Capítulo 46 - El desierto

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María y Drake

Esa noche, cenaron sentados en la terraza de un bonito restaurante, aunque fuera hacía frío, no querían perderse las privilegiadas vistas de la plaza que tenían desde allí arriba.

Jemma El - Fna cobraba vida de noche, era un lugar completamente diferente a como le recordaban de la mañana anterior, los lugareños, después de cerrar sus tiendas en el Zoco, se juntaban allí para cenar en los puestos callejeros y lo que de día era un lugar turístico, con la llegada de la noche, se convertía en un lugar de reunión para los comerciantes.

Admirar el contraste entre las culturas, era impactante y Drake y María se quedaron hechizados contemplándolo.

El cuscús que degustaron, a María le sentó de maravilla, la rebelión que había sentido en su interior al levantarse de la siesta, con cada bocado que dio, fue calmándose, hasta hacer que se sintiese casi recuperada por completo.

- Puede que solo necesitarás comer algo más suave, le dijo Drake sonriendo al verla terminar su plato.

- Puede que tengas razón amor - le respondió cogiéndole de la mano, aunque no te acostumbres a que te la dé - añadió para picarle.

Aunque María había intentado ocultar su malestar, Drake la conocía bien e intuyendo que aún no estaba bien del todo, estuvo pendiente de ella a cada instante.

- Siempre tengo razón pequeña, aunque te niegues a reconocerlo, contraatacó Drake fanfarroneando.

- A ver, ¿en qué más tienes razón? Le preguntó María riéndose.

Drake dudó durante un segundo, le había pillado, pero viendo como miraba María el plato que acababan de servir en la mesa de al lado, respondió:

- En qué te va a dar igual como te encuentres, el postre no le vas a perdonar.

- Touché amor, pero eso no es tener razón, es conocerme un poquito, le contestó guiñandole un ojo.

Si hay algo a lo que María jamás renunciaría es a un postre.

"Cuernitos de gacela", se llamaban los dulces que pidieron para terminar y cuando los probaron, Drake tuvo que admitir que María tenía razón, lo mejor siempre llegaba al final.

De vuelta al Riad, después de que a María se le antojase comprar una lámpara árabe, Drake le contó que tenía preparada una sorpresa para el último día, tenían que terminar el viaje de una forma especial.

- Sé que no me vas a contar qué locura se te ha ocurrido amor le dijo María, pero quiero que sepas que nunca voy a olvidar estos días, le confesó apretándole fuerte la mano.

- Créeme que yo tampoco, le respondió Drake al fijarse en el animal que tenían enfrente.

Su amigo, el burrito, volvía a ser su acompañante.

María

Riéndose de la situación, pensó en todo lo que habían vivido en dos días y en que, a pesar de todo, ella, le había hablado completamente en serio, jamás olvidaría todo lo que había tenido la suerte de ver en Marrakech, no sabía si algún día volvería a perderse por sus calles, pero lo que tenía claro era, que una vez que conocías la ciudad, de una forma u otra, te dejaba huella.

- Sé que suena muy a tópico, le dijo quitándose el vestido al llegar a la habitación, pero cuando vienes a un lugar como este, empiezas a valorar lo que realmente tienes.

Mientras reflexionaba sobre sus palabras, Drake la respondió:

- Pequeña, eres de las pocas personas que conozco que valora todo lo que tiene y ya sabes que te admiró por ello, pero tienes razón continuó diciéndole, no te puedo negar que aquí todo es muy diferente...

Llévame a la luna y abrázame en el caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora