CAPÍTULO 5 - PARTE 1 - LAIA: Detenida

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Bajó por las escaleras de su portal y abrió la puerta despreocupada, como siempre. Cuando fue a salir se topó de bruces con un agente de la policía federal belga, no muy alto pero ancho, con bigote y cara de pocos amigos. Parecía a punto de tocar el timbre. El corazón le dio un vuelco y la sangre se le heló. Eran casi las nueve de la mañana y Coven estaría a punto de llegar, si no estaba ya. Le dio tiempo de mirar a ambos lados de la calle; no había llegado. Estaba sola ante el peligro. Debía mantener la calma, a lo mejor no iban a por ella. Saludó con una leve sonrisa y decidió evitar al policía e intentar alejarse.

—Buenos días, ¿señorita Laia Lowell? —preguntó el agente. "Mierda".

—¿Sí? —contestó ella.

—Soy el agente Van Bockel y le rogaría que nos acompañara —le pidió el policía sin más explicaciones mientras le enseñaba su placa.

—¿Por qué? ¿Es que he hecho algo ilegal? —preguntó ella. Tenía que ganar tiempo hasta que llegara Coven. Él sabría qué hacer.

—Le pediría que colaborase con la policía federal sobre un asunto importante, si no quiere tener problemas con la justicia —dijo el agente poniéndose serio. No tenía ganas de perder el tiempo con ella.

—¿Me está amenazando? —le inquirió. Coven no llegaba.

—La estoy avisando, por su propio bien.

—O por sus propios intereses. —contestó. Posiblemente se estaba sobrepasando.

—No creo que este sea el mejor lugar para hablar, señorita Lowell, le ruego de nuevo que me acompañe y no nos lo haga más difícil.

—Para mí lo más fácil es no irme con ustedes si no me dan una razón.

—La razón es que tiene usted problemas —advirtió el policía.

—¿De qué tipo agente? —No iba a amedrentarse, aunque estaba temblando. Y Coven seguía sin llegar.

—Está usted trabajando con alguien que está siendo investigado por narcotráfico.

—¿Eso me convierte en delincuente? ¿He cometido alguna ilegalidad? —preguntó ella. Sin embargo, recibió por respuesta un agarrón por detrás, de otro agente que se dispuso a esposarla sin más explicaciones, y al que no había visto llegar, tan nerviosa como estaba buscando a Coven—. No creo que lo que están haciendo sea legal, agente—. Pero ninguno de los dos policías vestidos de paisano le dio más explicaciones. Siquiera estaba segura de que lo fueran, pero ya esposada decidió no ofrecer más resistencia, no serviría de nada. Se dejó arrastrar de mala gana hacia el coche.

Antes de entrar pudo ver que llegaba el de Coven. ¿Sería demasiado tarde? Uno de los agentes, el que la esposó, se apresuraba a entrar en el coche por el lado del conductor, mientras que Van Bockel cerraba la puerta a su lado y se quedaba para esperar al BMW de Coven pararse tras ellos. Laia se asomó por detrás para mirar.

Efectivamente, él salía del coche, serio, y le clavaba los ojos al agente. Laia tembló de impresión, pues su expresión era inexorable, terrible. La ira lo invadía, con la mandíbula apretada. Temió que fuera capaz de hacer algo peligroso. Pero no lo hizo, y ella entonces se derrumbó. Lo último que vio fue a Coven sacarse el móvil del bolsillo para hacer una llamada, mientras clavaba la mirada, llena de intenciones, en la espalda de Van Bockel, que ya se montaba en el coche. Se alejaron de allí, ella esposada y Coven plantado en la acera, frente a su portal.

La condujeron hacia una sala de interrogatorios, donde le quitaron las esposas y le dejaron un vaso de agua sobre la mesa. No lo tocó y se dispuso a empezar su papel de muda, clavando la mirada en el suelo. No debía hablar.

Negra Sangre I: Elegida (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora