CAPÍTULO 7 - PARTE 1 - COVEN: No soy humano

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Los últimos cuatro días Coven había enseñado cada punto y aspecto importantes de su negocio a Laia, dándole la oportunidad de conocer un mundo lleno de sombras a una joven que, aunque conocía la noche, posiblemente no se imaginaba la logística de muchas cosas. Ella estaba claramente impresionada, si bien no lo decía, pero mostraba verdadera curiosidad.

Solo faltaba enseñarle lo más escabroso de todo eso. Lo más difícil de asumir, y debía decírselo justo después de lo que había pasado hacía solamente seis horas, y después de días de mucha intensidad. Lo que había visto de ella le había impresionado de verdad, y mucho más desde que se diera cuenta de cuál podía ser el peso con el que cargaba la chica. Él lo sabía bien, y se sintió rabioso, embargado por el deseo de venganza.

Lo que hubiera vivido Laia en el pasado le había dejado una cicatriz invisible, pero más profunda de lo que uno pudiera imaginar; tanto, que ella se empeñaba en ocultarla hasta el punto de defender el escondite con uñas y dientes. Trataba de olvidar la vergüenza tan grande que sentía y el dolor que le producía.

Coven sabía que todo el mundo tenía siempre algo que ocultar, algo que solo cada uno sabía. Sin embargo, algunos secretos pesaban más que otros, y eso, marcaba a las personas, de la misma forma que marcaba a su raza desde hacía milenios. Si de algo sabía Coven, era sobre el hecho de llevar pesadas cargas hasta el punto de tener que enfrentarse al momento de soltarlas para poder seguir avanzando. , y él había tenido muchas vidas.

Había llegado el momento de desvelar su secreto mejor guardado a Laia.

La sintió desperezarse. Eran las seis de la tarde. Él se acercó a la cama y se sentó a los pies. Ella le dedicó una somnolienta sonrisa, lo cual lo alivió. Volvía a ser su versión más risueña.

—Despertarse con esta visión está muy bien ¿sabes? —le confesó ella sin reparos. A veces era tan tímida como atrevida otras; esa actitud era inexplicable para él.

—¿Cuándo has bebido y no te he visto? —preguntó con sorna.

—Perdona, a veces pienso en alto —dijo algo más sonrojada.

—Perdonada —contestó—. ¿Quieres comer?

—Desde luego que quiero comer —dijo mientras se levantaba, todavía vestida.

—Pediré una pizza —propuso él mientras se levantaba a buscar su móvil.

—Sin piña por favor —pidió—. Me podría casar contigo —soltó de pronto. Él se volvió para mirarla, sin saber si lo que había escuchado era correcto, y sí, por su expresión, lo era—. No me mires así. Eres demasiado atento.

—No es razón suficiente para desearme como partido —le contestó.

—Creo que me voy a hacer un porro —dijo ella negando con la cabeza. Tampoco comprendía por qué estaba diciendo esas cosas.

—Si te lo fumas dirás más tonterías.

—¡Eh! ¡Que hablo en serio! —exclamó—. Entonces no entiendo por qué me regalas maría de la mejor calidad —dijo mientras sacaba una bolsita de marihuana de su mochila y se la enseñaba.

—Prefiero maría que heroína o coca —dijo serio. Ella lo miró enfadada. Había dado en la herida—. Es más, prefiero maría antes que cualquier antidepresivo que te recete el médico. Pero no por eso celebro que fumes.

—Sé que debo dejarlo.

—En eso estamos de acuerdo —apostilló él.

Laia se acercó a la cocina para buscar dos vasos en los que servir algo de beber mientras esperaban la pizza, y ésta no tardó. Coven la recogió y pagó al chico. Laia merendó sola, como siempre. De nuevo lo miró con suspicacia, pero no le dijo nada sobre su actitud de no probar bocado o bebida alguna. Coven podría hacerlo, pero lo detestaba.

Negra Sangre I: Elegida (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora