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El corazón de Rachel latió desbocado, lo más seguro era que él estuviera afuera esperándola. No quería contestar. Tenía miedo, por alguna extraña razón pensaba que si lo hacía Scott podría descubrirla ahí con Joseph; era algo estúpido, pero el temor muchas veces te hacía pensar en cosas realmente inverosímiles.

—¿Hola? —dijo nerviosa al contestar el móvil.
—Amor, ¿estás bien? —preguntó Scott al otro lado de la línea, obviamente preocupado por el tono de voz de la chica.
—Sí, estoy bien, sólo que estoy un poco nerviosa —dijo ella mordiendo ligeramente el interior de sus mejillas alternadamente.
—¿Ocurre algo, Rachel?

«Sí, acabo de besarme con Joseph. ¿Lo recuerdas? Sí, el chico con el que me descubriste a punto de besarme...»

Cabeceó intentando apartar ese pensamiento de su cabeza. No, no podía decirle eso, probablemente su novio subiría y los mataría a golpes a ambos.  ¿Por qué tenía que pensar en esas cosas? ¿Y por qué su mente se estaba llenando de imágenes tan gráficas? Mierda.
Respiró hondo.

—¿Rachel? Respóndeme.
—Perdón es que, bueno... —vaciló.
—¿Qué? ¿Quieres que suba?
—No —dijo ella de inmediato—. No, ahorita bajo y te explico todo.
—Bien. Te espero, si en diez minutos no bajas, iré a por ti —sentenció.
—Sí, ahora voy.

En cuanto colgó tomó su bolso, algunos papeles y caminó hacia la puerta.

—¿Saldrás conmigo? —le preguntó Joseph quien permanecía parado en medio de la oficina mirándola.

Ella se detuvo, volteó a verlo y negó lentamente con la cabeza.
En cuanto habló con Scott fue como haber vuelto a la realidad, ella no podría salir con nadie más —a menos de que algún día él se aburriera de ella y la dejara—, y no podía hacerse ilusiones de algo más. Quizá fuera precipitado, pero Joseph le provocaba muchas cosas, cosas que creyó que nunca volvería a sentir. Quería a Scott, por supuesto, pero había momentos en los que estaba segura de que su relación era enteramente sexual, no se quejaba para nada de eso, pero el sexo no compensaba todos los golpes y maltratos que recibía de él.

—No, lo lamento. Tengo novio. Lo que pasó fue sólo... un desliz.

A él le molestó y le dolieron un poco sus palabras; pero lo ocultó muy bien.

—Mmm y si salgo y tu novio me ve, ¿Crees que se enoje? —preguntó él en tono casual.
Ella palideció. No, él no podía hacer eso.
—No te atreverías —dijo con voz queda.
—¿Crees que no? —Sonrió divertido—. No le tengo miedo a tu novio.
—No lo conoces Joseph mejor aléjate de mí ¿Quieres? —espetó molesta.
—No lo haré, me gustas y no te dejare ir tan fácilmente —aseguró.
—Por tu propio bien, déjalo así.

Aquellas palabras retumbaron en la cabeza del chico. ¿Por su propio bien? ¿quién era ella? ¿su madre? ¿su niñera? ¿desde cuándo una chica debía de ver por su bien? Joder, que absurdo sonaba. Una chica intentaba decirle que era lo que debía hacer. Qué tontería.

—No quiero que te preocupes por mi bien ¿sí? —dijo él un poco molesto—. Sé cuidarme solo y sé perfectamente lo que hago —bufó.

Si había algo que Joseph odiara era que las demás personas vieran por él. Desde muy pequeño tuvo que defenderse solo,   que cuidarse de los vándalos y drogadictos cuando su único hogar era la calle, cuando todo lo que podía comer era algún pedazo de pan que encontrara tirado en la calle o bien lo que encontrara en la basura; ahora ya no pasaba por aquellas carencias pero nunca lo olvidaba. Él tuvo que salir adelante por cuenta propia hasta que George lo encontró, y le dio trabajo. No necesitó de nadie antes y ahora no necesitaba que una chica a la obviamente jamás le había faltado nada viera 'por su bien'. Y se sintió repentinamente furioso. Ella parpadeó asustada al verlo. ¿Se había encontrado con otra versión de Scott? ¿Había algo en ella que los atraía?

—Joseph yo... —comenzó.
—¡Sólo vete! —gritó sin dejarla terminar.
—¿Pero qué te pasa? —le preguntó sorprendida por su evidente cambio de humor—. ¿Qué te hice?
—Nada —repuso con frialdad.

Ella se sobresaltó al oír el tono de su voz.

—¿Qué esperas? —preguntó Joseph—. Vete para que yo pueda largarme de aquí.
—Joe no sé qué te hice pero discúlpame —dijo con sinceridad, ella no comprendía que era lo que le había hecho o dicho a aquel chico para que se pusiera así, pero sentía la necesidad de remediarlo.

Joseph bufó exasperado y caminó hacía el pasillo para poder irse. Ella caminó detrás de él.

—No Joseph, déjame salir a mi primero.

Él se detuvo.

—Apúrate.

Ella se encogió de hombros, pasó junto a él e intentó mirarlo, pero Joseph mantenía su mirada fija hacia el frente. La chica intentó decir algo, pero se lo pensó mejor, apretó los labios y se fue. Se despidió de Vivían cuando pasó por recepción, al salir, vio a Scott recargado en su precioso descapotable. Un mustang plateado.
Ella camino hacia él.

—Hola —le sonrió.
—¿Qué pasa, nena? —le pregunto él.

Le dio un corto beso en los labios antes de responder.

—Nada amor es sólo que el señor O'Conner no regresó a la oficina, y estaba preocupada.
—No te preocupes —le sonrió él acomodando un mechón de su cabello detrás de la oreja—. Quizá se le presento algún inconveniente en su casa; ya mañana lo verás y podrás preguntarle.
—Sí, tienes razón.
—Ajá, ahora vámonos.

Le dio un beso fugaz en los labios, abrió la puerta del auto para que ella pudiera subir y una vez que él también estuvo dentro encendió el auto y arrancó.
Joseph los vio alejarse desde detrás de la puerta principal. Suspiró y salió del edificio. El viento sopló ligeramente. Joe cerró los ojos mientras el aire rosaba su rostro como lo había hecho por la tarde, sacó un cigarro y lo encendió. Dio una larga calada, contuvo el humo unos segundos y después lo expulsó.
Bajó las escaleras hasta su auto y se subió a él. No dejaba de pensar en su doloroso pasado, sus padres lo habían abandonado cuando era apenas un crío. Era diciembre, las frías calles no le ofrecían ningún lugar en el cual protegerse.
Esos recuerdos permanecían en su mente y eran tan vividos, tan claros.

—Mi amor —le había dicho su madre con lágrimas en los ojos— ¿Nos esperas aquí? Tu padre y yo iremos por comida.

Él asintió.
La mujer se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.

—Te amo —le susurró—. Y siempre lo haré. —Su voz se quebró debido a los sollozos que intentaba contener.

Joseph le había acariciado la mejilla y limpiado una lagrima.

—Te amo mama —respondió él con voz cantarina, infantil.

Ella no pudo más y rompió en llanto.

—¿Por qué lloras, mami? —preguntó el pequeño.

Los sollozos de la mujer se volvieron incontrolables. El esposo le dijo algo que la hizo calmarse de inmediato.

—Ahorita vengo mi amor te lo prometo. —Y se puso de pie dejando al pequeño ahí sentado en las escaleras de una casa.

La mujer dio media vuelta y se fue abrazada de su esposo.
«Ahorita vengo.» Esa fue la promesa que le hizo su madre y que jamás cumplió.

Joseph sintió que los ojos le picaban mientras unas lágrimas amenazaban con salir. Esas fechas le hacían recordar aún más todo aquello. Un nudo se le formo en la garganta. Se dejó llevar unos cuantos segundos por la melancolía. Resopló ¿Porque no habían regresado por él? Si de verdad lo amaba tanto como dijo ¿Por qué lo abandonó ahí? Negó con la cabeza. Limpió de inmediato la única lágrima que había logrado escapar y arrancó.
La carretera parecía desaparecer debajo de las llantas, quería huir de aquellos recuerdos que tanto lo herían. Huir... como si de verdad pudiera. Esos recuerdos lo seguirían todo el tiempo; todos los días de su vida, porque gracias a ellos había vivido una infancia miserable en la que en muchas ocasiones se vio obligado a robar para poder alimentarse, y a sus padres eso nunca les importó. Si no que, más bien, sin remordimientos lo habían abandonado.

REVENGE (+18) ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora