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Rachel contemplaba la mesa fijamente con aire distraído rememorando una y otra vez aquel doloroso momento en el que fue testigo de cómo le habían arrebatado, de la manera mas cruel, la vida a su padre.

—Lamento mucho oír eso —dijo Joseph alargando su mano para tomar la de ella.
—No te preocupes amor —dijo ella—  eso fue hace mucho tiempo y pues ah cicatrizado un poco.

Rachel mentía, eso jamás iba a pasar, quería vengarse, se sentía con aquella obligación. Quería que su padre —donde quiera que estuviera— se sintiera orgulloso de ella, que se diera cuenta de lo importante que aun era en su vida. Sin embargo, no quería contárselo a Joseph; no todavía.

—¿Estas segura? —preguntó él al ver la expresión de fiereza en su rostro.

Ella asintió con la cabeza, no quería seguir hablando de aquello no lo veía adecuado en ese momento, dentro de dos días sería navidad y quería disfrutarlo con él. Quería que fueran juntos a comprar lo necesario para preparar el pavo, comprar algunos regalos, adornar el árbol, entre otras cosas.

—Vamos a la cama amor —dijo ella poniéndose de pie y se dirigió a la habitación.

Joseph se incorporó de la silla y fue detrás de ella; pero se detuvo un momento, dio media vuelta y entró a la cocina.

Rachel no se había percatado de que Joseph no la seguía, entró a la habitación y se sentó en la cama fue entonces que notó su ausencia. Frunció el ceño y se preguntó en donde podría estar, estaba a punto de ir en su búsqueda cuando lo vio atravesar el umbral de la puerta; traía un bowl y un envase de crema batida. Lo miró a los ojos y pudo notar el deseo en su mirada. Le dedicó una sonrisa coqueta.

Joseph caminó hacia ella y colocó las cosas que traía sobre el buró y entonces Rachel pudo ver que lo que contenía el bowl: fresas. Se sentó a un lado de ella.

—Quiero mi postre —dijo Joe mirándola de arriba a abajo con evidente lujuria.
Ella se puso de pie y frente a él poco a poco fue despojándose de su ropa hasta quedar completamente desnuda. La débil iluminación de las velas no le impidió a Joseph ver su cuerpo; las curvas perfectas de sus pechos, la delineada cintura y las anchas caderas. Él palmeó la cama como invitándola.

—Acuéstate, hermosa.

Rachel avanzó dos pasos hacia la cama y se sentó en ella para después acomodarse en medio de ésta.

Él se levantó de la cama y tomó la crema batida. Se inclinó hacia su novia y con cuidado fue poniendo crema batida en cada uno de sus senos, fue bajando haciendo un camino desde el surco que dividía sus senos hasta su monte de venus donde formó un triángulo perfecto. Rachel permanecía inmóvil, jadeaba un poco y sentía como se le erizaba la piel debido a lo frío de la crema. Miró a Joseph quien estaba concentrado en su labor. Después, agarró el bowl de fresas y puso una en cada seno en donde debían estar los pezones, puso otra en el ombligo y por último una en su monte.

Se separó de ella y admiró su obra.

—No sabes como disfrutaré este postre —dijo Joseph al mismo tiempo que desabrochaba su camisa—. Y sé que tú también lo disfrutarás.

Rachel se mordió el labio inferior y se removió ansiosa, quería que Joseph se acercara nuevamente, necesitaba sentir en su cuerpo sus labios, su lengua, sus manos, quería sentir sus lamidas, sus chupadas, sus caricias, sus besos.

Joseph ya estando desnudo se acercó a ella, ya quería probarla. Se acomodó a sus pies, le abrió las piernas y la miró a los ojos mientras se inclinaba hasta tener su coño a escasos centimetros del rostro, besó con delicadeza sus muslos y les dio pequeños mordiscos haciéndola gemir. Le dio una lamida en su sexo quitando un poco de crema, la saboreo. Mordió la fresa que había dejado ahí, una y otra vez hasta acabarsela.

—Sigue... —murmuró Rachel entre jadeos.

Joseph obedeció, continuó lamiendole todo el monte de venus quitando la crema, pasó su lengua de arriba a abajo y todo alrededor.

Rachel se estremecía, gemía y jadeaba debido a lo que él estaba haciendo en su sexo.

Joseph subió quitando la crema con la lengua hasta llegar al ombligo donde comió la fresa e introdujo su lengua. Ella arqueó un poco su espalda, estaba ansiosa porque llegara a sus pechos. Joseph continuó su recorrido con la lengua pegada a la piel de la chica hasta llegar a sus grandes, redondos y perfectos pechos, primero se inclinó hacia el derecho y tomó la fresa entre sus labios. Subió hasta que la ver de frente a los ojos y le ofreció la fresa, ella entreabrió los labios permitiendo que la fresa entrara a su boca y se la comió. Joseph de nuevo se inclinó hacia su pecho derecho y pasó su lengua dejándolo completamente limpio sin ningún rastro de crema.

—Joe —jadeó—, sigue... —pidió—, sigue comiendo de mí, se siente tan rico.

Él no dijo nada, sino que hizo lo que ella le pidió. Se pasó a su pecho izquierdo y comió la fresa aún la tenía en su boca cuando empezó a lamerlo hasta que no quedó nada. Rachel no paraba de gemir, aquello era nuevo para ella, nadie había comido sobre su cuerpo y la sensación había sido por demás placentera.
Joseph descendió de nuevo hasta su sexo. Alargo su mano tanteando hasta encontrar la crema batida, puso un poco en el sexo de Rachel y se la comió. La tomó de las caderas y bebió, lamió y chupo; la mezcla de sabores lo enloqueció. La escuchó gemir y murmurar palabras ininteligibles, le fascinaba ver y oír cuanto disfrutaba, como se retorcía de placer mientras él disfrutaba de su cuerpo.

—Sí, Joe, así —jadeó.

Joseph introdujo dos dedos dentro de ella los cuales resbalaban con facilidad debido a la humedad de su sexo. Y mientras la penetraba con sus dedos chupaba su clitoris.
Rachel gemía con fuerza, el placer que sentía era inmenso e indescriptible. Joseph sabía como complacer a una chica, volverla loca, hacerla llegar al más intenso de los orgasmos y estaba a punto de hacerla correr.
Ella tenía la frente perlada de sudor, sus piernas temblaban, las sacudidas en su cuerpo… todo aquello le indicaba que en cualquier momento explotaría… y así fue, gritó fuerte mientras se estremecía debido a las oleadas de placer que se extendían por su cuerpo para después quedar inerte sobre el colchón.
Joseph se acostó a su lado y la abrazó fuerte mientras ella se acurrucaba en él. Su respiración estaba agitada y su corazón latía con fuerza. Varios minutos después su respiración se regula.

—¿Ya estás bien, amor? —preguntó él.

Rachel asintió.

—Ahora me toca a mí —dijo ella—. Es mi turno de comer mi postre.

REVENGE (+18) ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora