*** ADVERTENCIA ***
EL CONTENIDO DE ESTE CAPÍTULO PUEDE RESULTAR ESTRESANTE PARA ALGUNOS LECTORES. TEMAS: INTENTO DE ABUSO, VIOLENCIA FÍSICA
Laia corrió entre la multitud, menos numerosa ya, y el humo, tratando de no tropezar con su propio y precioso vestido. Siguió al grupo y las indicaciones de los primeros bomberos que llegaban, durante unos metros, y cuando hubo localizado una puerta que salía a su derecha, la tomó, y escapó de la pequeña avalancha de gente que, poco a poco, e ilesa, salía del hotel. Se encontró en un pasillo que discurría hacia su izquierda, con varias puertas que iban quedando a la derecha.
Hagall le había dicho que fuera hasta la terraza exterior del hotel, la de la cafetería. Trató de orientarse, y tras pocos minutos de carrera, a duras penas por lo tacones, se dio cuenta de que no iba en la buena dirección.
Se había equivocado, acabando en una puerta al final de otro pasillo, que cruzó y la llevó al exterior del hotel, pero no era la terraza, era una salida de emergencia hacia los muelles que quedaban pegados al edificio. Estaba en la misma cara del hotel que le había indicado Hagall, pero más lejos del sitio exacto. Por allí no había salido gente, por lo que pudo observar. Tampoco había nadie de seguridad, policía o bomberos. Estaba sola, completamente sola, en un muelle bastante a oscuras, iluminado por luces nocturnas en calles adyacentes al otro lado de la orilla, que se reflejaba sobre el agua calma del canal. Sí oía montones de sirenas en la lejanía, y aún se sentía el olor del humo.
De pronto lo que sintió fue frío, pero no porque lo hiciera. Era una sensación muy conocida.
—Hola, Laleh —escuchó a sus espaldas, quedándose petrificada.
No se movió. Reconocía perfectamente esa terrible voz, susurrante y siniestra, una voz que durante días la estuvo atormentando, tantos años atrás, y que había quedado grabada en su memoria.
Se quedó paralizada, incapaz de moverse, casi ni de respirar, y empezó a temblar. Deseó desesperadamente desaparecer o que eso fuera una pesadilla. Sintió cómo él sonreía a sus espaldas y se acercaba a ella. Debía huir, pero sus piernas no respondían, y no habría llegado muy lejos. Debía gritar, pero su voz no salía y nadie la habría escuchado. Se encontraba en el sitio equivocado y supo entonces que estaba perdida, irremediablemente perdida, por estúpida, como siempre.
Una lágrima escapó de sus ojos.
Al comprender que era el fin, de golpe se relajó, dejó de temblar. Lo tenía justo detrás, tan cerca... Pero estaba tranquila. Repentinamente tranquila. Ontames se pegó a ella, despacio, y aspiró en su nuca, absorbiendo su olor. Ella no pudo evitar que el vello se le erizara, pero no se movió. Se mantuvo fría, con la cabeza alta, dispuesta a recibir el golpe que tocara en esa ocasión, fuera fatal o no. Pero el vampiro no la atacó. No. La abrazó por detrás, sosteniéndola fuertemente de la cintura con ambos brazos, apoyando su rostro sobre su oreja. Ella abrió los ojos de par en par, indecisa, incapaz de comprender ese arrebato.
Siguió sin moverse. Era un poco más alto que ella, y mil veces más fuerte. Laia apenas respiraba, no parpadeaba. Lo único que se movía en ella era un corazón, loco de terror, golpeando en su interior como el martillo sobre el yunque, queriendo huir de allí desesperadamente.
—Mi preciosa niña... —le susurró el vampiro al oído. Se soltó del abrazo y le cogió ambas manos por detrás, con macabro mimo, deslizando las puntas de los dedos por todo su brazo. La besó en el cuello. Un beso largo. Suave. Y volvió a inspirar—. Todo este tiempo detrás de ti, contigo; años vigilando tu sueño, viéndote feliz al principio —decía con malicia—. ¿Cómo podías ser tan feliz después de dejarme, traidora?
Laia no contestó. Él volvió a besarla en la nuca, soltó sus manos y empezó a bajar la cremallera del vestido, en su espalda. Ella siguió sin moverse. Estaba preparada para lo que viniera, para lo que ya conocía, lo que no era nuevo para ella, cuando aprendió que ofrecer resistencia era más doloroso y peligroso que rendirse a la crueldad.
—Tan preciosa, tan perfecta, tan frágil y fuerte al mismo tiempo —susurraba Ontames entre dulces y siniestros besos por su cuello y hombro—. Las últimas tres semanas he sentido unos celos terribles del bastardo de Coven. No debí dejarte ir, Laleh, eres mía; debes ser mía —dijo con rabia contenida. Ya le había bajado la cremallera hasta la parte baja de su espalda, e introdujo una de sus fuertes y tibias manos por debajo de la tela—. Vas a ser mía mi niña, mía para siempre, y él lo verá —susurró en su nuca.
Comenzó a deslizar su mano lentamente hasta su vientre, bajando, en busca de un destino claro, y del que tanto había abusado en el pasado. Iba directo a reclamarlo de nuevo, y ella no podía impedirlo, otra vez.
En ese momento sintió un leve pinchazo en su cuello. ¿Eran sus colmillos? ¿Iba a crearla? ¿Iba a transformarla? Al comprenderlo se horrorizó. Eso suponía ser su esclava el resto de su vida...
De pronto sintió pánico; un pánico atroz y desconocido, que le paralizó el corazón. Se detuvo de golpe. Prefería estar muerta que enfrentarse a ese futuro. Quería morirse ahí mismo y en ese instante, pero su cuerpo no respondía, atrapado por el vampiro y atenazado por el miedo.
Sintió un punzante dolor en el cuello. Estaba entrando en ella, mientras su mano seguía descendiendo, casi en su destino.
Por favor... ¡Coven!
Con una fuerte y terrible sacudida, Ontames salió disparado detrás de ella, como si una energía lo hubiera succionado hacia atrás, haciendo que ella fuera arrastrada en la misma dirección por la inercia provocada por el impacto. Pero antes de que tocara el suelo, alguien la sostenía con suavidad. Herlen la tenía sujeta por la cintura con un brazo, y con el otro sus piernas. Sin esfuerzo la levantó, y de un salto imposible se la llevó de allí.
Tuvo tiempo de ver que el que le había arrancado a Ontames de encima, del mordisco inconcluso, agarrándolo por el cuello, era Coven, y prefirió no haberlo hecho. La furia que mostraba en ese momento, ese rostro lleno de ira, más propio del diablo, no lo olvidaría jamás.
Herlen la llevó rápido donde se encontraban pequeños grupos de personas, en la parte delantera del hotel, donde brillaban las sirenas de multitud de ambulancias, coches de la policía y bomberos. La bajó al suelo, y pidió ayuda con un grito.
—Estoy contigo Laia —dijo una voz femenina a su lado. Era Andal, que había aparecido junto a ella. Herlen miró a Laia, serio.
—Debo irme, te quedas con Andal. Ya estás a salvo Laia —la tranquilizó el abogado, que al momento volvió a desaparecer antes de que dos policías se acercaran corriendo donde estaban ellas.
Laia miró a Andal, que le dedicó una mirada de calma y complicidad. Le abrochó el vestido antes de que llegaran los agentes, y con el dedo pulgar borró el rastro de sangre de su cuello, que salía débil de dos heridas pequeñas, que de pronto, recordó tenía en la base del cuello.
—¿Coven? —pudo preguntar sin fuerzas. El estrés postraumático la dominaba de nuevo. Temblaba en sacudidas incontrolables.
—Estará bien cariño; es el mejor luchador cuerpo a cuerpo entre los vampiros —le dijo la vampira con una sonrisa reconfortante.
Los dos policías y Andal la acompañaron hacia una ambulancia. Laia solo podía pensar en él, en la versión de Coven que acababa de ver. La terrible y mortal versión asesina de un vampiro dispuesto a cometer la peor de las torturas a un acérrimo enemigo. Estaba segura de la muerte de Ontames.
![](https://img.wattpad.com/cover/356738599-288-k143671.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Negra Sangre I: Elegida (Completa)
VampireLIBRO PRIMERO: NEGRA SANGRE Bruselas 2014 Laia no es su verdadero nombre. Su vida es un constante huir de su pasado, y desde el primer momento que inició esa carrera buscando un futuro prometedor, se encontró con un terrible presente, una realidad c...