Capítulo 11

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Tómalo o déjalo.

Allí estaba Harry. Caminando en la cálida tranquilidad del paraíso de Dios. No había nada más traumatizante que oír a los pájaros cantar, sentir el sol brillando tan fuerte molestando en sus ojos y también quemando un poco su piel, seguramente era porque estaba acostumbrado al clima ardiente y los gritos de las almas desesperadas. Pero, no había nada peor que visitar a Barba en su hogar.

Y en su mente había muchas cosas a las cuales estaba dudando darle mucha importancia. ¿De verdad se sentía tan seguro de Louis para estar allí tan decidido a ir por lo que quería? La respuesta era sí. Siendo el Diablo, un ser tan poderoso, inteligente y calculador, estaba seguro de sus sentimientos. Vaya, el Diablo con sentimientos. Quién rayos lo diría.

Así que sí. Estaba decidido. Quería pasar tiempo con Louis en la tierra. Quería estar a su lado porque sabía que lo que sentía por Louis, también el ojiazul lo sentía por él. La cosa era mutua y eso hablaba por mucho. Y quería también que Barba lo supiera. No iba para pedirle un permiso o lo que sea que Gemma haya dicho que tenía con su amado. Iba solo a avisar. ¿Por qué? Porque era el Diablo y obtenía lo que quería. ¿A quién le importa lo que Barba diga? Aunque, sabemos bien que si Barba se niega a algo... Pues habrá algunos problemas. Y Harry estaba dispuesto a muchas cosas para quedarse con Louis. Ir al paraíso y caminar por allí como si fuera una bonita pradera era una de ellas.

Recordaba que fue tan feliz cuando Barba le dijo que finalmente tendría un hogar allá abajo, literalmente lo echó del paraíso, pero a Harry no le importo en lo más mínimo. Fue realmente feliz desde el primer momento que miró con sus bonitos ojos verdes su propio paraíso. Oscuridad, gigantestas llamas ardientes, simplemente hermoso.

Siguió caminando con una mueca de desagrado un poco chistosa. Odiaba mirar a los desgraciados ángeles de piel como el marmol y cabellos rubios con muy preciosas alas, mirandole como si fuera lo peor del mundo. Bueno, sí era lo peor del mundo, pero venga, que disimularan un poquito. Incluso algunos habían detenido su vuelo para quedarse allí, observando con cautela cada paso de Harry. Los detestaba. Mucho, mucho.

Al que sin duda alguna detestaba más que a ningún otro era al odioso de Gabriel. Uy que alguien le arrancara pluma por pluma sus alas. Para su desgracia, era el favorito de Barba y quizá por eso Harry tenía un poco de envidia, bueno, era normal, era el Diablo, ser envidioso con todas y cada una de sus celulas venía en el paquete. Porque él alguna vez fue el favorito también. Aunque no haya sido un ángel, vivió muchísimo tiempo allí. Él tenía derecho de antigüedad. Algún día se lo diría a Gabriel.

Escuchó un suave carraspeo. —Y tú... ¿Qué haces aquí? —oh, hablando del rey de Roma. Harry levantó su vista donde escuchaba un suave aleteo. Ese feo, bueno, en realidad hermoso, ángel estaba frente a él.

Alzó una ceja.

—No te interesa —respondió dispuesto a seguir su camino. ¿Por qué rayos Barba vivía a diez mil horas de la puerta de entrada? Bueno, no era tan lejos. Pero sí había una distancia considerada.

Parecía que le había dicho un gran insulto, el ángel frunció el ceño y siguió aleteando para ir tras él.

—Tú no debes estar aquí.

Ni siquiera se molesto en verlo.

—¿Ah sí? —rodó los ojos—. Es una lástima. Mira como hace mi presencia.

—Debes irte.

—Gabriel, deja de joderme. Lárgate —murmuró con desagrado. La voz cantarina del bello ser le hacía tragar saliva fuerte y luchar con todas sus fuerzas para no chasquear los dedos y hacerlo desaparecer.

Dónde pasa él, pasa el fuego | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora