Capítulo 1

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•Un gusto, soy el diablo.

—¿Has hablado con Héctor? —preguntó Zayn. Louis se giró a verlo y sintió como su frente se arrugó ante la exasperación que su amigo le había provocado.

—¿Me ves cara de haberle hablado? —le dijo de mala gana. El moreno puso los ojos en blanco ante la mala respuesta.

—¿Estás con abstinencia, no? —murmuró el moreno y volvió a teclear en su computadora.

Tenían que terminar un trabajo para Héctor y apenas íban por la mitad. Seguramente Louis ya se había fumado más de cinco cigarrillos. La nicotina lograba calmarlo.

Zayn Malik, él era uno de esos amigos que ya no se encontraban fácilmente. Ambos chicos llevaban viviendo juntos aproximadamente dos años. Se habían conocido en la Universidad y desde ahí habían estado juntos en todo. Ahora habían conseguido un empleo en el centro de New's Corporation y no debían desaprovecharlo.

—¿Podrías mover tu muy lindo trasero y ayudarme, no? —el pelinegro volvió a hablar.

Louis lo miró con una mueca y tiró la colilla del cigarro que fumaba al tacho. Se puso de pie y se acercó a él por detrás. Observó la pantalla blanca y brillante de la computadora analizando el texto.

—Los números del consumidor final están mal —soltó con suavidad. Zayn suspiró frustrado.

—¿Puedes hacerlo tú? No doy más —se levantó de la silla dejándole el espacio a Louis. El ojiazul se sentó y miró bien aquellos números. Comenzó a hacer las cuentas en su cabeza.

¿Qué necesidad tenía él de pasar por todo eso? Era un joven exitoso, que con sus pocos años tenía todo para ser grande en la vida. ¿Qué necesidad tenía de rebajarse a hacerle trabajitos idiotas a un gordo panzón que apenas podía verse la punta de los pies de lo gordo que era? Louis estaba muy estresado.

Además de que hacía casi aproximadamente veinticuatro semanas Louis no tenía sexo. Básico y muy necesario para la vida. El sexo era capaz de sacar hasta los dolores de cabeza más intensos. Y Louis no lo tenía, estaba más solo que un perro.

—Terminé —le dijo a su amigo. Zayn se incorporó del sillón y dejó a un lado el cigarrillo que antes Louis había dejado botado sin terminar.

—Gracias a Dios Louis.

Louis Tomlinson era su nombre. Tenía veinticuatro años. Un chico independiente, sociable, algo testarudo, atrevido y sobretodo uno bastante, bastante sensual. No es que sea egocéntrico, pero todos los hombres con los que había estado alguna vez se lo habían dicho. No entendía del todo por qué aún seguía solo. ¿Por ser demasiado promiscuo? Quizá.

Y ese día en especial a Louis se le cruzó por la cabeza hacer algo, para su propio bien, algo para él mismo. Louis iba a venderle su alma al diablo a cambio de tener todo en la vida, o bueno aún no estaba seguro a cambio de qué.

—Zayn... —habló. El pelinegro volteó para verlo.

—¿Qué pasa? —hizo una mueca. Louis sonrió de lado.

—¿Qué pasaría si un día decido venderle mi alma al diablo? —preguntó.

Zayn tomó una cruz que colgaba de su pecho apretandola entre sus delgados dedos. Él era muy creyente y esa clase de temas le alteraban un poco. Tanto así que después seguramente terminaría rezando tres rosarios y como veinte padres nuestros mientras le hacía una limpia a Louis con hierbas extrañas.

—¡Que la boca se haga chicharrón Louis Tomlinson! —chilló agitando un poco su cruz. Eso significaba, deshacer lo que Louis había dicho.

—¿Qué tiene de malo? —el ojiazul preguntó con diversión con un brillo burlón en sus ojos.

—Sabes lo que pienso sobre eso, prefiero tener a la muerte frente a mí antes que al señor rojo —dijo con simpleza. Louis se rió por lo bajo por el apodo. Dudaba mucho que Satán usara "el señor rojo" para presentarse. En un punto puede que hasta le ofenda y todo. Louis se pusó de pie dejando de lado la computadora y alzó un poco los hombros.

—Pues... —comenzó a decir, alzó sus brazos a sus costados y sonrió—. Yo, Louis Tomlinson, le vendo mi alma al diablo —frunció el ceño sin dejar de sonreír—. Por algo que no sé bien aún.

—¡Cállate! —Zayn lo señalo y chilló fuerte.

—Ay Zayn, por el amor de Dios, ¿qué puede pasar o qué? ¿Se me va a aparecer en un callejón o algo? —preguntó con burla. El pelinegro negó con la cabeza claramente ofendido.

—Nunca subestimes lo que no conoces Louis, nunca —después de eso comenzó su camino a la cocina.

—Perseguido —murmuró en voz baja, rodando los ojos.

[...]

La noche se hizo larga. Vivir en el centro de Los Ángeles no es lo más recomendado para las personas que sufran de ataques al corazón, ataques de asma o algún ataque de algo. La ciudad era muy ruidosa y por ende algo peligrosa. Louis y Zayn vivían en la calle ochenta y siete, entre la sesenta y la sesenta y dos. Tenían un lindo departamento, pero ya se estaba volviendo algo pequeño. Louis despertó casi chillando al sentir el sonido del maldito tren que pasaba todas las mañanas a la misma hora, a unos cinco metros del lugar.

Se levantó con mala cara y fue al baño donde tomó una fría ducha. Despertó a su amigo y juntos fueron a su trabajo. Usar esos apretados pantalones de traje era lo más incomodo del mundo. Los zapatos los toleraba, eran de charol y se le veían lindos.

—Tengo que ir por Liam, nos vemos en la oficina —murmuró Zayn. Se despidió con un beso en la mejilla y fue por su camino.

Louis siguió de largo por unos minutos más. Se detuvo a comprar su rico café de todas las mañanas en la cafetería a la que acostumbraba ir para después seguir con su andar. Le costaba caminar con esos pantalones, se estaba arrepintiendo de haberle hecho caso a Zayn de hacerle un poco de costura para que quedaran más apretados y su trasero se mirara más "deslumbrante".

La calle estaba bastante desolada para la hora que era. El corazón de Louis comenzó a latir más rápido al sentir que alguien lo estaba siguiéndo. En un dado momento se giró un poco para ver, pero no había nadie.
Seguió caminando. Apuró sus pasos, la situación se estaba volviendo algo mala.
Dobló por un callejón, así cortaría un poco el camino. Estaba asustado y no pensaba bien las cosas.

Su respiración se agito al sentir la presencia de alguien más por allí. Miró una vez más atrás para asegurarse de que nadie lo estaba siguiendo y así era. Volvió a mirar al frente y sintió su corazón dar un brinco, casi derramaba su café.

—¡Por el amor de Dios! —gritó espantado al encontrarse con alguien tan cerca justo al frente de él.

—¿Por qué siempre lo nombran a él? —preguntó con una mueca. Louis parpadeó y por inercia retrocedió dos pasos.

La persona frente a él estaba completamente vestido de negro, Louis tenía que reconocer que ese hombre era un dios en vivo y en directo. Sus ojos eran dos bonitas esmeraldas, eran... ¿cómo decirlo sin sonar idiota? Simplemente impresionantes y algo, calculadores. Los rizos castaños que le acompañaban hacían a ese hombre aún más sexy de lo que de por sí ya era. Su altura y su complexión robusta. Louis se había quedado un poquito embobado.

—¿Quién eres? —le preguntó después de unos segundos de observarlo con confusión.

—Hola bonito, me dijeron por ahí que ayer me anduviste nombrando —habló. Louis frunció el ceño, estaba seguro de no conocer a ese hombre de ningún lado. Claro estaba que no era alguna conquista del pasado, Louis no tenía la suerte de salir con personas, tan... Apuestas.
El hombre sonrió de costado y Louis se estremeció completamente ante eso. Demasiado calor hacía en ese callejón y más si ese hombre continuaba mirándolo de esa manera.

—¿Qué? —le preguntó. De una manera inexplicable para Louis, él hombre dio un paso y ya estaba a solo unos cuantos centimetros de su rostro.

—Un gusto, soy el Diablo.

Dónde pasa él, pasa el fuego | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora