Los asesinos más peligrosos viven junto con los pobladores. Todos ellos tienen algo en común, y eso es la enfermedad que llevan en los ojos, lo que los hace más fáciles de identificar: la heterocromía.
Sus víctimas son asesinadas a sangre fría y no...
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No todo el mundo se quema en el infierno. Los locos disfrutan bailar con el diablo.
Daniel Saint.
° ° °
43
—Cuidado, con cuidado... —pidió Jen en cuanto entraron a la sala.
Brais soltó un quejido doloroso en cuanto su cuerpo quedó sobre el sofá. Corrí directo al baño por toallas y una cubeta con agua, y me regresé lo más rápido posible intentando acercarme de vuelta. Sin embargo, Jen se interpuso en mi camino, con las cejas fruncidas y una mirada cargada de seriedad.
—¿Qué pasa? —pregunté, dejando la cubeta sobre el suelo.
—Sé que sonará extraño —comenzó a decir, agarrando el puente de su nariz como si estuviera aguantando las ganas de decir algo que no debería—. Pero no lo toques, al menos por ahora.
Al instante en que terminó de decir aquello, Yannick se acercó a Brais con una linterna para iluminar sus ojos, como un doctor. Los vi a él y a Jen varias veces sin comprender nada de lo que estaba sucediendo.
—¿Qué significa eso?
Mi pregunta fue evitada épica mente cuando Jen me dio la espalda y se acercó a donde estaba Brais. Caminé detrás de él con la cabeza revuelta y con cientos de preguntas.
—Parece estable... —Yannick se levantó del suelo con el sudor recorriéndole la frente. —Probablemente solo haya sido un impulso, no creo que se trate de eso.
Jen suspiró por lo bajo sin dejar de ver a Brais y cruzó sus brazos sobre su pecho.
—¿Estás seguro?
—Completamente. —Aceptó Yannick —He visto esto de cerca por años, no creo estar equivocado.
Ambos voltearon a ver a Brais con tanta seriedad que no pude evitar demostrarlo.
—¿Que significa eso? —Pregunté pasando mi vista de uno a otro, esperando que me respondieran. —¿De que hablan?
Cruzaron sus miradas un momento antes de que Jen le hiciera una seña en mi dirección a Yannick. El chico reaccionó asintiendo con la cabeza y se acercó a tomarme las manos.
—Ven.
Me jaló directo hacia la habitación con pasos rápidos. Nos sentamos en la cama, cada uno frente al otro. Jen se recargó sobre la puerta una vez que entró a la habitación.
