CAPÍTULO 12 - PARTE 2 - LAIA: Marioneta

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Tenía que huir de ellos. Ella no tenía nada que ver con ellos. No había hecho nada. Jamás hizo daño a nadie que no fuera a sí misma. Ella solo tenía un sueño y lo perseguía. No se merecía esa tortura. No se merecía esa crueldad. La habían marcado para siempre por diversión, por venganza, por una rencilla pasada en la que ella no había tenido nada que ver. Era inocente...

—Laia, escúchame por favor —le pidió él buscando desesperado su mirada—. Yo no quería llegar a esto, no quiero hacerte pasar por esto. No quiero que hables de ello.

—Pero lo has hecho —le recriminó furiosa. Él era tan culpable como el otro. Él lo sabía y seguía intentando retenerla—. Me voy Coven, no puedo ser más el divertimento de unos monstruos sádicos, ¡joder! ¡No le he hecho nada a nadie! ¿Por qué tuve que sufrirlo yo? —Estaba temblando—. ¡Tenía solo diecinueve años! —Coven no dijo nada, miró al suelo y tensó la mandíbula, dispuesto a aguantar su ira—. Esto no es para mí. ¿Quieres que me quede contigo cuando todavía no ha terminado con la venganza que tiene en mente? ¡¿Qué pretendes?! ¿Qué sufra más? ¿Es que se puede sufrir más y seguir viva? —Las lágrimas volvían a salir, incontenibles—. Voy a arrastrar esto el resto de mi vida... Y encima salgo de una para meterme en otra...

Se levantó y fue hacia el armario. Coven no se movió del taburete. Tenía los puños apretados sobre las rodillas y sus ojos ardían.

Laia buscó su maleta debajo de la cama, y el trasportín para The Grinch. La puso sobre la cama y empezó a llenarla de ropa, la tiraba con furia dentro. Las lágrimas seguían cayendo sobre sus mejillas, quemándola de rabia, anegando su visión, pero no se detenía. Se iría de allí, volvería a Bulgaria. No... no podía. Su padre era peor aún y su vergüenza tan grande que no podría soportar su peso. Se iría sin más. Al aeropuerto, le quedaba algo en la cuenta. Volvería a la calle, daba igual. Encontraría cualquier trabajo. Volvería a rehacerse, si es que alguna vez lo consiguió. Tenía que irse de allí. Tal vez a Londres de nuevo y llamaría a Ellen, una buena amiga.

Entonces, Coven le cogió de la muñeca con suavidad cuando ella estaba tratando de ordenar el desorden de la maleta. Laia levantó la mirada, aunque casi no veía. Coven la miraba con ternura, pero determinación.

—No te dejaré ir. —¡Bum! Las mismas palabras... Estuvo tentada de chillar. Coven se dio cuenta del error que acababa de cometer. Se acercó más a ella y le tomó el rostro entre las manos. Un palmo los separaba. El corazón de Laia retumbando en su pecho con estruendo—. Laia, no te voy a dejar ir porque es la única manera de protegerte.

—¿Incluso de ti mismo? —le preguntó angustiada.

—No soy él, ya te lo he dicho; no soy un monstruo. —La miraba a los ojos intensamente. Le secó las mejillas con los pulgares, con absoluta dulzura y sonrió, cálido, para tranquilizarla. Y vamos si lo hizo... Esa sonrisa...—. He cometido todo tipo de atrocidades en mi vida que le ha costado la vida a mucha gente, a gente querida, pero jamás he torturado a nadie.

La tomó de la mano y se acercó a la entrada. Abrió la puerta del apartamento. Se la llevaba de allí. La condujo con suavidad por las escaleras, hacia la azotea, cogida de la mano. ¿Por qué la llevaba allí? ¿Qué pretendía? Una vez arriba, en la pequeña azotea de su edificio, veía, casi al lado, el parque de Bois de la Cambre. Sintió el aire de primavera. Ese medio día de mayo refrescaba más que los anteriores. Lo agradeció inspirando el aire.

—Subiremos —dijo Coven sacándola de su momento y señalando a la azotea del edificio de al lado, dos plantas más alto.

—¿Cómo? —preguntó ella.

Coven la cogió en brazos sin previo aviso, levantándola sin esfuerzo. Ella se agarró a su cuello por instinto. Desde luego no estaba siendo delicado con su estado emocional, como si no fuera consciente de que solo el hecho de tocarla le traía malos recuerdos. Pero ella se dio cuenta de que no era así, que parecía hacerlo con una intención contraria. Quería sacarla de su bloqueo. Se relajó a pesar de esa repentina intimidad. Laia sentía que podía confiar en él. En él sí.

Negra Sangre I: Elegida (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora