La Marée era uno de los restaurantes típicos de Bruselas, el mejor lugar para comer los famosos mejillones belgas, que servían de varias formas. Laia pidió los mejillones con salsa picante. Se quedaron en la terraza del restaurante, ya que el día invitaba a hacerlo.
Laia estaba bastante callada, y Coven sabía que no era por el hecho de comer sola, que siempre podía ser motivo de turbación, pero no en ella. No pareció importarle desde el principio, o por lo menos, lo disimulaba muy bien. Probablemente le estaba dando vueltas a la idea de que Ontames andaba al acecho. Coven temía que esto estuviera ocurriendo desde que la chica llegara a Bruselas, y quién sabe si la vigiló mientras estuvo en Londres. Por su cabeza estarían pasando todas las ocasiones en las que él podría haber hecho con ella lo que quisiera.
No sabía cómo hacer para sacarla de su pesadilla salvo estar con ella, hacerle sentir segura, distraerla, y por eso había decidido pasar con ella la tarde en el centro de la capital belga. En ese momento parecía tan abstraída que no sabía cómo llamar su atención. Fue un alivio cuando lo hizo ella misma, después de comerse el último mejillón.
—¿Cuánto tiempo llevas en Bruselas? —le preguntó, como si hubiera vuelto del viaje a sus preocupaciones y nada hubiera pasado.
—Vine aquí con Ciro justo después de la Segunda Guerra Mundial —explicaba—. Hacia 1946. Permanecimos casi una década medio escondidos, ya que a él lo perseguían por haber pertenecido a la élite nazi. Cuando ya se le registró como óbito mío dejaron de buscarlo, y a partir de los sesenta empezamos el negocio que ahora conoces.
—¿Dejaron de buscarlo? —preguntó sin comprender.
—Existe un registro mundial de vampiros, y sus óbitos, que manejan los gobiernos y cuerpos de seguridad de todos los países. Fue cosa de Hagall. Mejor estar legalmente localizados como prueba de buena voluntad, que perseguidos o temidos. Nuestra existencia es un secreto, salvo para los departamentos especializados o concretos de cada país. Aquí en Europa nos vigila la Europol —decía—. Nuestros óbitos pasan al registro después de creados, y entonces cualquier delito previo que pesara sobre ellos desaparece. En caso de una condena, la cumple su creador.
—¿Cómo es posible?
—A los gobiernos les interesa —contestó con una mueca desinteresada—. Les quitamos gente de la cárcel dándoles nuevas ocupaciones que nos encargamos nosotros de vigilar. Según los acuerdos, los vampiros somos responsables de esas "nuevas identidades".
—¿No podéis ser juzgados?
—Sí podemos, por eso Herlen dirige un bufete de abogados que se encarga de todos nuestros asuntos —contaba, mientras aprovechaba para pedir la nota—. Yo ya he pasado por la cárcel varias veces; dos aquí en Bruselas.
—Me lo dijeron los detectives cuando me detuvieron —dijo Laia.
—Ya me lo imaginaba —Coven pagó y ambos se levantaron. Empezaron a andar por la calle de Flandre rumbo a la Grand Place.
—¿Cuándo fue? —preguntó curiosa. Parecía de mejor humor y él se sintió más tranquilo por ello.
—La primera entre 1978 y 1981, y la segunda entre 1999 y 2005 —recordó—. En el primero conocí y recluté a Semyon, pero no lo creé hasta que salimos. Llegamos a un trato con la fiscalía y la Europol para que lo dejaran libre, y después lo creé. Se quitaban a un ruso matón bastante problemático. Entre 1999 y 2005 entré por él en la cárcel, de nuevo.
—¿Por él?
—Llegamos a ese acuerdo con la fiscalía. Herlen no pudo evitar su pena por asesinato. Quid pro quo. Realmente cumplí por él menos de los que le cayeron, evidentemente, gracias a las artimañas de Herlen —recordaba. Aquella fue una de las razones por las que se enemistó tanto con la Policía Federal belga—. Tuve que entrar yo porque un óbito no puede estar encerrado, rodeado de gente y sin poder beber, se volvería loco y habría sido un problema para toda la raza vampira. Siempre hemos cubierto las espaldas a nuestros óbitos; casi todos y casi siempre, pues son nuestra creación y por tanto nuestra responsabilidad, y de su control depende el equilibrio entre humanos y vampiros.
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Negra Sangre I: Elegida (Completa)
VampirosLIBRO PRIMERO: NEGRA SANGRE Bruselas 2014 Laia no es su verdadero nombre. Su vida es un constante huir de su pasado, y desde el primer momento que inició esa carrera buscando un futuro prometedor, se encontró con un terrible presente, una realidad c...