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Scott llegó al departamento que compartia con Rachel. Cerró la puerta tras de sí y aventó las llaves, las cuales cayeron sobre el sillón beige que estaba pegado a la pared del lado izquierdo. Caminó hacia la habitación esperando que su novia estuviera ahí. Durante el corto trayecto fue aflojándose la corbata y desabotonando su camisa verde.

—Amor, ya llegue —anunció al abrir la puerta.

Se sorprendió al ver que Rachel no estaba ahí. Frunció el ceño. La cama estaba perfectamente hecha. Se dirigió al baño y abrió la puerta. Estaba vacío.

¿Donde podría estar? Tomó su móvil y marcó su numero. Esperó. Timbró tres veces y ella no contestó. Torció el gesto y se imaginó lo peor.
Los celos no son unos grandes consejeros, y menos si padeces celopatía.
No sabía donde estaba su novia y se imaginó lo peor. Incluso, Scott, podía jurar que la veía en ese mismo instante, sobre la cama, abierta de piernas con un tipo encima. Parpadeó rápidamente y aquella grotesca imagen desapareció de inmediato.
Soltó un gruñido.
Sintió el repentino impulso de salir e ir a buscarla, pero sería inútil; la ciudad era grande, había demasiados lugares en donde buscar y ella quizá ya estaba de regreso. Miró su reloj eran las cinco de la tarde.

Caminó hacia la cocina mientras la ira se apoderaba de su cuerpo. Abrió el refrigerador, cogió una lata de cerveza y se dirigió a la sala a esperar a Rache. Miraba fijamente la puerta, no podía creer que su novia estuviera con algún imbécil, pero en su mente una voz le susurraba que era lo más lógico. Ella nunca salía sola, siempre iban juntos a todos lados, además de que ahora estaba desempleada y no tenía ningún motivo para salir sin compañía.
«Cuando llegue sabrá de lo que soy capaz. Maldita zorra. ¿Cómo se atreve a engañarme?»
Nuevamente su cabeza se llenó de imágenes sobre Rachel y otro hombre en distintas posiciones sexuales.

El alcohol empezaba a hacer estragos en él , ya llevaba seis cervezas y su novia no aparecía. Lágrimas resbalaban por su mejilla mientras la ira y la frustración lo inundaban. Miró su reloj, no pudo ver la hora que era, los números parecían bailar de un lado a otro. Cerró los ojos con fuerza y lo miró de nuevo. Soltó un gruñido no podía distinguir bien los números, y por lo tanto no podía saber que hora era.

De pronto escuchó el sonido de unas llaves. Esperó. Vio como giraba la perilla lentamente; Rachel entró y cerró la puerta, no se había dado cuenta que Scott estaba ahí mirándola atentamente. Cuando se giró se encontro con la mirada llena de coraje de su novio, se quedó pasmada. Bajó su mirada hacia la mesa de centro y vio los botes de lata vacios y aplastados. Negó con la cabeza y caminó hasta Scott.

—Estuviste tomando —le dijo molesta.
—¿Donde estabas? —preguntó él evidentemente cabreado.
—Fui a visitar a una amiga —mintió Rachel sin atreverse a mirar a Scott, no podía decirle que había estado con Joe, no habían hecho nada —quizá besarse un poco—sintió cómo sus mejillas ardieron al recordar como había besado a Joseph. Fue tan dulce, tan tierno.
—Estabas con otro —dijo en tono de reproche.
—No sé de qué me hablas —respondió Rachel mientras recogía las latas de cerveza.
—No quieras verme la cara de idiota.
Ella no pudo evitar estremecerse ante sus palabras.
—E-es que,  y-yo  n-no se de qué m-me hablas —tartamudeó mientras se incorporaba rápidamente. Evitó la mirada de Scott y se dirigió a la cocina.

Scott se puso de pie y caminó detrás de ella tambaleándose un poco. Rachel no se dio cuenta. Él aprovechó el momento y la sujetó con fuerza del cuello para aventarla contra la pared. Las latas cayeron al suelo.
Ella no tuvo tiempo para quejarse, Scott la tomó del cabello y la atrajo hacia sí de forma violenta.

—¡¿Dónde putos estabas?! —le gritó.
—Ya te dije que...
—¡No mientas! —la interrumpió mientras la aventaba haciéndola caer al suelo.

REVENGE (+18) ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora