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Llegó a media noche a su casa. Se había pasado toda la tarde sentado en una banca del parque. Se sentía confundido, una parte de él estaba contento y la otra un tanto triste. Y ambos sentimientos eran ocasionados por una sola persona: Rachel.

Se sentía feliz por lo que había sucedido en la tarde, cuando ella lo beso y se sentía triste por el hecho de que ellos jamás podrían tener algo. Y no tenía nada que ver con el novio de ella, más bien porque Joseph no creía ser merecedor de ella. Se veía a sí mismo como si fuera un maldito monstruo sin corazón, un desalmado que iba en busca de personas a las que debía llevar hasta su jefe para ser asesinadas.

«No merezco ser amado -pensó-, un tipo como yo no merece nada bueno... Y ella lo es. Es buena, tierna, dulce, un tanto testaruda y evidentemente celosa, y sin embargo, todo eso es lo que me atrae de ella, y lo que me impide alejarme; sé que tengo que hacerlo pero simple y sencillamente no puedo. Tampoco es como si lo hubiera intentado pero no, no puedo

También, en cierta manera tenía miedo. Miedo de que ella supiera a lo que él se dedicaba. Lo aborrecería y se iría de su lado. Desaparecería de su vida. Eso era lo que iba a pasar si él seguía viéndola. Además, tarde o temprano la verdad saldría a la luz, no podría mantener ocultas las cosas durante mucho tiempo.

Se recostó en uno de los sillones. Estaba parcialmente a oscuras. Tenía las cortinas corridas lo que permitía que entrara la luz de la luna. Se quedó ahí sin saber que hacer con sus sentimientos, pensó en irse durante algunos días para poder olvidarse de ella; pero no creyó que funcionara. Además, sabía que no tendría el valor suficiente para irse. Incluso estaba pensando en verla al día siguiente. No podría estar sin Rachel. Quizá... se estaba enamorando.
Suspiró. Sí, era bastante complicado aceptar algo como aquello. No podía permitirse amarla.
«¿Amarla?» Se golpeó mentalmente ¿cómo era posible que pensara -o sintiera- ya en una emoción tan fuerte como esa?

—No. Yo no debo y no puedo amarla —se reprendió.

Se levantó, caminó a su habitación sin encender ninguna luz, sólo se dejó caer en la cama y se permitió pensar en Rachel antes de caer en un sueño profundo.

* * *

Dio una larga calada a su cigarrillo antes de tirarlo al suelo y pisarlo para que se apagara. La tarde era fría, metió sus manos en los bolsillos de su chamarra con la esperanza de que se le calentaran un poco. Miró el cielo nublado. Estaba algo oscuro, al parecer iba a llover. Siguió caminando sin rumbo fijo pensando en Rachel y en sus ojos color chocolate. Sonrió. La gente que pasaba junto a él lo miraban un poco extrañados, quizá se preguntaban porque aquel chico sonreía de aquella manera tan estúpida.

De pronto sintió que alguien lo tomaba de la chamarra. Se giró, y sintió un golpe en el ojo izquierdo, se tambaleó ligeramente hacia atrás. Ya había perdido la cuenta de todas las veces que había pasado por una situación similar, pero no recordaba que debiera algo, a menos de que fuera a causa de algo ocurrido en alguna borrachera.
De inmediato enfocó la mirada para ver de quién se trataba.
Era Scott el novio de Rachel.

—No quiero que vuelvas a acercarte a mi novia —gruñó furioso—. Es mía y no quiero verte cerca de ella.

Se giró dispuesto a irse pero Joseph no se lo permitió. Tiró de él agarrándolo de la chaqueta esperó a que volteara y le propinó un golpe mas fuerte que el qué él le había dado, sólo que Joseph se lo dio en la nariz. Scott cayó al suelo mientras se cubría la cara con ambas manos. Se retorcía por el dolor y gritaba.

—Eso es para que sepas que conmigo nadie se mete. Imbécil.

Se alejó de ahí mientras la gente se amontonaba a su alrededor intentando ver como estaba Scott. No estaba muy bien que digamos, le estaba saliendo mucha sangre de la nariz. 
A Joseph le había molestado mucho lo que Scott había dicho. Sí, Rachel era su novia, pero no era de su propiedad. Ella no era un objeto, era una persona libre de amar y de estar con quien quisiera.

Se tocó el contorno del ojo e hizo una mueca de dolor. Eso lo molestó todavía mas.

«Mierda. Ahora andaré por la calle con un maldito moretón.»

Soltó un bufido.
Tomó su móvil, marcó el numero de Rachel y estuvo a punto de llamar pero se detuvo. ¿Qué demonios iba a hacer? ¿Llamarla y decirle que su novio lo había golpeado? No. No quería verse como un quejica. Bufó de nuevo.
De pronto su móvil comenzó a vibrar y el numero de Rachel estaba en la pantalla. Se sorprendió un poco, ¿tendría alguna especie de poder psíquico?

—¿Bueno? —respondió.
—Joe necesitamos hablar —dijo Rachel. Él pudo oír la preocupación en su voz.
—¿Estás bien? ¿Pasó algo? —preguntó alarmado.
—Estoy bien, es sólo que... —vaciló.
—¿Qué?
-—Ven a mi casa y hablamos. Ahorita te mando un mensaje con la dirección.
—Pero, ¿y tu novio?
—No estará tú sólo ven.
—Está bien, iré para allá cuando me llegue tu mensaje.

No estaba muy seguro de ir, especialmente por lo que había pasado hacia apenas unos instantes con su estúpido novio, pero ella lo necesitaba, o al menos esa fue la impresión que le dio. Su móvil vibró nuevamente, era el mensaje de Rachel. Suspiró y caminó hacia la casa de ella. Maldijo en voz baja por no haber llevado su auto.

Durante todo el trayecto no pudo dejar de pensar en si estaba bien lo que iba a hacer. Sabía que esto le ocasionaría otro problema con Scott pero eso no era lo que le preocupaba, no le tenía miedo y estaba seguro de que fácilmente podría tirarle toda la dentadura. Lo único que le preocupaba era el bienestar de Rachel, temía que él pudiera hacerle algo, era obvio que tenía serios problemas para controlar su ira. Joseph también, pero jamás se atrevería a tocar a una mujer, pero le daba la impresión de que Scott sí era capaz de hacerlo.
Y no se equivocaba.
No tardó mucho en llegar. Era una colonia privada. Lo recibió el vigilante, Joseph le explicó a donde iba y le permitió entrar. Buscó la casa numero 163, todas eran iguales pero en los buzones estaban pintados los números al igual que al lado de las puertas. Al encontrarla recorrió el pequeño camino de piedra desde la banqueta hasta la puerta y ahí se quedó parado, estaba un poco indeciso. Mientras tanto, se quitó la chamarra. Ya tenía calor.
Finalmente, se armó de valor y tocó el timbre.

—¡Voy! —gritó Rachel.

Joseph sintió un estremecimiento en su cuerpo y una corriente eléctrica bajando por su espina dorsal al oír aquella voz. La escuchó caminar hacia la puerta. Su corazón latió con fuerza cuando vio como giraba el pomo. Cuando abrió casi se queda sin aliento, estaba perfectamente arreglada, su cabello estaba húmedo recogido con una liga y algunos mechones enmarcaban su rostro. Sus labios estaban pintados de color rojo. El delineado negro de sus ojos los hacia parecer más grandes y el rubor en sus mejillas la hacia parecer más joven e inocente.

Se miraron unos instantes sin decir nada hasta que ella lo abrazó con fuerza. Él correspondió su abrazo, esperó a que ella dijera algo pero no, sólo lo abrazaba. De pronto sintió algo de humedad en su camisa y ella se sacudió ligeramente. No se dio cuenta que Rachel estaba llorando hasta que la oyó sollozar. La abrazó con más fuerza y acarició su espalda intentando consolarla.

—¿Que pasó? —susurró Joseph—. ¿Qué tienes?
—Scott... —murmuró
—¿Qué pasa con él?

Ella sólo negó con la cabeza y lloró más fuerte. Él sintió una ira terrible recorrer todo su ser. Estaba seguro que ese idiota le había hecho algo, algo muy malo.
Pensó un momento su pregunta antes de hacerla.

—¿Te... te pegó?

Pudo sentir como ella se estremecía entre sus brazos, pero no respondió; sin embargo, no necesitó que lo hiciera, su reacción la había delatado. Entonces era cierto. Él se había atrevido a golpearla. Esperó haberle destrozado por completo la nariz.

Rachel se separó un poco de él y lo miró. Joseph vio como cambiaba la expresión de su rostro, de triste a sorprendida y luego a preocupada.

—¿Qué te pasó? —preguntó mirándolo a los ojos, específicamente el izquierdo.

Joseph no dudaba que de seguro ya empezaba a formarse un cardenal alrededor de su ojo. Y ella ya lo había notado.

—Nada —replicó molesto—. Sólo fue una pequeña pelea nada del otro mundo.
—Fue Scott, ¿verdad?

REVENGE (+18) ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora