En los sótanos del paraíso.
Nuestra relación es idílica. A los ojos de la gente somos el matrimonio perfecto. Ambos trabajamos como ejecutivos de diferentes firmas comerciales, disfrutamos de un nivel socioeconómico alto y estamos bien relacionados. Yo soy el claro ejemplo de una mujer totalmente emancipada, liberada, capaz de decidir sobre aquellos aspectos de la vida que para muchas otras mujeres resultaría imposible por estar sometidas bajo el yugo del patriarcado. Soy una mujer privilegiada al haber encontrado un hombre, Avelino, Lino, que me acepta tal y como soy y comparte mis ideales en cuanto a la igualdad de géneros. Somos la envidia de cuantos nos conocen, en cuanto a cómo nos relacionamos entre nosotros en público y a nuestras muestras de cariño.
Ya casi ni me acuerdo de cuando era joven. Creo recordar que tuve varias parejas, varios novios. Del único que me acuerdo de su nombre fue del último antes de dar el salto a mi nueva vida, de Dani. No guardo contacto con ninguna de las personas de mi pasado, de cuando no era nadie ni tenía nada, de cuando daba gracias por tener un techo bajo el que guarecerme y un plato de comida para todo el día. Dani, simplemente, desapareció.
Lo bueno de amar racionalmente es que puedes sopesar en todo momento las opciones disponibles en función de los comportamientos y preferencias de tu pareja. Tal vez se pierda un poco la pasión, que nunca hubo mucha, y nada en los últimos tiempos. Hemos abandonado bastante ese contacto físico que debiera haber entre ambos. Siempre tensos, centrados en nuestros trabajos, con el móvil adherido a nuestras manos como si nos fuera la vida en ello, olvidando nuestras apetencias, nuestras necesidades más primarias. Hasta que un día despiertas por la mañana y te das cuenta de que hay un vacío en tu interior. Quise llenar ese vacío con Lino, no hallando otra cosa que más vacío.
Lino marchó por tres días a Barcelona por trabajo. Era bastante corriente que nuestros viajes de trabajo no coincidieran, por lo que en esa ocasión me tocó a mí quedarme en casa. La primera noche hice lo de siempre: comida a domicilio; trabajo, trabajo y más trabajo; y desfallecer tirada sobre la cama sin tan siquiera desvestirme.
Cuando noté unas manos acariciando mi cuerpo, creí estar teniendo un relajante y placentero sueño, en el que Lino recuperaba esa faceta suya tan lejana en el tiempo. A medida que esas manos empezaban a desvestirme, supe que no se trataba de Lino. La delicadeza de sus movimientos, la suavidad de su tacto, el recorrido sobre mi piel, todo ello me traía estampas de tiempos muy pretéritos, de mis años de juventud.
La segunda noche pasó algo parecido en su inicio. Caí rendida boca abajo sobre las blancas sábanas, sintiendo como todo mi ser se sumergía en las profundidades de los sueños, allí donde los deseos más oscuros se materializan y se disipan las tensiones acumuladas durante el día. Aquellas manos sin nombre masajeaban mi espalda entre aceites oleosos y movimientos imposibles, deslizándose hasta aquellas zonas que encienden el fuego en cualquier mujer, deteniéndose a juguetear en todas aquellas partes de mí que me empujan a llenar ese vacío que se había quedado a vivir conmigo desde hacía tanto tiempo. Mis gemidos se tornaron en gritos sordos al notarme envuelta por todo su ser, jadeante, sedienta, ofreciéndome a sus perversiones y haciéndolas mías, tal y como hacía en otro tiempo, en otro lugar, en el frio suelo de cualquier lugar, mientras Dani me poseía.
La tercera noche, ni cena ni trabajo. Tan pronto llegué a casa me di una ducha y me acosté en la cama. Era tal el grado de excitación en el que me encontraba que no conseguía conciliar el sueño. Muy consciente de estar aún despierta, noté unas manos deslizándose sobre las sábanas hacia mí, y tras ellas vi el cuerpo de mi amor de juventud, de Dani, tan joven y hermoso como cuando le conocí.
- ¿Por qué te conservas tan joven? ¿No has envejecido nada? ¡Estás tal y como te recuerdo! – Le dije a Dani, como si el hecho de cómo hubiese entrado en mi casa careciera de importancia.
- Pensé que te habrías olvidado de mí. Es fácil olvidar el pasado. Lino era mi mejor amigo. Cuando le conté que me había tocado un premio muy gordo en la lotería y que quería darte una sorpresa, se volvió loco. Me lo arrebató todo: el boleto de lotería, la vida y a mi amor.
- ¡Eso es imposible! ¡Si te estoy viendo con estos ojos aquí mismo! ¡Lino nuca hubiera hecho algo así!
- Puedes ir y preguntárselo. Está en el aseo de invitados.Salí corriendo hacia el aseo gritando el nombre de Lino sin obtener respuesta. Cuando llegué abrí la puerta. Lino estaba tirado en el suelo sobre un charco de sangre. Sus brazos se encontraban completamente rasgados, y en su frente había pegado un boleto de lotería. Eché la mirada atrás viendo la imagen de Dani desvanecerse ante mis ojos.
Dani nunca más volvió a visitarme. Dejé mi trabajo, abandoné mi casa y dediqué el tiempo a buscar los restos de Dani o alguna pista que me llevara hasta él, no hallando más que vacío.
Tal vez esa fue la parte más dura de su venganza.
FIN
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