Capítulo 18

502 55 0
                                    

•Triste vida.

Louis abrió los ojos mirando el techo con frustración mientras escuchaba al ruidoso tren que siempre lo despertaba por las mañanas. Recordaba que un día anterior el tren no había sido problema, tenía a Harry a su lado y el rizado lo apretó más contra su pecho cuando se removió por el molesto ruido, acurrucandolo y diciendo que durmiera. También lo escuchó decir en un murmuro que haría lo posible por que ese tren que tanto le molestaba dejara de existir.

Louis apretó sus labios y dejó caer su brazo al otro lado de la cama, donde Harry se había recostado las noches que durmió con él. No había nada, solo unas cuantas sábanas frías. Bufó y cerró nuevamente los ojos.

Debía confiar en Harry. Él había dicho que iba a quedarse, lo había prometido. Confiaba en él. Su corazón lo hacía.

[...]

Después de tomar una ducha un poco larga y lamentarse por sentirse tan solo Louis decidió tomar su desayuno. No tenía ganas de mucho, simplemente se sirvió un plato de cereal con leche. Era increible como las cosas cambiaban cuando tenías a alguien especial con quien compartir tu día, tu vida. Cuando tenías a alguien para regalarle sonrisas y caricias, recibiendo lo mismo o más a cambio. Se dio cuenta de que antes de Harry todo era una rutina aburrida, y aunque el rizado había llegado a su vida muy pocos días antes Louis notaba enormemente el cambio en el ambiente. La casa no se sentía tan silenciosa como en ese momento con Harry por allí, y aunque Zayn 'vivía' con él, la mayoria de las veces se quedaba con Liam porque él sí tenía a esa persona especial para compartir todo de sí mismo. Casi todo el tiempo estaba solo, después de su última relación seria con Luke todo pareció ir abajo. A veces salía de fiesta y encontraba uno que otro chico para pasar el rato pero ninguno fue suficientemente bueno para decidir quedarse con él. Decidió empezar a quedarse en casa, apartando todo lo sentimental porque estaba cansado de sentir que solo jugaban con él. Estaba en calma y aunque le ponía un poco de malas no tener con quien rodar bajo las sábanas se mantenía firme en que estaba mejor así. Louis no tenía una triste vida, pero estaba al borde de tenerla.

Y luego llegó Harry, diciendo que era el Diablo con esa sonrisa que derrochaba confianza. Llegó y tomó el corazón de Louis como si le hubiera pertenecido desde siempre. A Louis no le importaba haberse enamorado tan pronto, y mucho menos que haya sido de Harry. Le encantaba Harry, su cabello, sus ojos, su sonrisa, su pomposa personalidad, todo de él. Agradecía haber pasado seis meses sin tener sexo y saber que era capaz de sobrevivir sin el pues era, supuso él, su precio a pagar para quedarse junto a Harry. El rizado había tenido que dar la mitad de sus poderes por un tiempo y Louis también tenía que dar un poco de su parte. Iba a querer a Harry como fuera.

Iba a meterse otra cuchara de cereal a la boca cuando la puerta principal fue abierta sin cuidado alguno chocando con el muro detrás de ella. La cuchara cayó de vuelta al plato salpicando un poco a Louis, frunció el ceño y se levantó de su asiento un poco asustado.

—¡Familia mía, he llegado! —escuchaba risas desde el exterior y pronto pudo reconocer las voces. Cerró sus ojos respirando con tranqulidad, su hermano estaba en casa. Su corazón aún estaba acelerado, quiso darle un par de golpes al ex-rubio teñido.

Salió de la cocina limpiando las gotas de leche en su brazo con una mueca, miró a Niall quien tenía una enorme sonrisa en el rostro. Detrás estaba Liam también sonriendo y Zayn cerrando la puerta con cuidado.

—¡Enano! —Niall gritó abriendo sus brazos—. ¡Mira que grande estás! ¡Creo que has crecido unos dos centimentros desde la última vez que te vi! —Louis rió y abrió sus delgados brazos también para recibir el cariñoso abrazo de su hermano.

Zayn rió quitandose el abrigo que usaba—. Louis pagaría por crecer dos centimetros, es una lástima —hizo un mohín y abrazo a Liam por la espalda. Louis tenía su mentón encima del hombro de Niall, le saco la lengua a Zayn y sonrió.

Dónde pasa él, pasa el fuego | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora