, se sacudió y finalmente arrancó.

El ruido me hizo saltar en el asiento, mientras Henry soltaba un dramático suspiro de alivio.

—¡Milagro! Lo encendiste sin explotar nada. Estoy orgulloso de ti.

—¡Henry! —protesté, intentando no reír.

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⏰ Última actualización: Jan 11 ⏰

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