Capítulo 2

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Su vida se había convertido en un bucle que no sabía como salir, ni si quería hacerlo.

Se levantó de la cama, y aunque eso para ella ya era un gran logro, no se sentía muy alegre. Como cada día, cogió la cajetilla de cigarros que tenía en su mesita de noche y se fumó el primero del día. 

Se quedó mirando por la ventana la gente que caminaba feliz por la calle y en ese momento, la puerta de su casa se abrió. Ni si quiera se molestó en girar la cabeza, ya sabía quien era. La única persona que la venía a visitar desde hacía un año.

Bueno, quitando la chica que venía cada día. Pero ella no la contaba, no venía porque quería, venía porque su madre la pagaba para eso. Para controlarla.

— Por dios, Violeta, está la casa echa una mierda.

Si, su madre no era de decir malas palabras, así que que digiera eso era bastante fuerte. Pero a ella le daba igual, no le preocupaba su salud como para preocuparse de como se encontraba de sucia la casa.

— Y ya estas fumando otra vez — dijo suspirando.

— ¿Qué quieres, mamá? — soltó el humo por sus labios. — Dijiste que si aceptaba lo de la niñera me ibas a dejar en paz.

— Si, pero aceptar no es dejar a la pobre chica fuera de casa. — Se encogió de hombros, le daba igual, como todo desde hacia mucho. — Además, no es tu niñera.

— No, es una amiga desconocida que le paga mi madre. Mucho mejor, como si fuera una niña pequeña que no la quieren en el colegio.

Escuchó como los pasos se acercaban a donde se encontraba, pero siguió sin mirarla. Ella quería seguir fumando, pedir comida china en el restaurante de la esquina y seguir durmiendo o llorando, lo que le apeteciera en ese momento . Lo que sea para intentar evitar la realidad, esa en la que ella no estaba.

— Violeta, cariño, dale una oportunidad, por favor. Es una chica estupenda y muy simpática. — por primera vez la miró y se le rompió el corazón el ver sus ojos llenos de súplica. — Si no lo haces por mi, hazlo por Aina, por favor.

Suspiró y, con un hilo de voz habló.

— Está bien, lo intentaré. Lo prometo.













Las cuerdas de la guitarra sonaban entre los dedos de Chiara.

Se encontraba pensando en esa chica, como siempre últimamente. Llevaba una semana tratando de que le abriera la puerta o al menos, hablara de algo más que 'vete', 'llamo a la policía' o 'no te conozco'.

Hoy había vuelto a hablar con su madre y esta le había prometido que intentaría hacer que su hija cambiara de opinión.

Y es que si seguía con esa actitud, Chiara dejaría de intentar ayudarla.

No se puede ayudar a alguien que no quiere ser ayudado.

— ¿Qué tal con el trabajo? ¿Te gusta? — la voz de su mejor amigo hizo que dejara de mirar las cuerdas de la guitarra para mirarlo a él.

— No sé, es raro. Me siento como un trabajador de correos que se ha equivocado de casa. 

— Vaya, que específica 

Los dos rieron.

— No sé, Martín creo que lo voy a dejar, no estoy hecha para esto. — suspiró y volvió a tocar la guitarra.

— ¿Chiara Inrendible Oliver, va a dejar el trabajo en una semana?

— Sabes que no es eso — Martin dejó de mirar la olla llena de espaguetis y la miró. — Lo acepté porque sentía que había alguien que me necesitaba y eso me ponía contenta. Pero que cada vez que vaya me eche de casa no ayuda. Bueno, si al menos me dejara entrar. — Se estiró en el sofá de su casa, desganada.

My DarlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora