Capítulo 16

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Paso número 4: recuerda también lo malo.

Algo que pasa mucho después de una relación tanto buena como mala, es el idealizar los buenos momentos y olvidar los malos. Y ahí es donde radica el problema, hay que recordar también lo malo para poder superar lo que no nos hace bien.

24 de diciembre.

Nochebuena.

Los pasillos del supermercado se le hacían eternos.

Sus brazos estaban apoyados en la barra del carrito, mientras veía a su madre elegir los productos de las estanterías.

Seguía dándole vueltas a lo que pasó ayer. Escuchar a Chiara decirle que le gustaba había sido lo mejor que había escuchado en su vida, pero se asustó. Y tampoco quería complicarle más la vida. Si en ese momento le hubiera dicho que la quería y días después seguía con el recuerdo de Aina no sería justo. Ni para ella ni mucho menos para la pelinegra.

Suspiró. Seguía con el 'te quiero' atorado en la garganta, aunque no lo quisiera admitir.

— ¿Pillamos berberechos o será demasiado? — la voz de su madre la sacó de sus pensamientos.

— Lo que quieras. — respondió desganada.

Entrecerró los ojos, mirándola, pero no dijo nada más que: — Pues lo dejo.

Se acercaron a la caja, la cual tenía una fila muy larga y se quedaron hablando mientras aminoraba.

La señora Hódar tenía la sensación que a su hija le pasaba algo, no sabía muy bien el que, pero la notaba un tanto apagada, más que la última vez que se vieron. Aunque el sentimiento que transmitía era diferente, era más de tristeza en el alma.

Cuando quedaban solo dos personas para llegar a la caja, la más mayor se dio cuenta que faltaba una última cosa.

— Ahora vuelvo, hija — sin decir nada más, la dejó allí.

Resopló, no podía ser más oportuna.

Solo faltaba una persona, así que se puso a colocar las cosas en la cinta.

— Holaa, Violeta — frunció el ceño, hasta que se fijó en esos ojos verdes que tanto había echado de menos.

—Hey, Chiara ¿Qué haces aquí? — sonrió, viendo como la medio inglesa pasaba los productos por la maquina.

— Trabajo aquí, creo que es obvio. —se rio, mirándose a si misma.

Llevaba la típica camiseta del Mercadona con su chapita con su nombre y su pelo negro recogido en una coleta.

Violeta no sabía que más decir, pero por suerte, su madre apareció con una lata de berberechos y sonrió al ver a Chiara.

— Anda, Chiara que sorpresa. No sabía que trabajabas aquí.

— Acabo de empezar hoy. — dio una mirada fugaz a la reportera antes de volver a pasar los códigos de barra de los productos por el detector.— Y vosotras ¿Preparando la cena de Navidad?

— Síii, mi hijo mayor, Alex, se casa y hoy vamos a conocer a su prometida. Bueno, yo, Violeta ya la conoce — la volvió a mirar, sonriéndole y frunciendo el ceño, curiosa — Si quieres puedes venir. Habrá comida de sobra.

Chiara miró a Violeta, mordiéndose el labio indecisa. Pero tampoco se lo tuvo que pensar mucho.

— Está bien ¿Llevo algo?

— No, solo tú presencia.





El cuerpo de Violeta se encontraba untando las últimas tostaditas con queso y poniéndole una fina loncha de salmón por encima. Pero, por otro lado, su cabeza estaba en otra parte, más bien en una pelinegra medio británica que había visto esa misma mañana.

My DarlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora