Final

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•Lo que nunca deseo, pero siempre necesitó.

Las nubes cubrían la ruidosa ciudad de los ángeles, que raramente ese día estaba silenciosa. Las gotas de lluvia caían por la ventana y Harry observaba algún par, atento a ver cuál llegaba al final primero. Entre sus brazos sostenía a Louis, quien dormía placidamente sin ser conciente de la realidad que le golpearía duro apenas despertara.

Se sentía el ser más completo del universo y feliz, sí, también se sentía feliz ¿por qué no? Era una sensación mejor que cualquier otra que hubiera vivido antes. Y más aún porque su mano viajaba suavemente por el pequeño vientre de Louis.

Si bien decían que el tiempo en el cielo y el infierno no era el mismo que el tiempo terrenal, era porque en realidad sí era verdad. El pequeño bebé dentro de Louis tenía algunos dos o tres meses de vida y Harry no podía sentirse más orgulloso. Además de que obviamente crecería con más rapidez.

No podía imaginar cómo sería su vida de ese día en adelante. Lo que nunca deseo, pero siempre necesitó. Sin duda era todo una locura, y no podía estar más emocionado.

Besó la cabeza de Louis, acariciando con suavidad su brazo. Tenía más de ocho horas sentado allí en la cama, miró la luna y también miró como las nubes cubrían con lentitud el sol dejando caer la lluvia. Tal vez era Dios triste, por haber perdido un alma tan pura como la de Louis para siempre.

Sintió al castaño removerse entre sus brazos y sonrió de lado, acariciando su rostro—. ¿Ha despertado mi bonito durmiente? —susurró en su oído.

Louis hizo un puchero, soltando su cuerpo en los brazos de Harry pues aún se sentía adormilado—. Harry... Gracias a Dios estás aquí. Tuve una pesadilla muy fea... Yo soñe que tú... Que Dios... cielos, no quisiera repetirlo.

Harry sonrió, recostándolo en la cama de lado, poniéndose justo a su lado—. Siempre estoy aquí. No tendrás que repetir nada de nuevo.

Louis lo miró a los ojos, tomando su rostro entre sus pequeñas manos—. Realmente fue fea.

—No tienes que recordar nada amor.

El ojiazul sonrió, asintiendo—. De acuerdo.

Harry le acarició la cintura, y simplemente no podía con lo hermoso que lucía Louis con esa pequeña pancita saliendo por debajo de la playera holgada que estaba usando. Metió su mano por debajo de la prenda y acarició de nuevo su vientre con cariño, mirando directamente los ojitos adormilados del ojiazul.

Louis sonrió, bajando su mano también. Sintió algo inusual y frunció el ceño. Sabía que estaba un poquito, poquito pasado de peso pero no recordaba tener esa... ¿panza?

Parpadeó, mirando a Harry. Enseguida se incorporó en la cama, recargándose en sus codos y observó cómo esa curva en su abdomen sobresalía. Se quiso desmayar, pero no lo hizo. Abrió sus ojos grandes y levantó la playera, y sí, definitivamente tenía un vientre pequeño pero redondo.

Harry colocó su mano encima de él, sonriendole con cariño—. ¿Sorpresa?

—¿Sorpresa? —frunció el ceño asustado—. ¿Sorpresa qué? ¿Qué me ocurre? ¿De qué hablas?

Harry rió, sentándose para abrazarlo.

—Pues tan simple como que vamos a ser papás.

—¡¿Qué?! —gritó, alejándose de Harry un poco. Los nervios le aumentaron al máximo impidiéndole pensar sanamente por algunos momentos.

—Lo que escuchaste.

—Eso no es posible —negó, poniéndose de pie—. ¿C-Cómo? Pero si... ¡soy un chico! ¡no puedo tener bebés! ¿entiendes? Es cosa de ciencia —volvió a negar.

Harry se levantó, sin borrar la sonrisa de su rostro—. Así es como pasan las cosas amor. La ciencia se ha esforzado tanto en comprobar que no existe un bien y un mal superior a ellos y después estamos nosotros... Que vamos a tener un bebé en algún tiempo.

Louis cerró los ojos, mareandose un poco—. No, no puedo con esto... V-Voy a desmayarme —colocó su mano en su vientre notando que no estaba alucinando o algo así—. Por favor no dejes que me caiga.

Harry negó, sosteniéndolo por la cintura—. Jamás dejaría que te hicieras daño.

—Entonces vas a quedarte... Para siempre conmigo.

—Para siempre contigo.

—Para siempre.

—Sí Louis, para siempre.

—Santo cielo... voy a tener un bebé.

[...]

—Es simplemente asqueroso, repulsivo. Vas a enfermarte.

Louis rodó los ojos, sentándose en el sofá de su departamento con un tazón de una extraña mezcla de palomitas de maíz, mermelada de durazno, crema de maní y helado de fresa.

—¿Yo te dije que pusieras un bebé en mí? —preguntó con desinterés, llevándose una cucharada de lo que lucía asqueroso para Harry pero sabía a gloria para Louis.

El rizado hizo una mueca de asco, mirando la televisión—. No es como si haya tenido alguna opción.

Louis frunció el ceño, lanzandole una palomita al cabello—. ¡Harry!

El ojiverde rió, negando un poco—. Sabes que bromeo bonito.

Louis bufó, comiendo más de su tazón. Harry lo observó un rato, amaba como lucía Louis embarazado usando esa playera que le quedaba por encima del hombligo un poco saltado por el gran vientre de siete meses que presumía con orgullo. Esos pants grises deportivos que le quedaban debajo de la cadera y flojos, sus piernas cruzadas a lo indio y el gigante tazón descansando encima del estómago de Louis mientras reía por lo que decía el programa de televisión. Su cabello largo, desordenado en distintas direcciones y su rostro de niño pequeño.

Harry se preguntaba si alguna vez pudo pedir algo mejor que Louis. Si en algún lugar del mundo existía algo mejor que Louis. Siempre terminaba diciendo que no, que no había nada mejor que Louis en el universo entero. Y que agradecía infinitamente al destino por poner a su lado una persona tan simplemente bella y preciosa como lo era Louis. Estaban comenzando con esa historia que duraría por el resto de la eternidad.

Justo allí, cuando Louis se movió incómodo y miró a Harry con confusión dejando el tazón de lado para colocarse una mano en el vientre. Después frunció el ceño y jadeo, sus ojos se llenaron de lágrimas y gritó. Entonces Harry entendió que finalmente iba a tenerlo todo.

[...]

El pequeño Edward fue tomado en los brazos de su tia tan pronto llego al mundo terrenal, siendo arrullado y envuelto en una suave manta de algodón. Louis lloraba en la cama de su habitación completamente sudado y deshecho, Harry trataba de contener su sonrisa mientras besaba con amor la mano de Louis y le susurraba palabras cariñosas.

Edward fue un niño sano, como estaba predicho. Con hermoso cabello castaño y grandes ojos verdes como los de su padre. Piel de caramelo y nariz tan pequeña que parecía un botoncito.

Louis cerró los ojos demasiado exhausto para algo más y cayó en un profundo sueño. Harry besó su frente y le cubrió con algunas mantas—. Lo hiciste muy bien cariño. Fuiste muy valiente.

Suspiró, caminando hasta Gemma para observar a su nueva razón de amar. Edward le miraba con brillantes ojos con ambas manos en su boca. Harry sonrió, apreciando lo hermoso que era su pequeño hijo.

—Es simplemente increíble hermanito, no puedo comprenderlo todavía.

Harry sonrió, besando la frente de su bebé—. No hay nada que comprender Gemma... Es lo que es.

Dónde pasa él, pasa el fuego | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora