Todo comenzó con un gran cuadro que mi esposo llevó a casa, un óleo en verdad no muy bonito, la imagen era de un duende, mi esposo decidió dejarlo en la sala, algo que no era de mi completo agrado, en realidad era feo aquel personaje, parecía endiablado, más aún que nuestro pequeño hijo de cuatro años aseguraba, que ese duende lo seguía con la mirada a donde caminaba, mi esposo decía que solo eran cosas de niño, pero la imagen del duende como era como corriendo el niño decía que ese lo perseguía. Desde la misma llegada de dicha imagen en casa sucesos extraños empezaron a suceder, las cosas aparecían en lugares diferentes y no pequeñas cosas, artículos que en verdad eran muy notorios que estaban en otro lugar, mi esposo siempre decía que eran supersticiones mías, una noche a eso de la media noche escuchamos a un gato, no era nuestro porque nunca gustamos de tener gatos dentro de la casa, pero en esta ocasión había uno dentro y peleaba con algún otro animal, los tres llegamos a la sala por aquel escándalo tan terrible, el niño lo primero que dijo es que el duende estaba atacando al gato, mi primera reacción fue mirar el cuadro, les aseguro sin ninguna duda que por una fracción de segundos no vi al duende en el cuadro, solo el fondo de la pintura, pero fue cosa de un parpadeo y el duende estaba de nuevo en la imagen, el gato a pesar que lo espantábamos para que saliera, ni nos determinaba, con su pelaje erizado y maullándole al cuadro se enfrentaba a este como para seguir la pelea, al fin con un poco de agua que le tiró mi esposo se fue y pudimos volver a la cama, pero lo que vi, además lo que dijo mi pequeño me dejaron sin poder pegar el ojo, lo del duende era algo real y malvado.
Desde aquella noche no podíamos dormir tranquilos, en casa las cosas iban y venían por los aires , muebles que se necesitaban hasta tres hombres para moverlos iban solos de un lugar a otro, eso empezaba apenas nos íbamos a dormir, pero el niño siempre lo sabía, solo era decir, el duende salió de su cuadro, era como la clave para saber que sucesos extraños empezaban a ocurrir, a mi esposo le tocó entender que ese cuadro había traído algo con el que no era bueno, pero no se decidía a deshacerse de él. Mi pequeño dijo que el había soñado que había que traer tres gatos a casa y al descubrir el duende fuera del cuadro se debía quemar, así el tendría que irse, el cuadro era su refugio, claro mi esposo no creyó como es que un niño de cuatro años podía saber aquello, desde que el niño dijo esto el duende o lo que fuera, para mi era más un demonio, se dedico a atacar al pequeño lo jalaba de sus pies tratando de llevárselo de nuestra cama o le aruñaba sus piernas y brazos, mi esposo al ver los ataques frecuentes debió acceder a conseguir tres gatos, aquello era un caos nocturno, pero los ataques al niño terminaron, el duende en sí no movía cosas en casa, lo que se movía y quedaba en completo rebujo era por el enfrentamiento de este con los gatos. Una noche mi esposo en el desespero de no poder dormir, salió a espantar los gatos, allí lo vio, cuenta que si era un duende, pero no idéntico al del cuadro aquel era mucho más pequeño, pero también se reflejaba más en el su maldad, este montaba sobre uno de los gatos y lo golpeaba mientras los otros dos trataban de atraparlo, el malvado personaje en momentos reía como si se divirtiera, en otros maldecía cuando era presa de uno de los gatos, mi esposo miró el cuadro para comparar la diferencia entre los duendes y vio que ese no estaba en el, solo la imagen de fondo, recordó lo que dijo el niño, corrió afuera de la casa, empapó el cuadro en gasolina y lo quemó , cuando la llama empezó arder el duende dio un grito de rabia y se le escuchó correr fuera de la casa, más que a él, a los gatos que lo perseguían fuera de la misma . Esa semana siguiente se escuchaba a lo lejos un silbido agudo y fuerte, el niño decía que era el duende que no tenía a donde ir, a los pocos días se dejó de oír aquel silbido, aún así conservamos los gatos, fueron ellos nuestros defensores de aquel ser malvado.