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En cuanto lo vio dirigirse al baño quiso ir detrás de él, abrazarlo fuerte, retractarse de todo lo que había dicho y besarlo como si su vida dependiera de ello; pero no lo hizo.
Suspiró, se levanto de la cama y con movimientos lentos comenzó a vestirse. Una vez que hubo terminado, se sentó en la cama a esperarlo.

Joseph tardó un buen rato en salir, tenía los ojos hinchados y enrojecidos. Su rostro expresaba todo el dolor que estaba sintiendo. Rachel, al verlo, se puso de pie y se acercó a él. Estaba nerviosa, no dejaba de juguetear con sus dedos y de morderse el interior de las mejillas.

—¿Ibas a decirme algo? —preguntó Joseph de manera brusca.

Rachel asintió con la cabeza aunque, en realidad, no tenía la menor idea de qué decir. Odiaba sentirse tan confundida y de ponerse tan indecisa, ¿por qué no podía decirle simplemente "oye, Joseph, olvida las estupideces que dije y abrázame"?

—Rachel, debo irme.
—Joseph, yo...

Él la miró esperanzado.

—¿Qué? —susurró—. Sólo dilo.
—Sí. Esto... Yo... Que te vaya bien...

Joseph resopló, se pasó la mano por el cabello y se frotó la frente como si hubiera empezado a dolerle.

—¿Eso es todo, Rachel?
—Supongo que sí.
—Bien. Adiós.

Se dirigió a la puerta, lo único que quería era largarse de ahí para irse a su casa donde podría estar totalmente solo, donde podría tirarse al suelo hecho un ovillo y llorar; llorar como nunca antes, y desahogarse. Salió de la habitación y recorrió el pasillo dando grandes zancadas.
Rachel permaneció en la habitación. Escuchó el sonido de la puerta al abrirse y posteriormente al cerrarse. Se sentó en la cama y dejó que las lágrimas bajaran por su rostro. Sabía que acababa de cometer el mayor error de su vida, pero ya no había marcha atrás.

Caminó sin rumbo con las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón. Iba cabizbajo, y arrastraba los pies. Cualquiera podía darse cuenta a simple vista de que estaba destrozado. No era la primera vez que se sentía así, sin embargo, sí que era la primera vez que le dolía tanto.
Después de un largo rato el frío empezó a hacer mella en él, estaba al aire libre en pleno noviembre. El aire soplaba silbando ligeramente y agitando las hojas de los árboles. A Joseph empezaron a arderle las mejillas y a lagrimearle los ojos. Una cuadra más adelante encontró un 7Eleven, agradeció infinitamente que fuera de esos establecimientos 24 hrs.
Al entrar, fue gratamente recibido por una deliciosa calidez. Compró un café, una cajetilla de cigarros y un encendedor. El frío volvió a golpearlo en cuanto salió. Maldijo en voz baja y bebió de su café, se estremeció al sentir la bebida caliente bajando por su garganta. Poco a poco fue calentándose.
Siguió su camino, necesitaba llegar a su casa. Estaba cansado.
Una de las grandes ventajas de vivir en un fraccionamiento privado era que casi no se preocupaba por la inseguridad. Los alrededores siempre eran patrullados por la policía y los mismos vecinos se mantenían en constante vigilancia. Por eso mismo se atrevía a regresar a altas horas de la noche. Aparte de que en realidad Rachel no vivía demasiado lejos.
Rachel...
Sus pensamientos lo traicionaron de nuevo, había hecho aquel paseo con la esperanza de despejarse y no volver a pensar en esa chica.
Torció el gesto y negó con la cabeza. Llegó al portón de entrada del fraccionamiento, abrió con su llave y entró. Saludó al vigilante que estaba en su caseta y anduvo hasta su casa.
Poco antes de llegar su móvil sonó, se sobresaltó al principio y después se apresuró a contestar.
Que sea Rachel, deseó.

—¿Bueno?
—¡Hey! ¿Estás en casa? Creo que es necesario que vayamos a algún lado a tomar, ¿qué dices? ¿O ya estás en algún bar? —Joseph sonrió al oír la voz de su mejor amigo.
—Vaya, no sabía que ya habías regresado.
—Luego hablamos de eso, ¿vamos por unas cervezas o no?
Joseph sonrió. Sí, era lo que necesitaba. Tomar y olvidarse de todo por un rato.
—Estoy en casa, ¿pasas por mí o quieres que nos acabemos todas mis botellas de licor?

* * *

Se sirvió una segunda taza de café, tomó otro paquete de galletas y fue a sentarse a la sala. Encendió el televisor y fue cambiando de canales hasta que encontró algo interesante. Nunca había sido muy afecta a las películas románticas pero esa noche se sentía con ganas de ver una.

Quizá soy una masoquista o algo por el estilo...

Definitivamente no había sido una buena opción ver aquella película, no pudo evitar llorar cuando la pareja protagonista estaba despidiéndose. No podía creerlo, se veían tan enamorados y tan felices juntos, ¿por qué mierda estaban terminando? ¡Las diferencias de carácter y gustos no eran una justificación!
Estaba furiosa con los personajes. Les gritaba que estaban siendo estúpidos. Y claro, ella se sintió aún más estúpida al darse cuenta de que estaba intentando aconsejar a aquella pareja que sin duda ni siquiera la estaban escuchando. Era una jodida película.
Casi al término lloró de felicidad al ver que la pareja se reencontraba y habían quedado en volver a verse después.

—Seguro volverán —dijo para sí misma—. Es obvio que se aman.

Bostezó y apagó el televisor. Levantó las envolturas que estaban desperdigadas por todo el sillón, su taza de café ya vacía y su chocolate —que aún estaba comiendo—. Dejó la basura en el cesto correspondiente, lavo la taza y se fue a su habitación. A pesar de haber tomado tanto café el sueño había empezado a vencerla.
Se puso su pijama, se acostó y se tapó con las cobijas. Apagó las luces y miró el techo. Poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad. En su mente revivió cada momento que había pasado con Joseph aquella tarde. En su rostro se dibujo una sonrisa triste. Se sintió repentinamente sola. Aquella noche la cama la tenía toda para ella. Scott se había ido, y ella prácticamente corrió a Joseph.
Los ojos le ardían de tanto haber llorado, y el sueño empezaba a vencerla. Antes de dormir pensó en él y deseó que estuviera con ella siempre. No sabía cuándo ni cómo, pero buscaría la manera de que regresara a su lado.
Y con esa idea en mente se quedó profundamente dormida.

REVENGE (+18) ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora