18

1.3K 116 2
                                    

Scott sintió que todo le daba vueltas, empezaba a revolversele el estomago así que se dejó caer sobre el mullido sillón que tenía en su antigua casa —en la que vivia antes de irse con Rachel—, había estado durmiendo ahí las últimas dos semanas. El lugar estaba hecho un desastre, no se preocupó por limpiarlo, prefería salirse desde muy temprano e ir a emborracharse para llegar a su casa a las dos o tres de la mañana y repetir el proceso al día siguiente.

Su móvil permanecía sobre la mesita de centro, una lucecita blanca parpadeaba. Scott alargó la mano hasta él. Tenía varias llamadas perdidas de un numero restringido, no había mensajes de texto ni de voz.
Dejó el móvil sobre el sillon y sostuvo su cabeza entre sus manos, sentia que en cualquier momento estallaría.

Era lo malo de las resacas y lo peor era que no tenía aspirinas ni nada que le calmara el dolor de cabeza. Se recostó en el sillón y cerró los ojos. Intentó dormirse pero su movil vibró, ni se inmutó, al contrarió, cruzó los brazos sobre su pecho y se negó a contestar.

El móvil continuó vibrando incesantemente. El chico maldijo en voz baja y murmuró unas cuantas incoherencias se incorporó y por fin contestó.

—¿Bueno? —su voz sonó débil como si estuviera gravemente enfermo.
—Kensington, te he estado buscando —dijo una voz grave y claramente molesta al otro lado de la linea.

A Scott se le abrieron los ojos como platos mientras el color escapaba de su rostro, sintió un sudor frío bajarle por la nuca. Tragó saliva ruidosamente y se incorporó de un salto.

—Yo ... -—empezó Scott queriendo excusarse aunque en realidad no sabía que decir. Le temblaba el labio inferior mientras hiperventilaba.

—Kensington, ¿Dónde está tu novia? —dijo nuevamente aquella voz tan tranquila y fría que a Scott se le erizó la piel—. Estoy seguro de que no está contigo. —Scott pudo percibir que la persona al otro lado de la línea estaba sonriendo de manera burlona. —¿O sí?
—N-no, e-ella n-no e-esta a-aquí —tartamudeó Scott.

El hombre suspiró y se quedó callado. Scott cambió su peso de un pie al otro mientras esperaba. Conforme pasaban los segundos su ansiedad iba en aumento al igual que el dolor de cabeza y el comienzo de las nauseas.

—¿Qué le hiciste?

Su tono de voz fue bastante calmado, pero aun así Scott se preocupó y no sabía ni qué decir.

—Nada yo...
—¿Tú qué? —lo interrumpió— ¿Crees que no lo sé? La golpeaste.
—No, yo solo...
—Ni siquiera te atrevas a negarlo. Joder.

Se escuchó un golpe fuerte. Scott podía imaginar a aquel hombre golpeando su escritorio mientras la rabia recorría todo su ser. No dijo nada, lo conocía y sabía que tenía un temperamento bastante fuerte. Scott sostuvo el móvil con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Estaba temblando. Sí, lo había hecho y estaba arrepentido. Tragó saliva nuevamente.

—No fue culpa mía —musitó.

O tal vez sí, la bipolaridad no era curable, se podía controlar pero aún así no siempre lograba poder calmar sus arranques de ira, de igual modo,  llevaba tiempo que no iba con un psiquiatra para examinar que tanto habia empeorado su enfermedad; porque, aunque quisiera negarlo, sabía que últimamente le era más difícil sobrellevar sus cambios emocionales.

—Kensington, —le hablo el hombre— necesito que traigas a esa chica conmigo. Aunque, claro, primero tendras que ganarte su confianza nuevamente y...
—¿Llevarla contigo? —lo interrumpió.
—Creo que fui muy claro, a menos que te estés quedando sordo. ¿Es eso?
—No, señor.
—Bien, no importa cuanto te tardes sólo quiero que la traigas. Ah, y otra cosa: No te atrevas a golpearla de nuevo o te juro que yo mismo me encargaré que no vuelvas a ver la luz de otro día —y colgó.

Scott se quedó petrificado, no entendía el porqué de aquella amenaza. Sintió curiosidad. Necesitaba saber cuál era el interés que tenía aquel hombre hacia Rachel, pero si quería esa informacion debía llevarla.

Caminó de un lado a otro mientras ideaba un plan, tenía que hacer que ella confiara en él, otra vez, eso le tomaría tiempo, mucho tiempo; sin embargo, la paciencia no era lo suyo.

Debía encontrar la manera más sencilla y rápida de convencerla, pero nada se le venía a la mente. Se sentó nuevamente en el sillón aun con el móvil en la mano. Quiso llamarla y decirle que la amaba, que la extrañaba y que no podía vivir sin ella.
«Tal vez funcione» pensó.
Marcó el número, pero en el primer timbrazo colgó. Se maldijo así mismo. Era tan sencillo, solo debía ser romántico.
Llamó nuevamente y colgó antes del tercer timbrazo.
Suspiró profundamente. Se levantó, sacó una botella de whisky y se bebió lo poco que había de un solo trago.
Agarró valor, inhaló profundamente y volvió a llamar, espero el primer timbrazo, el segundo, el tercero... estaba a punto de colgar pero ella contestó.

—¿Scott? ¿estás bien?

El chico se quedó callado al oír su voz. sintió como su corazon latía desbocado, aunque él aun no lo aceptaba del todo, estaba consciente de lo que ella le hacía sentir, de lo que provocaba en él con una mirada, un roce, una palabra...

—¿Estás ahí? ¿Scott?

—S-sí —tartamudeó—. Solo... yo... esto... bueno, quería oír tu voz —dijo finalmente.

Ahora ella estaba callada.
Él tenía ganas de darse de topes en la pared. ¿Por que había dicho eso? Se sintió como un jodido adolescente.

—Scott yo —empezó la chica— perdón. —Suspiró—. Por como me porte contigo aquella vez pero estaba pasando por un mal día, no estuvo bien que me haya desquitado contigo. Perdóname.

—No te preocupes —respondio él—, yo también fui un idiota, no estuvo bien que yo te... —vacilo— haya pegado.

De nuevo hubo silencio, solo que esta vez fue un poco más incómodo, ese había sido un tema demasiado delicado del cual Rachel no estaba preparada para hablarlo y Scott lo sabía, pero sintió un repentino impulso por decirlo.

—No te preocupes —dijo Rachel—. Entiendo que no hayas podido controlarte y que yo en parte tuve la culpa de lo ocurrido.
—No —la interrumpió—, tú no tuviste nada que ver sólo...

—Rachel —dijo una voz a lo lejos al otro lado de la línea—, ¿estás lista?

Scott guardó silencio mientras escuchaba como Rachel respondía, era un sonido amortiguado, lo mas probable es que estuviera cubriendo el auricular con la mano. Se trataba de un hombre, ella estaba con otro. Esperó a que terminara de hablar.

—Scott...
—¿Sabes que? —habló apretando los dientes con fuerza— No sé porqué me empeño en querer recuperarte cuando tú ni piensas en mí y ya estas divirtiéndote con otro.
—Scott, no, mira...
—No me digas nada, vete con él y que te aproveche.

Clic.
Sin permitirle que le explicara él colgó.
No había manera de que pudiera convencerla, ni de intentar ganarse su confianza. No tenía otra opción más que hacerlo por la fuerza.
Y decidió que debía secuestrarla.

REVENGE (+18) ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora