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Los rayos de sol brillaron contra su cabello, resaltando los finos pelos parados, sobre todo porque se había levantado de golpe.

Su respiración agitada fue calmándose poco a poco, con una mano en el corazón, como si no creyera lo que había pasado.

Se miró las manos y luego a su alrededor, procesando que ya no estaba en el bosque, sino en su habitación, en su hogar.

Y sin señales de Luke por ninguna parte.

Feroces lágrimas amenazaron con salir de sus ojos, pero no pudo soltar ninguna, ni quería. Se limpió los ojos rápidamente y respiró profundo, como si ahora percibiera todo diferente, hasta algo tan simple como respirar, como si lo valorará más.

Se levantó de su cama y salió de su cuarto, sin percibir el ambiente lúgubre de la casa, ese que ella misma había creado con su ausencia. Observó para todos lados, no había ni un alma en esa casa aparte de ella. Apenas bajó a la sala notó el hermoso día que había afuera, así que asumió que los demás debían estar allí.

La verdad es que no se había fijado en la hora ni en la fecha, ella creía que simplemente se había desmayado unas horas, pero en realidad habían pasado días enteros.

Abrió la puerta lentamente y pestañeó repetidamente ante la fuerte luz solar, apenas cerró la puerta se quitó la campera y la ató a su cintura, sin ganas de querer disfrutar del calor.

Su vista se acostumbró rápidamente, notando que en el exterior no había nadie, las calles estaban desiertas como si estuvieran en un apocalipsis zombie, algo que no haría tanto contraste considerando que sí estaban en una ciudad repleta de zombies.

Frunció el ceño confundida, rascó un poco su nuca antes de notar a su hermana menor en el patio, jugando con menos ánimo del habitual. Se acercó a ella, con el fin de preguntarle qué le sucedía, aunque no había pensado en que tal vez no era una buena opción.

—Buenos días, Zoey. O buenas tardes. ¿Qué sucede?

La nombrada se dió vuelta rápidamente, con los ojos abiertos como platos, y su mandíbula no tardó en caer. Lizzie creyó que el tono gentil que usó no fue el adecuado, sobre todo porque nunca lo usaba.

—¿Estás bien? ¿Por qué me miras así?

La zombie no emitió ni un sonido al contrario de su mascota, el pequeño perro blanco no tardó demasiado en empezar a saltar alrededor de su pierna, buscando algún tipo de caricia; la castaña solo pudo fruncir aún más el ceño.

—Eeeh... ¿Zoey? Yuju, ¿me oyes? —pasó una mano frente de sus ojos, pero la menor no reaccionó.

Hasta que lo hizo.

La niña pegó un grito tan fuerte que podría haber quedado sorda, aunque no le sorprendió el timbre que debía tener atorado en la garganta para dar tal grito, sino que nadie salió a ver qué sucedía.

En lo que ella se lamentaba por sus oídos, Zoey salió corriendo del lugar, yéndose a quien sabe donde y sin cuidado alguno por la calle.

Lizzie se quedó mirando en su dirección, sobre todo porque Cachorro se fue corriendo detrás de ella. No entendía qué pasaba.

La bruja miró para todos lados, ahora ya no había nadie, y no sabía adónde ir para preguntar qué era lo que estaba ocurriendo.

A los pocos minutos, sin que ella supiera adónde ir y, por ende, sin que se moviera de su lugar, la pequeña Zoey volvió corriendo con una gran sonrisa, como si hace un rato no se hubiera asustado.

Debía admitir que la zombie no tenía fuerza, pero sí tenía potencia; casi cayó al suelo cuando no frenó ni un poco para abrazarla de golpe.

—¡Despertaste! ¡Despertaste!

𝐈 𝐇𝐀𝐓𝐄 𝐓𝐇𝐄 𝐖𝐀𝐘 [𝐖𝐘𝐀𝐓𝐓 𝐗 𝐎𝐂]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora