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Lizzie caminaba con aterradora tranquilidad por los oscuros pasillos del edificio, haciendo oído sordo a los ecos del escenario ocasionados por el revuelo que causaron los lobos al revelar la verdad de los alienígenas.

No le importaban los azulados, le importaba más salir del lugar y atacar la nave; sin ella, no irían a ningún lado.

Abrió las puertas de par en par con su magia, causando un fuerte estruendo y siendo iluminada por la luz de la luna, la nave y las patrullas, frunció el ceño ante las molestas luces de estas últimas.

—¿Lizzie? ¿Qué sucede ahí dentro? —consultó Dale, bajando su arma, sin notar el estado de la nombrada.

La bruja le dió una mirada frívola a cada persona presente, ignorando a Morgan quién solo se acercó al jefe de policía.

—En su lugar, yo no me metería en su camino. Le recomiendo mantenerse alejado.

Wells lo observó desconcertado por unos segundos hasta que unas pisadas sobre chapa llamaron su atención, cunado quiso darse cuenta la Necrodopolis ya estaba en el techo de la patrulla.

—¿Qué? ¿Qué haces? ¡Bájate de ahí!

La joven lo miró de reojo para dejarle en claro que no volviera a molestarla, y aparentemente ese mensaje llegó muy bien. Jamás la había visto de esa manera, se preguntó qué fue lo que logró sacarla de quicio.

Afortunadamente no tuvo que pensarlo demasiado, los ruidos provenientes del edificio eran cada vez más fuertes, clara señal de que se estaban acercando.

Los primeros en salir fueron los alienígenas acompañados por Zed y Addison, quienes traían la copa de animadores en sus manos. Automáticamente el resto de los estudiantes salieron, incluyendo a la manada de lobos.

—¡Alto! ¡Quédense dónde están! —ordenó Dale apuntando a los aliens con su pistola, el resto de su equipo lo copió.

Los extraterrestres compartieron miradas asustadas, pero fue A-spen quién se plantó y trató de conservar la calma.

—¡Subenos, nave nodriza! ¡Ahora!

—¡Lobos! —la Lykensen dió la señal, inmediatamente sus collares empezaron a brillar.

Sin embargo, antes de que ellos pudieran hacer algo, la nave nodriza ya los estaba teletransportando; aunque no duró demasiado pues a los segundos volvieron a tierra firme. Los azulados se miraron confundidos y llenos de pánico, ninguno entendía porqué no pudieron subir.

Fuertes estruendos de metal chocando entre sí y rompiéndose resonaron en el ambiente, las miradas de todos se dirigieron a la nave en el cielo que ni siquiera podía quejarse del dolor.

Las luces en ella comenzaron a titilar con ferocidad y las turbinas se estaban rompiendo poco a poco, aquello era un fenómeno extraño, pero sin dudas, mágico y aterrador.

Una de las sirenas dejó de sonar gracias a un sonido sordo, todos voltearon hacia una de las patrullas, más precisamente en la que estaba Lizzie, cuya sirena había sido destruida de un pisotón.

La castaña poseía sus ojos y brazos resplandeciendo por su aura, con una mano alzada rodeada por una acumulación más grande de su poder, claramente señalando al vehículo espacial. Observaba a los alienígenas y a cualquiera que estuviera cerca de ellos con desprecio e indiferencia, pero su rostro estaba tallado por la furia en una expresión fría.

Sin dudas, se veía aterradora.

—Nadie subirá a esa nave.

Los extraterrestres se encogieron en su lugar, estaban en un serio problema.

𝐈 𝐇𝐀𝐓𝐄 𝐓𝐇𝐄 𝐖𝐀𝐘 [𝐖𝐘𝐀𝐓𝐓 𝐗 𝐎𝐂]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora