Capítulo 11

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— Me gustaría ayudar en todo lo que me sea posible — dijo Violeta a la señora con gafas pastas que la miraba como si de un milagro se tratara.

Aprovechando que el hospital se encontraba cerca de la casa de Chiara, había ido para tratar de hablar con la directora sobre el tema de la gala benéfica. No sin antes pasarse por el banco a por un cheque.

— Claro, claro.

— Lo único que pido es que Chiara no sepa nada.

Noemí Galera dejó de mirar el cheque que le había dejado para mirarla a ella. Esperaba una petición, nadie daba esa cantidad de dinero si no es por algo. Lo que no esperaba era que tuviera que ver con Chiara.

— Perdona si se ofende, pero no puedo evitar preguntar si esto es una broma.

Violeta alzó una ceja.

— No, hablo completamente enserio. Ah y que toque el piano. Son mis únicas dos condiciones.

— Sisi, tranquila. Yo se lo comento. No creo que ponga pegas.

— Bien, bueno ya que está todo claro, me voy — se levantó y le entregó la mano para que se la estrechara.

Salió de su despacho y caminó hasta la salida pero antes se dirigió a la zona de niños. Y ahí la vio.

Estaba sentada en un taburete, con una niña en sus piernas y rodeada de niños. Se veía feliz y no pudo evitar sonreír.

Lo que estaba sintiendo por esa chica no era normal. Y la verdad es que tenía miedo de que no le correspondiese de la misma manera. Aunque con ella se conformaba con una simple amistad. 

Sin querer, la niña que estaba en sus piernas se fijo en ella y se giró a mirar a Chiara para señalarla.

Mierda, pensó cuando vio a la pelinegra mirándola.

Sus ojos se cruzaron y no pudo evitar sonreír y saludar con la mano. Ella frunció el ceño y le hizo una señal para que se acercara. Ya no podía salir de ahí, así que se acercó.

Que mala suerte

Todos los niños se quedaron callados y miraron a la pelirroja curiosos.

— Hey, Vio, ¿Qué haces aquí? — dijo abrazando a la niña y viendo cómo sus ojos brillaban al verla.

— Hola. Pues... Pasaba por aquí y... — no supo que más decir. Se sentía en un juicio con todos esos niños mirándola.

— Kiki ¿Aquesta es la noia de la que sempre parles? (¿Esta es la chica de la que siempre hablas?) — los ojos de Chiara se abrieron y rezó que Violeta no entendiera lo que decía.

— ¡Amor!— exclamó sonrojada.

La niña frunció el ceño. No entendía que pasaba, ni lo nerviosa que se había puesto por esa pregunta.

— ¿Et vols quedar, senyoreta? (¿Te quieres quedar, señorita?) — dijo, viendo que la mayor no le respondía.

— Claro — ahí ya Chiara estaba teniendo un infarto. — Si puedo.

La pelinegra asintió y Amor aplaudió alegre. Cogió un taburete y se sentó al lado suya.

En un momento, la pequeña estaba en las piernas de Violeta mientras Chiara hacia una representación de los tres cerditos. Cada vez que la pelinegra decía 'soplaré y soplaré y tu casa derrumbaré', la pequeña se asustaba y se escondía en los brazos de la mayor.

Violeta se moría de amor cuando eso pasaba y le abrazaba. Aunque cuando llegó a la casa del tercer cerdito, al ver que no podía derribarla se puso a reír de la manera más pura que podía hacer un niño.

My DarlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora