CAPÍTULO 15 - PARTE 1 - COVEN: Buscando

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Herlen lo esperaba fuera, en el muelle que se encontraba junto al hotel. El abogado miraba la orilla contraria, posiblemente buscando al vampiro.

—¿Qué te dice Insomnia? —le preguntó sin dejar de mirar la otra orilla. Coven sacó su móvil y miró las últimas instrucciones.

—Cree haberlo visto hace treinta minutos justo frente al hotel, al otro lado del canal.

Los dos miraron al frente, situando el lugar donde supuestamente la hacker lo había visto merodear. Insomnia estaba teniendo acceso a las informaciones y centros de los cuerpos de seguridad que vigilaban el encuentro, además de las cámaras que podía pinchar en tiempo récord en los alrededores del hotel. Se había estado preparando para ello.

Alguien venía. Ese maldito...

Coven se puso tenso al sentir llegar a Hagall a sus espaldas. No se movió. El líder se colocó junto a Herlen y él, mirando al mismo lugar que ellos observaban. Herlen tampoco se inmutó.

—Sabía que vendría —dijo Hagall pasados unos pocos minutos—. Tan predecible e impulsivo como siempre.

—Debería imaginarse que es una trampa —comentó Herlen.

—Desde siempre ha ignorado de forma consciente mi trabajo con los líderes mundiales, y se olvida que solo Andal y yo tenemos invitación, por lo que no le parece extraña vuestra presencia —comentaba Hagall, frío e impasible, prototipo perfecto del vampiro literario—. Os ha seguido hasta aquí sin imaginar que yo lo espero. Va detrás de esa chica como un perro faldero.

—¿Crees realmente que intentará atacarla esta noche? —preguntó Herlen.

Coven se mantenía en silencio, sopesando cada paso que daría. Él sí sabía que Ontames elegiría esa noche. Lo conocía muy bien, y se lo decía el instinto.

—Qué mejor ocasión para sembrar un poco de caos con el sello del vampiro —contestó el adalid—. Esto está repleto de líderes americanos y europeos. Nos culpa por igual al Noveno y a mí de su desgracia. Intentará desequilibrar mi posición ahora, y tratará de asustar a Laia.

—¿No crees que quiera matarla? —preguntó el abogado de nuevo.

—No, esperará a que sea creada o lo suficientemente importante —contestó Hagall mirando de soslayo a Coven, que no se movió.

—Entonces, ¿por qué ha venido?

—Porque la sigue allá a donde vaya, deseoso de saber si será creada o no... Es posible que incluso quiera reclamarla —dedujo con sonrisa maliciosa—. A lo cual no me opondré —añadió mirando a Coven. Éste no contestó a su provocación—. Es su arma contra ti.

—Ha estado cerca del hotel —dijo Coven ignorando su comentario. Hagall se limitó a asentir dándole la razón. Ya lo sabía. Por supuesto.

—Si queréis intentarlo, buscadlo, pero perdéis el tiempo; aún esperará un poco —comentó el adalid, adivinando los planes de Coven y Herlen, y se marchó sin más de allí, sin emitir sonido alguno como cuando llegara, como una sombra, como la niebla.

—Yo barreré la orilla del hotel —dijo Coven.

Herlen asintió entendiendo, y sin decir más se esfumó de allí sin ser visto, en dirección a la orilla contraria, mientras que Coven empezó a recorrer concienzudamente un radio de un kilómetro alrededor de la cara norte del hotel, siempre pendiente de algún aviso de Insomnia. Quería evitar que la joven tuviera que verlo de nuevo.

Durante dos horas, ambos vampiros barrieron sus respectivas orillas, en los alrededores del hotel. Coven no había recibido ningún aviso de Insomnia, por lo que la búsqueda resultó finalmente infructuosa. Ambos debían volver y prepararse para el acto de después. Se encontraron de nuevo en el hall, Herlen visiblemente decepcionado.

—No te lamentes, tenía mis dudas de que fuéramos a encontrarlo ahora, era bastante improbable —lo tranquilizó Coven.

—No me gusta cómo habla Hagall de ella, Coven; está dispuesto a sacrificarla —contestó su amigo.

—Lo sé, pero eso no sucederá, te lo aseguro —dijo él—. Además, ya le has oído; posiblemente Ontames no tenga intención de matarla hoy.

—¿Y de crearla? Sería peor que la muerte —contestó frío el abogado.

Coven se puso tenso. Sabía que podría ser una de las bazas de Ontames, pero seguía diciéndose a sí mismo que era pronto para cualquiera de las opciones, o eso pensaba. ¿Sentía ya demasiado por ella? No era capaz de definir un baremo con el que medir. Nunca se había encontrado en esa situación a pesar de su amplia existencia y sus muchas relaciones.

—No lo permitiré —juró a su amigo estrechándole el brazo, con aire optimista—. Vamos, nos tenemos que poner guapos. —Herlen asintió—. Pero antes voy a pasar a verla.

Llamó a la puerta de la habitación de Laia, y escuchó un lejano "un momento por favor". Habría estado muy bien poder entrar sin avisar, pensó con una sonrisa ladina. A los pocos minutos ella abrió la puerta para dejarlo pasar, pero no asomó detrás. Él entró y la encontró de espaldas, semidesnuda. Solo tuvo tiempo de verla ponerse un albornoz, escondiendo su espalda. Se dio la vuelta para mirarlo mientras se lo abrochaba por delante. Qué lástima... Había estado a punto de encontrarla en la ducha. Llevaba la larga melena negra empapada, cayendo de un lado de su rostro y por el cuello, resbalando gotas de agua por su escote hasta perderse bajo el albornoz...

—¡Coven! —exclamó ella. Coven claramente se había distraído imaginándose gota. Le sonrió ampliamente, con lo que consiguió que se esfumara la expresión de reproche de Laia.

—Llego un poco tarde —comentó.

—¿Tarde para qué? —preguntó ella mientras empezaba a secarse el pelo con una toalla blanca. Ya casi era de noche fuera. Reparó en que las cortinas estaban abiertas.

—Para meterme en la ducha contigo —le contestó como si fuera una obviedad. Le encantaba provocarla. Ella no supo qué contestar, pero se sonrojó—. Estás ofreciendo un bonito espectáculo —la reprendió señalando el gran ventanal con el mentón. Ella se giró, y se encogió de hombros.

—He decidido que, si voy a ser el cebo, por lo menos se divierta —contestó con tranquilidad. A veces le sorprendía. Seguramente sentía verdadero pavor ante la perspectiva de tener que enfrentarse de nuevo a Ontames, y sin embargo se mostraba decidida a hacerlo.

—Puede haber más gente mirando... —observó Coven, celoso.

—Pues que se diviertan también. —Coven contestó con un bufido.

La otra orilla estaba lejos, pero unos prismáticos o una cámara podían ayudar mucho. Allí debía haber periodistas y policía, además de la gente que paseara por ahí. Se puso negro de pensarlo, y antes de enfadarse más, decidió cambiar de tema.

—Vas un poco tarde ¿no te parece? —comentó él pensando en lo que tardaba una mujer en prepararse para una ocasión así, y apenas faltaban cuarenta minutos para que finalizara la cena y comenzaran el concierto y baile de después.

—El que va tarde eres tú —le recriminó mirándolo de arriba abajo.

—Bueno, tienes razón —dijo mientras iba hacia la ventana y cerraba las cortinas de un rápido movimiento. Ella puso los ojos en blanco, pero no dijo nada—. Vengo en cincuenta minutos.

Negra Sangre I: Elegida (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora