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George salió de su despacho quince minutos después, caminó hasta el salón donde Joseph lo estaba esperando y se detuvo frente a él.
Al verlo, se puso de pie de inmediato.

—Aquí está tu cheque —le dijo George a Joseph—. Aumenté un poco la cantidad debido a lo que te hizo pasar ese imbécil.
—Muchas gracias —respondió tomando el cheque.
—Puedes retirarte yo te llamaré cuando te necesite. Y no te molestes en venir mañana. De hecho, creo que necesitas unas vacaciones.
—¿Vacaciones? —preguntó extrañado. —Señor, creo que no puedo aceptar eso, ¿qué haré durante esos días?

George emitió una corta carcajada.

—¿Yo qué sé? Ve a divertirte, a buscarte una chica, a bailar, o a lo que sea que hagan los jóvenes para divertirse. Pero no quiero verte por aquí, al menos por un mes.
—¿Un mes? ¿No cree que es mucho tiempo?
—No. Hace dos años que trabajas sin parar y creo que mereces descansar. Ahora, vete.

Joseph suspiró, asintió con la cabeza, se inclinó un poco haciendo un gesto de reverencia y se retiró. Al salir de la enorme casa sacó el cheque. La cantidad había sido prácticamente triplicada.

«Por lo visto ser el consentido del jefe tiene sus ventajas.»

No estaba seguro de ser su favorito, a pesar de que su mejor amigo de lo había dicho en muchas ocasiones. Tenía mucho tiempo trabajando para George, sabía que a ninguno de los demás chicos les aumentaba la cantidad cuando alguno de sus "objetivos" les hacía pasar malos ratos. Por alguna razón que él desconocía, su jefe lo complacía en muchas cosas; por ejemplo, esas vacaciones. Es cierto que no le gustaba eso de "tomarse descansos" pero en algunas ocasiones había pensando en dejar todo aquello. Aveces tenía ganas de llevar una vida normal y tranquila, de tener un trabajo estable, tener amigos de verdad con los cuales salir a algún bar y tomar cervezas o tener alguna novia. Hasta el momento había ido él solo a alguno que otro prostíbulo para conseguirse mujeres para echarse un polvo. Sin embargo, sentía la necesidad de tener alguna novia a la cual contarle sus pesares, sus alegrías, una chica que lo consintiera y que él pudiera hacer lo mismo con ella, pero con la mierda de vida que llevaba aquello era imposible.
Y pensó en Rachel, y en la posibilidad de que pudiera entablar una relación seria con ella, pero... ¿ella lo aceptaría? ¿Se asustaría cuando él le dijera la verdad? ¿O cómo reaccionaría?
Lo mejor era no media garlo mucho o llegaría a la peor de las conclusiones.

También pensó en su mejor amigo al que no veía muy seguido ya que salía mucho. A pesar de que ambos trabajaban para el mismo hombre, no hacían las mismas cosas. Nicholas realizaba operativos importantes para llevar a cabo grandes robos, mientras que Joseph era algo así como un sicario.
A decir verdad, no negaba que sí le gustaba su trabajo —si es que podía llamarlo de aquella manera—. Le gustaba la adrenalina, le fascinaba poder usar un arma, disparar, disfrutaba ver a aquellos miserables suplicar por piedad, sentía que de alguna manera le daba cierto poder sobre los demás. Pero nunca había asesinado a nadie, o al menos no por cuenta propia, no había sido de manera intencional solo quería darle un susto pero no sabía que el arma estaba cargada.

Una mueca de dolor se dibujó en su rostro...las últimas palabras de aquel hombre lo seguían atormentado.

«No, por favor, tengo una hija.»

Una hija.
Había dejado a una indefensa niña sin su padre. Pensar en eso sólo hacía que el recuerdo fuera aún más doloroso. Le había arrebatado a aquella pequeña a su tesoro más querido. Su padre.
Ahora era una chica huérfana. Igual que él.
Resopló y se subió a su auto mientras las palabras de Paul Anderson seguían retumbando en su cabeza.

REVENGE (+18) ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora