Capítulo 8

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•Despertar de emociones.

Por alguna razón en cuanto bajaron del taxi, Harry tomó la mano de Louis entrelazandola con la suya. Miraba curioso lo intensos que eran los juegos mecanicos coloridos frente él. Y más que impresión, la confusión se plasmaba en sus bonitas facciones. Louis le entregó el dinero al hombre del taxi y acomodó su abrigo para comenzar a caminar de la mano con Harry a la entrada de la feria.

Había un poco de gente y había burbullo por doquier. Había luces iluminantes por todos lados y todo era demasiado colorido y divertido.

Harry no entendía por qué la gente se subían a aquellas maquinas para después gritar con histéria desde arriba. De verdad no lo entendía. Si esos gritos parecían los mismo que él escuchaba en el infierno a diario. Su ceño estaba fruncido y Louis lo observó con diversión. Un grupo de niños paso frente a ellos corriendo sin cuidado alguno y Harry hizo aún más claro su desagrado.

—¿Pasa algo? —preguntó Louis con una sonrisa de lado.

Harry lo observó sin quirar su gesto.

—Sí, nunca he estado con tanta gente en un mismo lugar —respondió con simpleza.

Louis siguió caminando mirando a su alrededor.

—Hm... Eres muy antisocial para ser el Diablo —sonrió al ver a la gente jugar en esos juegos de azar donde dan premios realmente bonitos.

—¿Tú crees? —Harry solo miraba a Louis. No le fascinaba estar rodeado de tantos mortales. Ni siquiera quería verles el rostro, le daba un poco inquietud saber que probablemente después vería los mismos rostros allá abajo, en su hogar.

—Sí, bueno... Yo solo quería mostrarte un poco de la diversión en ésta parte del mundo —Louis lo miró mientras hacía un tierno mohín. Harry tragó saliva y sonrió.

—Hubiera preferido seguir viendo esa vieja telenovela aburrida —murmuró.

—Oh no seas aguafiestas Harry —señalo un puesto de juegos y miró a Harry con un bonito brillo en los ojos—. ¡Ven! ¡Vamos a jugar un poco!

El rizado no tuvo otra opción que seguir a Louis en pasos rápidos ya que el ojiazul casi iba corriendo.

—Buenas noches —sonrió el hombre que atendía el pequeño puesto—. ¿Desean algo en especial?

Harry miraba en todas direcciones mientras Louis observaba la gran variedad de opciones para elegir.

—Hm... —miró a Harry—. ¿Te parece el de las pelotas? —preguntó suavemente. Harry volvió a verlo alzando ambas cejas. Después solo asintió. Louis le regalo una bonita sonrisa.

—Que sean dos fichas, por favor —sonrió amable al hombre quien rápidamente le entregó seis pelotas pequeñas.

—Tienes que meter las tres pelotas a ese balde de allí —explicó el hombre señalando dicho balde a unos cuantos metros—. Si pones las tres dentro, te llevas lo que desees de premio.

Louis asintió. El rizado ni siquiera estaba prestando atención a lo que fuera que Louis estaba haciendo. Se sentía muy fuera de lugar allí y realmente preferiría estar en el departamento de Louis. ¿Por qué no le decía que simplemente quería irse? ¿Por qué por primera vez estaba callando algo que le incomodaba? ¿Por qué no simplemente se largaba de allí?

Louis volteó a verlo con una sonrisa gigante y entonces Harry comprendió. Louis estaba contento de estar allí y es por eso que Harry no estaba diciendo nada. Es por eso que se estaba callando. ¿Desde cuándo? Eso fue un gran despertar de emociones para Harry. No podía decifrar qué demonios estaba sintiendo justo en ese momento y estaba comenzando a fruncir el ceño cuando escuchó nuevamente la suave voz de Louis.

Dónde pasa él, pasa el fuego | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora