Hacía cuatro días que Laia conociera a Coven, y toda la información con la que ya contaba y lo que sabía de él, eran más que peligrosas, como mínimo extrañas; una buena razón para echarse atrás en su decisión. Posiblemente ésta había sido una de las estrategias de Coven.
A veces la información tenía un precio o te podía convertir en esclavo de un secreto. No sabía qué pensar de él a esas alturas, y dudaba entre la idea de que su actitud fuera fruto de su verdadero deseo de ser sincero, o que estuviera manipulándola para llevarla a un callejón sin salida. Cuatro días no eran suficientes para siquiera imaginar cuáles eran sus planes con ella. Lo sorprendente era que la hubiera elegido a ella, ¿por capricho?, o porque ¿de verdad era válida y ella no lo veía?
En esto pensaba, con su cerveza en mano, cuando llamaron al timbre. Laia se asomó por la ventana; tenía que hacerlo así porque su telefonillo no funcionaba. Abajo esperaba un hombre que no reconocía y al que apenas pudo ver el rostro.
—¿Qué quieres? —gritó desde la ventana.
El hombre levantó la mirada, y la impresión que le produjo le era bien conocida. Otra persona con el rostro marcado por el horror, tanto en su expresión como en las marcas en su piel.
—Soy Ciro y Coven me manda buscarte —le gritó desde abajo secamente.
—¿No puede venir él? Ya salí de aquí detenida, no me fío de nadie —le contestó desde la ventana, y era lo que realmente sentía.
—Tendrás que arriesgarte —le contestó sin más. Su tono no admitía réplica, y su mirada mucho menos. Laia concluyó que sin duda parecía un hombre de Coven, vistos los precedentes. Cogió su pequeña mochila y bajó. The Grinch, como siempre, se despidió con cara de reproche.
Cuando se encontró cara a cara con Ciro, retrocedió bruscamente al verlo de cerca. Su forma de vestir era del estilo de Coven. Aparentaba cuarenta, tal vez alguno más, y si no fuera por la terrible cicatriz que nacía en la comisura izquierda de su boca, hasta casi la oreja, se podría decir que era un hombre muy atractivo, guapo, de rasgos armoniosos, mandíbula cuadrada, afeitada, pelo rubio oscuro, rapado en las sienes y más largo en la parte alta. Era muy alto y con cuerpo de gimnasio, como se decía. Llevaba cinco pendientes de aro pequeños repartidos entre ambas orejas. Pero lo más llamativo, incluso más que su cicatriz, eran sus profundos ojos azules, muy claros, bajo pobladas cejas y largas pestañas. Mirada cruel en unos hermosos ojos.
—Nos espera en el despacho de abogados, pero antes tenemos que recoger algo en Bois de la Cambre —dijo sin más presentaciones y echó a andar. Ella lo siguió apresurada y sin entender nada; ¿por qué no iba Coven? Menos mal que Laia tenía las piernas largas, porque no era fácil seguirle el ritmo.
Sí debían ir lejos, porque anduvieron mucho tiempo, cruzando los caminos peatonales del parque, a veces metiéndose entre los árboles hasta quedar escondidos, lo que no tranquilizaba los ánimos de Laia en presencia de semejante hombre. Pero Ciro no dijo absolutamente nada, y tampoco la miró demasiado. Los hombres, y mujer, que trabajaban para Coven eran discretos y taciturnos hasta el extremo; ¿es que los amenazaba de muerte si no eran así? ¿Tendría que ser ella así?
—¿Te puedo hacer una pregunta Ciro? —lo abordó con cierta cautela mientras esperaban junto a la avenida.
—Dime —contestó él sin mirarla, observando a su alrededor.
—A lo mejor te parece impertinente...
—La vas a hacer igualmente —le cortó secamente.
—Sí, es verdad —dijo dándole la razón. Cuando no podía callarse no lo hacía ni aunque debiera—. He conocido a... bueno, los que trabajáis directamente con Coven, y... no sé cómo decirlo, sois muy... ¿discretos?, ¿callados? —comentó tratando de no ofender. Ciro no contestó, y Laia estaba dispuesta a darse por vencida a la primera.
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Negra Sangre I: Elegida (Completa)
WampiryLIBRO PRIMERO: NEGRA SANGRE Bruselas 2014 Laia no es su verdadero nombre. Su vida es un constante huir de su pasado, y desde el primer momento que inició esa carrera buscando un futuro prometedor, se encontró con un terrible presente, una realidad c...